Esa misma mañana, en el interior del distrito veintiocho, aquella mujer junto a sus escoltas llegarían a un viejo edificio, un antiguo alamcen donde en un pasado, fritas y verduras eran guardas pero ahora no eran más que un viejo recuerdo del pasado. En la entrada dos guardias se mantenían custodiando la pierta principal pero apenas vieron a su lider llegar aquellos hombres abrieron las permutas y al dejaron pasar al interior, el almacén era un lugar austero, rodeado de muros metálicos y vigilado por un par de hombres armados que mantenían una postura alerta. En el interior, el aire olía a polvo y aceite viejo, mientras una tenue luz artificial iluminaba las cajas apiladas y las sombras de quienes se encontraban allí. Cassandra avanzó con paso decidido, el bebé envuelto en sus brazos, seguida de Henry y el joven escolta.
En el centro de la sala, Jhon esperaba, su figura alta y fuerte destacando en medio de la penumbra. Vestía una chaqueta de cuero negra que reforzaba su apariencia de autoridad, mientras sus cicatrices y su cabello desordenado añadían un toque salvaje y varonil.
Ese dia el almacén estaba más animado que de costumbre. En el interior de la sala principal varios hombres y mujeres hablaban en susurros mientras revisaban armas y cargaban cajas llenas de municiones. El aire olía a metal, sudor y el tenue rastro de tabaco. Jhon se encontraba en el centro de todo, flanqueado por dos de sus lugartenientes mientras estudiaba un mapa desgastado colocado sobre una mesa.
-La transacción será en dos dias, en el muelle del lago Ray cercano al puente-dijo, señalando un punto en el mapa con el dedo índice, marcado por un círculo rojo-. Los rusos apenas y lleva un año en el distrito, y ya creen que pueden jugar en las grandes ligas y vender su mercancía en mi territorio.
-¿Cual es el plan jefe? -preguntó uno de sus hombres, un tipo alto y delgado con una cicatriz en el mentón.
Jhon alzó la mirada, y con una sonrisa respondió
-Vamos a cobrar el peaje-dijo en su tono seco y frío-. Les quitamos la droga y el dienro antes de que cambie de manos. No quiero correr riesgos. Esa mercancía podría ser nuestra llave para consolidar nuestro control sobre el distrito. Según se es una nueva droga más potente que otras, quiensabe tal vez logremos hacer algo de dinero.
Un murmullo de aprobación recorrió el grupo. Sin embargo, la atmósfera se tensó cuando la mujer entró en el almacén, cargando al bebé envuelto en una manta gris.
Jhon levantó la vista, frunciendo el ceño al instante.
-¿Qué demonios es esto? -preguntó con incredulidad, enderezándose mientras cruzaba los brazos sobre su pecho.
Cassandra avanzó unos pasos más, con una expresión desafiante.
-Lo encontré abandonado en un contenedor -dijo, sin rodeos-. Nadie lo buscaba.
El silencio en el almacén se volvió incómodo. Algunos de los hombres intercambiaron miradas, claramente confundidos. Jhon, por su parte, soltó un suspiro pesado y caminó hacia ella, deteniéndose a un metro de distancia.
-Este no es lugar para niños, Cass -dijo con frialdad, señalando al bebé como si fuera un objeto molesto-. Llévalo a la iglesia, o a un orfanato. No lo quiero aquí.
Cassandra apretó los labios, sosteniendo al bebé con más fuerza.
-¿Y qué crees que harán con él en un orfanato? -respondió con un tono desafiante-. Sabes tan bien como yo que no lo cuidarán.
Jhon la miró con una mezcla de irritación y desconcierto.
-¿Y desde cuándo te importa eso? -espetó, alzando una ceja-. No me digas que ahora te sientes la madre Teresa.
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Hijos de la calle
AléatoireEn el año 2093 el crimen en las calles de una ciudad comienza a afectar cada vez más a la población, asesinatos, violaciones, secuestros y drogas, la policía no se da abasto, pues sus recursos son escasos y la corrupción se ha infiltrado en las fue...