Capítulo seis: "Caer".

570 52 2
                                    


Callen.
Las aguas se habían calmado en los últimas días después del duelo que tuve con Pan, pero aún no podía quitarme de encima el constante sentimiento de repulsión cada vez que recordaba lo que había dicho. Antes, cuando las cosas permanecían ocultas, probablemente me hubiera sonrojado y hubiera perdido el duelo, pero me parecía increíble cómo el tiempo podía cambiarlo todo.
Aunque cierto, irónico también. El tiempo en Nunca Jamás no existía, pero al mismo tiempo sí. Nadie aquí envejecía, pero había alguien en específico que moría cada día que pasaba sin tener el corazón del verdadero creyente y ese alguien era Peter, ni siquiera podía imaginarme el plan que tenía entre manos para ese pobre niño, Henry, y no quería imaginarme qué parte del plan me tocaría.
Así era Pan, sádico, egocéntrico y astuto. Esa era su peor y más peligrosa habilidad, era tan astuto al punto de poder manipular las cosas a su favor cada vez que lo necesitara, pero no sería por mucho. Yo también era astuta, esperaba que lo suficiente como para sobrepasar a Pan.
Por otro lado, después de largos días de estar aquí, todo parecía como si el tiempo que estuve en el mundo real no hubiera pasado. Sentía como si nunca hubiera sido capaz de abandonar la isla, pero mi problema no era con la isla, no, era mi historia aquí. Tanto Peter, como los niños perdidos, como... Félix, todos ellos estaban conectados fuertemente a mi historia.
Pero actuaba normal, casi como la Callen de antes, porque ¿qué más podía hacer?
―¿Levantándote temprano? ―Escuché una voz áspera y masculina retumbar entre los árboles mientras salía de mi habitación, y reconocí inmediatamente de quién se trataba.
―¿Espiándome? ―Enarqué una ceja, girándome sobre mis talones para verlo.
Estaba apoyado contra un árbol, con la capucha de su capa cubriendo parte de su cabello rubio, que llevaba plumas adheridas a él, y con una sonrisa malintencionada que hacía que su cicatriz resaltara. Tuve que reprimir el impulso de mirar hacia abajo al ver la cicatriz.
―Sólo quería ver quién estaba usando mi habitación. ―Se encogió de hombros―. Además, Pan me envió a buscarte.
―¿No puede venir por mí él? ―Dije casi en un murmuro, pasando por el costado de Félix y comenzando el camino hasta el campamento, no tuve que mirar hacia atrás para saber que él venía detrás de mí.
―¿Tienes algún problema conmigo? ―Su voz sonó divertida y su presencia se sintió más cercana.
―Varios. ―Admití por lo bajo y rodé los ojos.
―¿Prefieres a Pan? ―Preguntó después de unos segundos de caminata en silencio, poniéndose a mi lado y esbozando una sonrisa que, aunque pretendía ser divertida, no tenía nada de diversión.
―¿Te escuchas cuando hablas? ―Le respondí, dándole una breve mirada.
Se veía tan alto a mi lado, la complexión de sus hombros junto con su espalda le daba una figura de ensueño, sin mencionar la mandíbula marcada y el cabello rubio cayéndole por los costados.
―¿No? ―Volvió a preguntar, dirigiendo sus ojos hacia los míos y cachando el momento justo donde dejaba de mirarlo.
―¡No! ―Negué, casi avergonzada―. Además, si lo prefiriera no es de tu incumbencia.
―¿Quién decide si es de mi incumbencia o no? ―Refutó.
―Ay por Dios, Félix, yo no... ―Me detuve en seco, justo antes de darle alguna explicación―. ¿Por qué me preguntas todo esto? ¿Acaso estás celoso? ―Mi voz sonó casi tonta cuando lo dije y me odié por eso.
―Celoso ―repitió, en tono de burla―, sí, claro. Como si eso pudiera ser posible. Celoso de que a él no le cortaste la cara y a mí sí.
Félix sabía perfectamente qué broma usar para pegarme en la culpa y todavía no podía descifrar por la razón por la que lo hacía, porque creía haber conocido lo suficiente a Félix como para saber que esa cicatriz no sería motivo realmente de esto, debía haber algo más...
―¿Te quedas callada? ―Su voz interrumpe mis pensamientos.
―No quiero hablar contigo. ―Decidí, y apresuré mi paso.
¿Desde cuándo se había vuelto el camino tan largo hasta el campamento?
―¿Tú no quieres hablar conmigo? ―Casi sonó indignado, claro, una falsa indignación―. ¿Entonces qué? Yo tendría que estar en la otra punta de la isla para estar lejos de ti.
―Pues vete a la maldita punta de la isla. ―Dije de la forma más cortante que pude, dándole gracias a todos los santos de que el campamento se encontraba solamente a unos pocos metros.
―Tú vete, ya lo hiciste una vez. Eres buena en eso. ―Sentenció.
Fue el momento en que me volteé bruscamente a verlo, él se detuvo en medio del camino, sonriendo y esperando que le soltara todas las maldiciones juntas e iba a hacerlo, juro que sí, pero algo en las palabras que me dijo me hizo pensar que tenía razón, entonces no pude hacer más que retractarme.
Lo miré a los ojos esperando encontrar algo que me dijera qué pensaba en ese momento, pero sólo encontré confusión. Esperaba ardientemente una respuesta, esperaba que lo insultara o hiciera algo pero también podía ver que había otra cosa, solamente que no sabía qué era.
Y cuando no dije nada, casi me pareció ver la incertidumbre en su rostro pero no pude analizarla, prefería internarme en la prisión de Pan antes de hacerlo.
Me di media vuelta y entré al campamento, esperando que Félix no estuviera cerca de mí cuando me volteara nuevamente. No lo estuvo.
―Al fin. ―Suspiró una voz aún más reconocida para mí, y me giré a verlo―. La próxima mandaré a una tortuga a buscarte, seguramente será más rápida.
―Cállate. ―Rodé los ojos y me crucé de brazos―. ¿Qué quieres ahora?
―Hey, ¿por qué esa agresividad? ―Pan frunció el ceño de forma provocativa―. ¿Qué te dijo Félix para que te pusieras de malhumor?
―Nada. ―Dijo aquella voz áspera, él apareciéndose desde los árboles, con una sonrisa que aparentaba ser inocente―. Déjala que se entere que la enviarás a trabajar conmigo.
Exhalé todo el aire que tenía en mis pulmones, apenas me había despertado hace poco y este día no hacía más que empeorar. En el pasado, trabajar junto a Félix implicaban peleas eternas en la que ninguno se podía de acuerdo jamás, y ahora sospechaba que pasaría algo similar pero aún peor.
Pelear con Félix era divertido antes, pero ahora, cada día que pasa en esta isla, es como si sus palabras se hubieran vuelto peores que las de cualquier otro, incluso que las de Pan y eso ya es decir mucho.
―Quiero que busquen polvo de hadas. ―Anunció Peter, trayéndome nuevamente a la realidad―. Lleven a un par de niños perdidos y ni piensen en regresar sin algo de polvo.
Aquella orden me dio la respuesta a una pregunta que he estado haciéndome desde que llegué. La isla, al ir acabándose el tiempo de Peter, también estaba muriendo, lo que significaba que el polvo de hada escaseaba, así como su flora y fauna, cada vez se debilitaba más.
Dejé que Félix se encargara de reunir a los niños perdidos que irían mientras yo me mantenía lo más lejos de él, tomando un par de frascos para recolectar lo que pudiéramos.
―Quizás ―escuché la voz de Pan deslizarse por detrás de mí y di un respingo― si haces bien los trabajos que te doy, considere darte los mismos privilegios de antes.
―¿Cuáles? ¿Privacidad que constantemente rompías? ―Negué levemente con la cabeza, tratando de mantener mi cabeza en lo que estaba haciendo y no en el hecho de que él estaba justo detrás de mí.
―Era por una buena causa. ―Suspiró, no lo vi pero estoy segura de que rodó los ojos―. No te enviaré más a trabajos con Félix.
