Capítulo II: Consejo del día, limpiá la mugre debajo de tu alfombra.

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No me enorgullece, ¿está bien?

Sólo decíle que te encanto tanto el libro que te lo comiste en una tarde, por el amor a dios Adara, no es tan difícil.

No Eris, no quiero decirle eso para que luego se lleve una impresión equivocada, no quiero hablar con él ni con nadie.

Sos terca como una mula, ¿sabías?

Y vos sos insufrible y molesta como una mosca.

Tal vez, pero soy la única con la que hablas, yo que vos cuido mis palabras...

Como digas Eris. Terminemos con esto que estoy muerta de hambre.

Me dirijo hacia la cocina pensando en el camino qué plato voy a preparar hoy.

Generalmente cocino dos veces, Nate y yo no tenemos para nada los mismos gustos culinarios, y eso lo sé porque la primera vez que le cociné apenas pudo terminar su cena. Pero saber todos sus gustos implicaría tener que mantener una conversación por más de dos minutos y eso no iba a suceder.

Por lo que a Eris se le ocurrió la brillante idea de dejarle una nota pegada en la heladera, que ponía: "¿Qué cosas te gustan comer y qué no te gusta? Escribílo en este mismo papel y volvé a pegarlo en la heladera. Porque la comida no se desperdicia"

En fin, Eris no es muy sutil que digamos, pero vamos, no me puedo quejar porque funcionó. Al otro día ya tenía no una, sino dos listas con comidas o ingredientes que le gustaban y otros que no.

Finalmente abro la heladera pensando en que preparar con lo que hay en ella, hasta que escucho un sonido sordo que me hace saltar del susto y me golpeo contra el borde ella.

–¡Ay! –gimo de dolor y me agarro con una mano la cabeza.

Genial me va a salir un chichón.

Me doy vuelta de golpe cuando escucho risas detrás de mí.

Nate se encuentra apoyado contra la barra de la cocina mirando y riéndose de mí. Muy chistoso.

Olvidaste agregar vestido con su uniforme de médico que le queda como un guante, grrr.

¿En serio Eris? ¿Ahora gruñís también?

No es mi culpa, vos sos la que nos tenés encerrada dentro de esta casa desde hace dos meses.

–¿Se puede saber qué es lo que te causa tanta risa? –le digo a Nate tajante, ignorando el tema que acaba de sacar Eris.

Nate me mira y levanta ambas manos como en señal de rendición.

–Vamos Darling, un golpe es gracioso para cualquiera–dice sonriendo de costado, pero en ese momento su mirada se dirige hacia la mesa donde tengo su libro cerrado y ahora su mirada y postura pasa a ser nerviosa o ¿incomoda quizás?

Buenísimo, aparte vamos a tener que hablar de eso.

Tratando de evitar el tema de que me haya dejado su libro favorito y una nota, lo cual fue muy impropio de él, rompiendo nuestro acuerdo silencioso de convivencia, intervengo en cambio:

–¿Por qué volviste antes hoy? No llegué ni a preparar la cena.

Ahora sus ojos vuelven a clavarse en los míos y doy el anterior tema por olvidado.

–Supongo que no te alegrás de verme ¿no? –se ríe por lo bajo– La cirugía que teníamos planeada para hoy se canceló, es por eso que regresé temprano.

Para no contestarle lo que ya todos sabemos, opto por el silencio.

Nate se aleja de la barra y camina lento, acercándose hacia un costado de la mesada, casi pareciera como si tratara de aproximarse a un animal herido y no quisiera asustarlo para que éste no salga corriendo.

El espiral [Parte 1 y Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora