Capítulo 1: Doncella.

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En el día de nuestro cumpleaños, mi padre, mi hermana y yo nos reuníamos como siempre para dirigirnos al cementerio y conversar con nuestra madre, ya fallecida desde hace dieciocho años, aunque como dice papá, "parece que fue ayer"

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En el día de nuestro cumpleaños, mi padre, mi hermana y yo nos reuníamos como siempre para dirigirnos al cementerio y conversar con nuestra madre, ya fallecida desde hace dieciocho años, aunque como dice papá, "parece que fue ayer".


Al mirar a nuestro alrededor, noté que eran escasas las personas presentes en el cementerio, y la atmósfera resultaba lúgubre, lo que me hizo sentir un escalofrío. Aunque estamos a principios de noviembre, la sensación de frío me estremeció.


Mi padre, que ya denotaba sus cincuenta años, lucía el pelo canoso y una barba descuidada. Siempre me decía que físicamente me parecía a él, pero me enseñó que jamás debía ser irrespetuoso con las damas y que, si alguna vez sentía algo por alguna, nunca la dejara ir.


Paradójicamente, me aterrorizaban las mujeres.


Sí, como leéis. A mis recién cumplidos dieciocho años, siempre huía de la compañía femenina. La única mujer con la que hablaba era mi hermana; ni siquiera entablaba conversaciones con las sirvientas.A pesar de que Isabel, mi hermana, siempre recalca que ella es mucho más guapa que yo, sostiene que realmente soy un joven atractivo. Poseo un porte atlético, mi padre me instruyó en el arte de la espada, la equitación y la esgrima. Aunque acabo de cumplir los dieciocho, mi altura es considerable. Mi pelo es lacio y oscuro, y mis ojos avellana, como los de mi padre, destacan.


Mis pestañas son largas y densas, mi mandíbula está bien definida y empiezo a tener vello facial, a pesar de que siempre intento afeitarlo. Mis manos son grandes pero descuidadas por el deporte.


— Listillo, ¿en qué piensas? — La voz de mi hermana me hizo volver a la realidad.


— No soy un listillo por leer muchos libros.


Refunfuñé; ella siempre se estaba burlando de mí. Isabel es alegre, siempre sonríe, pero también es combativa. Aunque es amable y siempre ayuda a los demás, carece de modales para ser duquesa


Volví a mirar por la ventana del carruaje mientras salíamos del cementerio. Inglaterra estaba notablemente cambiada. La riqueza había aumentado gracias a los barcos y los trenes, y ahora mi padre no era el hombre más adinerado aquí, aunque seguía estando entre los primeros.Mi padre había comenzado a negociar con minas y trenes, revitalizando nuestra economía después de años de depresión por la pérdida de mi madre. Últimamente, me había interesado en todos estos negocios, convirtiéndome en un ratón de biblioteca.


— Ya llegamos a casa. —Anunció mi padre, ayudándonos a bajar del carruaje.— Como estamos bien de dinero últimamente, decidí aumentar nuestra servidumbre.


Me sorprendió. Realmente, solo teníamos cuatro personas a nuestro servicio: el mayordomo principal, ya anciano; el cochero recién contratado por mi padre; una doncella, Gladis, que limpiaba sola toda la mansión; y el chef.


— ¿Quiénes son, padre?


Mi hermana se adelantó a los acontecimientos. Al entrar al ducado, nuestro padre nos presentó a tres doncellas más: dos mujeres de mediana edad y una que llamó especialmente mi atención.Una joven, quizá uno o dos años menor que yo. Aunque su pelo estaba cubierto con un tocado de sirvienta y vestía el uniforme correspondiente, se dejaba ver un ligero mechón rojizo que caía sobre su frente.


Comencé a ponerme nervioso; mis manos empezaron a sudar. Sus ojos, de un verde intenso, me miraron directamente. Noté un nudo en mi garganta.


— Ana y Camila son dos sirvientas con años de experiencia que se incorporarán para ayudar a Gladis —indicó mi padre señalando a las mayores. — Y ella es Clavel —nos acercó a la joven, sintiendo cómo mi pecho latía con fuerza. — Ella es la hija de Ana, acaba de empezar en esto y su madre nos pidió el favor de que trabajara con nosotros.


— Muchas gracias por permitirme estar aquí, señor.


Su voz sonó suave y angelical. Nos hicieron una reverencia y se marcharon a comenzar sus labores.Noté cómo mi corazón amenazaba con salirse de mi pecho. Esa mujer me estaba volviendo loco, y apenas la había visto unos minutos. ¿Realmente le tengo tanto miedo?

Los mellizos Amery.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora