5. El segundo Error

8 0 0
                                    


Por la noche, me gusta mirar las estrellas desde el tejado del colegio.

Volviendo al segundo error de la frase...

No debería ser "me gusta mirar las estrellas", debería ser "me gusta buscar las estrellas"─ porque durante todo este tiempo, he estado buscando una estrella.

Una estrella en particular, la estrella que vi hace diez años.

Es imposible imaginarse haciendo algo así hoy en día, pero hace unos diez años, cuando tenía tres o cuatro, mis padres, mi hermano mayor y yo nos fuimos de vacaciones en familia─ nos fuimos de acampada tres días y dos noches durante un fin de semana largo.

Nadamos en el mar, cocinamos en la playa y lanzamos fuegos artificiales.

Un itinerario de ensueño.

Tan perfecto que deberíamos haber pintado un cuadro.

Pero lo que más me impactó fue el cielo estrellado que vi justo en medio de nuestro viaje─ nunca había visto nada tan bonito, y nunca lo he vuelto a ver.

En parte, estoy segura, fue lo novedosas que le parecían todas aquellas estrellas centelleantes a una niña de ciudad como yo.

Y entre ellas, la más hermosa de todas.

Aquella estrella brillante me hechizó.

¿Quizás era la primera estrella de la noche?

Era increíblemente hermosa, y parecía tan cercana que sentí que podía alcanzarla y tocarla. No sólo quería mirarla, quería visitarla algún día, quería tocarla con mi propia mano, y así, desde aquel día, soñé con ser astronauta.

Creía que mis padres apoyaban ese sueño─ pero, en realidad, se limitaban a ignorar mis tonterías infantiles y simplistas.

La verdad es que era el tipo de sueño que tienen los niños sin mucho sentido común. "Astronauta" está a la altura de jugador de béisbol y pastelero en la lista de cosas que los niños quieren ser de mayores, así que no creo que mis padres fueran inusualmente poco comprensivos.

Al contrario, el equivocado fui yo, por pensar sin justificación alguna que me entendían y empatizaban conmigo.

Debería haber hecho el esfuerzo necesario para que me comprendieran, haber modulado mi forma de actuar para despertar su empatía: los hijos no pueden elegir a sus padres, como dice el refrán, pero los padres tampoco pueden elegir a sus hijos.

Al final, simplemente no fui capaz de encajar en su visión de "niño bueno"─ pero a la hora de perseguir mi sueño, otro problema acuciante también se interpuso en el camino de construir una relación productiva con mis padres.

Es algo muy extraño, y tiendo a querer echarle la culpa de todo.

¿La estrella que vi desde la orilla aquel día?

La estrella que me conmovió tan profundamente, y que debería haber determinado mi futuro─ la perdí. Estaba seguro de haberla visto, pero por más que busqué sin descanso en el cielo nocturno tras regresar de aquel viaje, nunca fui capaz de volver a encontrar aquella estrella. Ni siquiera la última noche.

Para mi mente infantil, era tan chocante como si me hubieran arrancado una parte de mi propio cuerpo. Más concretamente, sentí como si me hubieran arrancado los ojos, los dos ojos que estaba seguro de haber visto aquella estrella. El shock fue tan grande que afectó al desarrollo de mi personalidad. Todo el mundo intentaba tranquilizarme diciéndome cosas como: "Tus ojos deben de haberte jugado una mala pasada", o "Probablemente esa estrella nunca estuvo ahí", pero lo que empezó como simpatía hacia un niño tonto se transformó más tarde en reproche hacia un niño testarudo y obstinado.

Nunca pasé de cierto nivel de intimidad con mis compañeros de clase o amigos del barrio; no entendían mi experiencia. Me cansé de que me contradijeran y empecé a ocultar la verdad. Eso me llevó a un mayor aislamiento. Así nació una niña que nunca reveló su corazón ni derribó sus muros. En algún momento, con la esperanza de encontrar mi estrella perdida, empecé a estudiar en solitario la observación astronómica, estaba obsesionada.

Ahora soy capaz de mirarme a mí mismo en la escuela primaria y darme cuenta de que me había vuelto un poco extraña, pero nadie reconoce su propia extrañeza en medio de ella.

Esa, por supuesto, fue también la raíz de la ruptura con mis padres. Cuando empecé la secundaria, me dijeron directamente que bajara la cabeza de las nubes y dejara de soñar, que pensara más seriamente en mi futuro. Pero yo siempre había pensado en serio. Me sentí traicionada. No era más que mi caprichosa creencia; ellos no me habían traicionado ni nada por el estilo, por supuesto, pero a esas alturas yo ya había entrado en mi fase rebelde y me había vuelto completamente contraria. Dijeran lo que dijeran mis padres, yo quería hacer lo contrario.

Y entonces llegó la promesa.

Dejaré mis juegos infantiles cuando llegue a segundo de secundaria─ si para entonces no había sido capaz de encontrar "esa estrella o lo que sea", entonces renunciaría a mi sueño de convertirme en astronauta. Esa era la promesa.

Desde el punto de vista de mis padres, eso ya debió de parecerles un compromiso importante─ creo que habrían preferido que abandonara mis sueños infantiles al empezar la escuela media.

Para ellos, seguro que fue algo inesperado.

Nunca imaginaron que yo, que me enfriaba y me apasionaba con tanta facilidad, me aferraría tanto a mi imagen de "lo que quiero ser de mayor"─ pero, desde mi perspectiva, fue precisamente porque tenía una cosa en la que fijarme que todo lo demás empezó a parecerme poco importante. Todo empezó con esa estrella.

Pero esa forma de ser -ese yo- está a punto de terminar.

Cuando cumpla catorce años, mi "búsqueda de la estrella" terminará.

No, en realidad nunca empezó.

Alfin y al cabo, una estrella así nunca podría haber existido en primer lugar─.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Dec 11, 2022 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El club de los morros guapos detectives Donde viven las historias. Descúbrelo ahora