En la gélida noche, Oliver cabalgó velozmente hacia su regia mansión, mientras una lluvia implacable nos empapaba por completo.
Al llegar, quedé atónita ante la vastedad y la distancia de su propiedad. Era dos veces más grande que la nuestra, evidenciando que los Sallow eran, indiscutiblemente, la familia más rica de Inglaterra, superando incluso a la misma realeza.
— Adelante, solicitaré que te conduzcan a una habitación para que puedas secarte y tomar un baño —dijo Oliver, su voz sonó con seriedad.
Aferré su manga, pero ni siquiera me miraba al dirigirse a mí. Su semblante permanecía imperturbable, como el de alguien congelado en el tiempo.
— Solo deseaba darte las gracias.
Al alzar la mirada, noté que evitó rápidamente encontrarse con mis ojos, revelando que sus orejas estaban tenidas de un tinte rojizo, probablemente a causa del frío. Su indiferencia dejó un nudo en mi estómago.
Las doncellas me guiaron hacia mi alojamiento, y al entrar, mis ojos se dilataron asombrados.
— ¿Una habitación para invitados? - exclamé, sin poder contener mi asombro.
Era el doble de espaciosa que la mía en casa; la cama estaba adornada con telas que fluían desde el dosel, y las sábanas dejaban entrever la suavidad de la seda. Un espejo dorado dominaba casi toda una pared. Al mirarme, mi rostro se tornó carmesí.
Mi atuendo, debido a la lluvia, se había vuelto completamente traslúcido. Mi generoso escote quedaba al descubierto, ya que la camisola interior se había arrugado con el vaivén del caballo. El corsé elevó mis pechos, revelando la visión de uno de mis pezones a través de la blusa.
Experimenté una vergüenza infinita al considerar que Oliver me había visto en ese estado. Ahora entendía su reticencia a mirarme, simplemente estaba siendo cortés.
— El señor Oliver ha solicitado que le proporcionemos a la señorita un cambio y un baño adecuados. Por favor, siga mis indicaciones, señorita —anunció una doncella de entrada edad con un tono respetuoso.
Al entrar en la estancia, me encontré con una visión de esplendor. La bañera, dispuesta frente a una chimenea resplandeciente, estaba llena con aguas saturadas de sales exquisitas y hojas secas de flores, liberando un aroma embriagador que envolvía la estancia. La luz de las velas titilaba, creando destellos dorados que bailaban sobre las paredes.
— La señorita disfrutará de un baño lleno de lujo, con sales perfumadas y pétalos selectos, cortesía del señor Oliver —informó con un gesto delicado.
Mientras las criadas preparaban la ropa seca, sentí la bienvenida caricia del calor proveniente de la chimenea. El amplio espacio se convertía en un refugio cálido, alejando cualquier rastro de la fría noche.
— Ahora, por favor, permítame ayudarle con su cambio, señorita —dijo con la destreza de alguien acostumbrada a vestir a damas de alta alcurnia.
Con cuidado, me despojé de la ropa empapada, entregándola a las criadas para que la llevaran a secar. La bañera, acogedora y tentadora, me llamaba con sus aromas. Mientras me ayudaba a sumergirme en las aguas perfumadas, sentí cómo el estrés y el frío se disolvían.
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Los mellizos Amery.
Romance1883 Después del fallecimiento de su madre, estos mellizos; Isabel Amery y Caín Amery, se ven respaldados por un padre, que no tiene suma idea de paternidad y que acaban creando personalidades dispares. Isabel Amery al contrario que su madre es una...