LA PÉRDIDA.

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-¿Qué quieres de mí? Sabes que no soy bueno, sabes que no valgo la pena. ¿Sabes cuál es mi problema? Que no puedo dejar de pensar en ti, sabes, tengo miedo... Miedo a que lo que tenemos solo sea fruto de mi imaginación, que no me veas como yo te veo a ti. Juro que no miento, te quiero! como el Sol ama a la Luna. Pero ya no importa, el tiempo no se puede devolver. Dicen que "Las palabras afectan dependiendo de la persona que provengan" nunca creí en esa frase, me creí fuerte en mi debilidad, soy más débil de lo que piensas. Mi debilidad me obligo a construir un muro de arena a mí alrededor, un muro impenetrable, un muro que tú derrumbaste con solo una mirada, una mirada confortable, una mirada con una gran llamarada. Nunca he valido la pena, mis labios jamás habían extrañado tanto a otros labios, mi brazos nunca me había exigido abrazar a alguien como me lo exigen ahora, mi ojos me piden que te vea, te has convertido en mi adicción, una adicción que si no alimento me matara. Pero... ¿De qué sirve lo que siento? ¿De qué sirve lo que este hombre piensa? No soy poeta amada mía, no soy escritor, pero por ti quise escribir, por ti quise ser el poeta que te dedicara sus mejores prosas. Creo fielmente que eres la poesía que mi alma exige, eres el mar de agua dulce que mi sediento corazón ha buscado por mucho tiempo. Pero eso no importa, tú has hecho tu elección. –Abrí mi corazón al decir esas palabras, mi corazón, el cual se estaba apenas recuperando de mi última relación. Recuerdo que dirigí mi mirada a la fuente, el sol estaba a punto de esconderse dándole un último saludo a su amada Luna que comenzaba a aparecer.-

Nos quedamos parados por más de 3 minutos, sin que ella dijese nada, sin que yo la mirara de nuevo. Sentí como me miro unas 3 veces para luego mirar de nuevo la fuente.

-Sebas... -Le mira a los ojos de nuevo. Siento como coge mi mano, y comienza a caminar, yo la sigo, voy detrás de ella como un perro. No quise soltar su mano, me sentía bien, tranquilo. Llegamos a la banca en donde siempre nos sentábamos, soltó mi mano, se sentó y me hizo señas de que me sentara a su lado, obedecí sin objetar. –Sebas, no quiero lastimarte, no sabía que sintieses algo tan profundo por mí.

No me miro al decir esas palabras, su mirada fija en el infinita, ella a mi lado, con las manos entre las pierna, su pelo que danzaba a la par que el viento pasaba, el sol que daba su último grito, su pecho demostraba sus respiraciones profundas, sus labios, secos...

-¿Lastimarme? ¿Qué lastimaras? ¿Un corazón malherido? No creo que me lastimes, no soy fuerte, pero mi debilidad se ha tornado fría, esa frialdad que me caracteriza, es solo un escudo. Pero... ¿Lastimarme? Te diré algo, me he lastimado yo solo, me he ilusionado, mi mente y mis sentimientos me han jugado una mala pasada, haciéndome creer que yo hacía que algo en ti despertase, que yo te gustaba, que sentías algo más que una simple amistad por mí. No te culpo.

-No es fácil para mi Sebas, eres un gran chico, pero... -Ese "pero" ese maldito "pero!" que tantas veces me habían dicho. –

-No digas nada más –Decidí no enfrascarme más en ese tema, no más. – Sera mejor que nos vayamos si queremos que el viejo nos atienda.

-Sebas no te pongas así.

-¿Así como?

-Triste.

-No estoy triste, solo un poco afectado, pero no te preocupes, estoy bien, no es para mucho. Ahora, ¿no vamos?

-No.

-¿No? ¿Y porque no?

-Sebas, me gustas, en verdad me gustas, eres buen chico pero... -No quise oír sus peros-

-No sigas. –Levante mi trasero de la banca –

-Espera Sebas, no te vaya por favor.

-Si no me piensas acompañar, iré solo, no te preocupes.

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⏰ Última actualización: Mar 20, 2020 ⏰

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