Capítulo 2: Sorpresa.

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En la maraña de mi existencia, resulta difícil comprender todo lo que me rodea

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En la maraña de mi existencia, resulta difícil comprender todo lo que me rodea. Tanta perfección y belleza, todo ello tan solo apariencias.

Agradezco haber nacido en una familia respetable, aunque sombría. Mi madre falleció al dar a luz a mi hermano y a mí. Mi padre, completamente enamorado de ella, no pudo despedirse. Ha tenido la suerte de tener una hija tan excepcional y hermosa como yo. No malinterpretéis mi modestia.

Aunque pueda haber heredado el físico de mi madre, al compararme con otras damas, resulto agraciada.

Jamás he tenido amigas; en la nobleza, todo se reduce a apariencias, y yo no me rijo por eso. De hecho, lo evito. Siempre expreso mis pensamientos, a pesar de que está mal visto que una señorita lo haga. Como sin timidez y amo la naturaleza. Aborrezco los corsés, aprietan mi abdomen, y no tolero la etiqueta.

Sin embargo, debo cumplir con todas esas formalidades por el bien de mi familia y para mantener una buena imagen. Las nodrizas siempre me regañaban; dicen que soy demasiado enérgica, que aunque sea tímida, no debería expresar mi opinión, y que siempre debo estar callada, dejando hablar a los hombres.

Suspiré ante mis pensamientos y me apoyé en el árbol de nuestra finca, donde solía ir a dibujar. Amo el arte de dibujar, aunque siempre me dijeron que no era propio de mujeres y que no llegaría a ningún lado.

Waterhouse es uno de mis pintores favoritos; me encanta cómo retrata a las mujeres, parecen ninfas hermosas. Quisiera poder dibujar así, pero me limito a plasmar paisajes.

Mientras observaba la variedad de plantas en nuestro campo, escuché la llegada de los amigos de mi hermano.

Se reunían los tres desde que empezaron clases avanzadas juntos, aunque Caín terminó antes debido a su aguda inteligencia. Pero los tres juntos eran unos zoquetes.

Uno de ellos era Damián Clerery, mi primo y a quien la familia de mi madre insiste que debería casarme, pero me niego a unir mi vida con un hombre así. Aunque sea atractivo para la mayoría, es controlador y abusador; solo le interesa aprovecharse de las mujeres y su fortuna. Ni mi padre ni yo deseamos estar cerca de esa familia. Es de estatura media, con cabello castaño y ojos claros como los de mi tía Maxine.

La mayoría de las damas caen rendidas ante él; es un mujeriego consumado y, con sus 18 años, presume de sus conquistas femeninas.

Mentiroso.

Luego está el serio, Oliver Sallow. Aunque para mi gusto pueda ser el más atractivo de los tres, es también el más peligroso, o eso dicen. Proviene de una de las familias más antiguas de Inglaterra. Su familia es la más temida; su abuelo fue un asesino despiadado en busca de poder, y su padre sigue buscando venganza.

Os preguntaréis, ¿por qué es amigo de mi hermano? Ni idea, solo sé que se llevan muy bien. Sé que lo ha ayudado en muchas ocasiones, con sus estudios y son compañeros en esgrima. Pero realmente su porte da miedo.

Todo lo que Oliver aporta de atractivo, lo aporta también de temible. Es alto, muy alto, quizá supere el 190. Su cabello es rubio, casi platino. Sus ojos son oscuros y profundos. Su rostro es realmente hermoso; a sus 20 años siempre ha tenido facciones fuertes y marcadas. Tiene una cicatriz en una de sus cejas, fruto de un corte en una pelea de espadas con su padre.

Su espalda es ancha y grande; todas las camisas y trajes le quedan ajustados. A sus 20 años, es el más musculado que conozco. Pero tan alto y tan musculado infunde pánico en la mayoría de las mujeres, todas nobles y sumisas a su alrededor.

Los escuché acercándose y quise marcharme de allí o esconderme para saber de qué hablaban. Me oculté entre los arbustos cerca del lago.

— Deberíamos ir al burdel esta noche. ¡Ya tienes 18 años! Debes disfrutar con las mujeres.

Rodé los ojos al escuchar la voz de Damián, que me daba náuseas.

— Damián, me ponen nervioso las mujeres, ya lo sabes.

— Vamos, pero si hasta el loco este ha conseguido acostarse con las mujeres de allí.

Vi cómo señalaban a Oliver.

— Pero Oliver es mayor que nosotros, además... A él le tienen miedo las mujeres, si no es pagando...

Comenzaron a bromear. No entendía las bromas de los hombres; eran tan groseros, siempre hablando de obscenidades. Nos tenían a las mujeres solo para el sexo.

Molesta, intenté acomodarme el vestido para salir de allí. Con la mala suerte que tengo y mi torpeza, perdí el equilibrio cayendo al lago.

— ¿Qué ha sido eso? — Escuché la voz de Damián a lo lejos.

— ¡Hermana! — Caín gritó asustado.

Sin darme cuenta, estaba intentando salir pataleando; no sabía nadar. Me hundía. Trataba de pedir ayuda, pero mi voz no salía. Mi vista se nublaba al entrar y salir del agua helada de noviembre.

Noté un brazo cálido a mi alrededor, y gracias a esto me logré estabilizar en el agua. Al mirar quién era quien me sujetaba, pude ver por el rabillo del ojo el pelo platinado de Oliver.

Me tumbó de nuevo en el césped, y noté cómo mi respiración y mi corazón latían con fuerza por el miedo.

— ¿Estás bien?

Su voz profunda y preocupada llegó a mis oídos; realmente estaba muy cerca de mí. Su camisa era semi transparente ahora, y podía ver a través de ella su abdomen bien marcado y sus grandes músculos, incluso vello.

Mis pensamientos impuros desaparecieron al escuchar la voz de mi hermano.

— Isabel, ¿estás bien? ¿Qué narices hacías tan cerca del lago?

— Calla, calla, solo quería dibujar.

Intenté quitarle importancia a lo ocurrido para evitar que pensaran que estaba espiando. Cuando mi cara se tornó con una mueca preocupada.

— ¡Mis dibujos!

Grité casi con lágrimas en los ojos acercándome de nuevo a la orilla. Pude ver cómo todos los bocetos estaban flotando en el lago, meses de preparación tirados a la basura.

— ¡Isabel! No te acerques de nuevo.

Mi hermano tiró de mi brazo para evitar que me acercara más.

En ese momento, pude ver cómo Oliver volvía a entrar al lago. Era noviembre, y estaba semi helado.

Los cogió y volvió a salir. Sin decir nada, me los ofreció. Pude ver cómo todo estaba destrozado. La pintura estaba corrida por todo el papel. No pude evitar ponerme a llorar.

Al cogerlos, los tiré al suelo y salí corriendo como pude; el vestido pesaba demasiado, pero no quería estar allí. Fui una idiota; meses de trabajo destrozados por mi culpa.

Los mellizos Amery.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora