Parte II

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Seis y media de la mañana.

Abrió sus ojos lentamente, sintiéndolos pesados. Su mano aún parecía palpitar del dolor, especialmente por los puntos que tiraban de su herida cada vez que la movía. Esto sin considerar el moreton en su cara, que aun estaba fresco. Su madre lo había llevado al hospital para que se la cerraran, renegando en el camino sobre cómo su hijo estaba loco por hacer algo de esa índole.

—No puedo creer que hayas hecho esto.—Recordaba escuchar decir a su madre mientras conducía.

—¡Pero yo no fui, fue-!

—Fue 'Fred', claro Freddy.

Un silencio pesado se asentó en el interior del auto.

—Mamá... ¿Por qué nunca me crees?

—Freddy. No es que no te crea, es simplemente que...ya llevamos años con esto. No sé qué decirte, y no sé qué más hacer. Deberías tener cierto control sobre ti mismo, no sólo por ti, sino también por mí. No podemos hacer esto por siempre.

—...

—Prepara tus cosas, ya llegamos.—El resto era historia.

Se levantó de la cama y fue al baño, sin darse cuenta que Fred estaba sentado en el piso al lado de esta, esperándolo. Este, al ver que había cerrado la puerta del baño de un portazo, sintió un nudo en la garganta. Atravesó la puerta con temor, y apenas Freddy lo vio, el terminó con lo que estaba haciendo y salió a buscar su mochila al cuarto.

—Freddy...

—...

—Freddy no puedes hacerme esto.— Este comentario le ganó una mirada de disgusto por parte del de pelo café. Freddy agarró y se puso la mochila, bajando las escaleras rumbo a esperar el bus. Fred lo siguió, exigiendo su atención, pero era en vano.

—¿Lo siento, vale?— Exclamó—¡Lo siento!—Su voz se rompió, junto lágrimas acumulándose en sus ojos. Freddy se detuvo, miró hacia donde estaba él, y se encogió de hombros.
Fred se quedó atrás, atónito por lo que había pasado. Él no solo había sido ignorado, si no que también se había dejado vulnerable. Y Freddy le había pasado por encima.

Le dolía, le dolía como nunca.
¿Por qué le importaba? Antes ignoraba las plegarias de Freddy y lo atormentaba. Le encantaba verlo sufrir, le encantaba hacer su vida miserable, un suplicio. El dolor de su host lo hacía sentir vivo, como si fuera real. Ahora ya no tenía ese placer. Fue ahí donde una pregunta horrible le cruzó la mente.

¿Acaso le importaba Freddy?

Claro, en cierta manera, Freddy debía importarle ya que su vida dependía de él. Pero esta preocupación no era normal, era algo más que un simple instinto de supervivencia. Y eso le daba náuseas.

Sentía un vacío en su corazón que le hacía temblar las piernas, y que hizo que las lágrimas en sus ojos comenzaran a rodar por sus mejillas. La frustración, ira y pena, le hicieron decir entre dientes que lo odiaba. Un odio más allá de hacerle sentir mal, era un odio pegajoso y que se lo comía vivo, un odio de tintes azules índigo con pintas de rosado y rojo.

Lo siguió sin que se diera cuenta; él no se iba a salir con la suya así de fácil.

Freddy llegó al colegio sin mayor novedad. Iba tarde de camino a su aula, cuando salió Golden de la suya. Ambas aulas quedaban adyacentes una de otra. Freddy intentó apurar el paso para refugiarse en su sala, pero el rubio le puso el pie en la pasada, logrando interrumpir su plan.

Fred se escondió tras la pared.

—¿Pero qué te ha pasado?— Dijo poniendo sus manos en los hombros del otro, moviéndolo suavemente de lado a lado, inspeccionando su rostro.

—Primero, no es nada malo. Segundo, ¿qué acaso no empezaron las clases? ¿Qué haces afuera?

—Los profesores aún no llegan por alguna razón, así que decidí ir al baño a fumar. No le digas a nadie porfavor.

—Oh. ¿Por qué fumas?

—Un montón de razones, por ejem- ¡hey, qué me cambias el tema! Dime que te ocurrió.—Dijo retirando una de sus manos.

—Me azoté contra el lavamanos del baño...

—Me huele a mentira. Te escuché llorar.

—¿Cómo sabes eso?

—Siempre voy al baño a fumar cuando va a terminar la jornada. No dije nada porque pensé que sería inapropiado.—Su agarre se fortaleció.—¿Necesitas ayuda?

Freddy quería decir que sí, la necesitaba, pero su garganta se anudó, y solo pudo negar con la cabeza. Golden suspiró.

—Bien. Pero si la llegas a necesitar, no dudes en buscarme. Sé que no me conoces mucho más allá de las clases de música, pero me gustaría acercarme a ti. Pareces buena persona.— A Freddy le tomó toda su fuerza de voluntad el no sollozar.

—Gracias.—Golden le sonrió.

—Te veo luego.—Se despidió.

A Fred esto lo hizo sentarse en el piso a procesar lo ocurrido. Esa interacción le había molestado, pero no sabía porqué. Lo único que sabía era que ese rubio no significaba nada bueno, al menos para él.

Freddy entró a su aula solo para ver a su grupo aguantándose la risa mientras huían de la puerta.

—¿Qué pasó?—Dijo confundido.

—Parece que el doradito te echó el ojo.—Dijo Fox. Chica y Bonnie siguieron esto con un agudo "Uyyyyyyy" que se escuchó en todo el salón.

—No digas tonterías—se río—Solo quiere ser mi amigo.—Esto le ganó empujones amigables y grititos por parte de los tres.

La conmoción en el salón de al lado llamó la atención de Fred, así que entró discretamente por la pared de este. Ahí vió a Freddy reírse a carcajadas mientras trataba de hacer callar al resto. Nunca lo había visto reírse así, no con él cerca al menos.

—¡Uy ahí viene el profe!—Dijo Bonnie.

—¡Dispérsense! ¡A sus asientos!—Gritó Chica.

Tomaron asiento y sacaron sus cuadernos para iniciar la clase. En medio de la lección, Bonnie miró al puesto contiguo, donde estaba Freddy, dibujando en una hoja. Notó algo raro en el dorso de su mano, para luego darse cuenta de que eran puntos quirúrgicos. Pensó en preguntarle qué le había pasado, pero consideró que era mejor el decircelo en secreto al grupo. Hace bastante tiempo que Freddy les preocupaba, no sólo por las misteriosas lesiones que tenía de vez en cuando, o porque hablase sólo, sino porque sentían que algo de fuerza mayor lo estaba afectando.

Fred notaba esto desde que empezó, sabía que sus amigos se preocupaban por él, pero no le daba tanta importancia en un principio. Fue con el paso del tiempo que esto se tornó molesto, y él se volvió más posesivo, arrebatando el control en muchas ocasiones con la intención de arruinar los lazos que tenía. Algo en su interior le decía que lo hiciera.

El día concurrió normalmente. Llegó la hora de almuerzo, y el grupo decidió almorzar en el patio del recinto. Freddy estaba disfrutando de la comida que su madre le había mandado, hasta que sintió como se tocaba así mismo el hombro. Oh no.

—¿Te pica el hombro?—Preguntó Chica.

—Ah- ¡Sí!—Dijo Freddy, mientras se agarraba la muñeca del brazo izquierdo con fuerza, bajándola. Fred le había ganado el control del brazo sin haberse dado cuenta, no sabía cómo o qué momento, pero sentía como Fred le estaba tratando de quitar el control a la fuerza.

—Oye Freddy, estás pálido.—Dijo Fox. Freddy no escuchó esto, ya que se le habían tapado los oídos. Batallaba por mantenerse firme, sin embargo, estaba perdiendo, y justo cuando Fred iba a tomar el control, todo se fue a negro.

Se había descompensado.

Posición de poder.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora