C2 |LA CENA

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—¡Jones!

Empuñé del mandil del uniforme y aprieto la libretita mientras les dedico una sonrisa forzada al grupo de chicos que me toco atender.

—Ya vuelvo —murmuré.

—¡Jones! —Layla me gritó por milésima vez en el día, irritándome todavía más.

Como quisiera ahorcarla mientras duerme.

—¡¿Qué?! —le devolví el grito.

—Atiende el mostrador.

—¡Para eso está Emmy y Daniel!

—¡Quiero que lo atiendas tú!

Hija de...

De mala gana rodeé el mostrador y me dediqué a mirarla durante unos segundos con desprecio hasta que escucho un "«pss»"

Volteé y me encontré con la mirada divertida de Emmy y Daniel.

—¿Cómo es que puede existir tanto odio entre unas primas? —dijo una divertida Emmy con la mirada clavada sobre la pelinegra.

Puse los ojos en blanco.

—¿Y cómo es que una persona como Layla puede ser tu prima? —Esta vez comentó Daniel.

Bufé.

—También quisiera saberlo —mascullé.

Arranqué la hoja de la libreta y se la extendí a Emmy la cual leyó y fue a preparar el pedido de la mesa que acabo de atender.

La campanita de la entrada sonó, miré hacia la entrada para ver a Tyler vistiendo un uniforme quirúrgico y una bata blanca.

—¿Qué tal lovely?

Sonreí.

—Ya te dije que mi nombre es Lily, no lovely.

—¿Y? sabes que eres un encanto, además sé que te encanta que te llame así, solo lo niegas—me guiñó el ojo con una sonrisa y no puedo evitar reír.

—¿Un café americano?

Tyler me sonrió nuevamente.

—Tu sí que me conoces —Coloco su puño y lo choqué con el mío.

—Es todo lo que llevas pidiendo en el año y medio que llevo trabajando aquí, Ty.

Puse en marcha la cafetera y coloqué un vaso grande debajo del dispensador.

—¿Sabes que lovely? Dame otro café igual.

Asentí.

Hice lo mismo y cuando ya están ambos cafés les coloqué una tapa de plástico.

—Aquí tienes —miré a Tyler y mi pequeña sonrisa esbozada se me borro en un instante.

Evan.

Actúa normal, actúa normaaaal.

¡Cállate!

—Son siete dólares por ambos —mascullé.

Observé como Evan saca dos billetes de cinco dólares y me los da. Los meto a la caja registradora y saco tres dólares como cambio.

—Hey, ¿cómo están? —Emmy se acercó hasta mi cargando una charola con cuatro malteadas y los saludo alegremente—. ¡Oye tú! —llamo a Daniel— llévate esto.

Le extendió la charola a Daniel.

—¿A que mesa?

—A la ocho —respondí.

Algo más que atracción Donde viven las historias. Descúbrelo ahora