―¿Puedes dejar de mencionar a Félix? ―Respondí, casi dejando caer todos los tubos que sostenía entre mis manos, harta de escuchar su nombre―. Ya...
―Diablos, lo de Félix es serio. ―Dijo Pan, más para sí mismo que para mí―. ¿Tan culpable puedes llegar a sentirte?
Me volteé para mirarlo y realmente determinar si estaba siendo sarcástico o no, pero no. Él realmente no entendía la culpa que yo sentía al pensar en lo que había pasado con Félix, debí saberlo, Peter no era del tipo de persona que entendería, no puede hacerlo.
No respondí, no pude seguir el hilo de la conversación y no quería escuchar más de ese asunto, ya no.
Me aferré a los tubos y emprendí mi camino a los niños perdidos liderados por Félix, dejando a Pan con una mirada confusa en el rostro y a mí con una nube de pensamiento que intentaba desarrollar la idea de por qué la simple mención del rubio me molestaba.
Transitar el extremo norte de la isla era mi actividad favorita cuando estaba triste, claro, hace años. Cuando estaba llena de flores silvestres, arbutos, plantas enormes y polvillo de hadas prácticamente cayendo de los árboles como nieve. No había lugar en la isla más mágico que ese, incluso tenía una cascada a unos metros que era donde solía bañarme.
Claro, eso era antes. En el pasado, en mi memoria.
Ahora, transitando por el mismo camino, años después de haberme ido de aquí, todo había cambiado. Las hojas de los árboles ni siquiera eran de un color verde vivo, sino de un color verde enfermo, caído y casi muerto, la mayoría de las flores estaban marchitas o había dejado crecer espinas grandes, y ya no había aquel polvo verde brillante de hada por ningún lado.
Era realmente deprimente recordarme a mí misma caminando por aquí hace un par de años, donde todo era más bello, y verme ahora, donde todo estaba muriendo lentamente, donde la isla en la que pasé mi vida inmortal moría.
―Busquen y encuentren todo lo que puedan. ―Escuché la voz de Félix ordenar, mientras yo me adentraba en un camino de arbustos―. Pan quiere todo lo que logremos encontrar, todos tomen un frasco.
Los niños perdidos se dispersaron por todo el lugar, buscando entre los arbustos y escarvando las flores. Sería una largo tiempo hasta que uno de nosotros encontrara algo, esto parecía estar más seco que la arena misma.
―¿Tú también recuerdas cómo era antes? ―La voz de Félix se alzó a mi lado.
Giré mi cabeza para observarlo, se había quitado la capucha, lo que dejaba al descubierto aquellos rizos rubios entremezclados con plumas. Me atrevía a decir que nunca había visto el rostro de Félix tan iluminado como hoy, el rubio de su cabello resplandecía y sus ojos grises eran posibles de apreciar, y su rostro...
La cicatriz.
De repente, llegué a la conclusión de que la cicatriz que cruzaba por su rostro lo hacía temible y al mismo tiempo vulnerable, no era algo que te espantara o diera asco, al contrario, era algo que te atraía como un imán. Pero en especial, a mí, me daba culpa.
―Sí. ―Respondí, sin saber exactamente por qué de repente había dejado la diversión de molestarme de lado.
Nos mantuvimos en silencio por unos segundos, antes de verlo voltearse hacia mí con una mirada algo curiosa, casi parecía que estaba a punto de pedirme algo.
―Tú puedes conseguir el polvo de hadas. ―Dijo.
―¿Qué te hace pensar que puedo hacerlo aún? ―Traté de bajar la voz para que nadie más pudiera escucharnos―. La isla se muere, lo más probable es que no haya más polvo.
―Pero tú puedes pedirle, ¿no? Lo has hecho antes.
―¿Cómo es que recuerdas eso? Te lo conté hace años... ―murmuré, mirándolo directamente a los ojos.
Quizás fue la forma en la que tragó en seco o la forma en la que desvió su mirada hacia los árboles lo que me dijo que estaba a punto de mentir.
―Soy bueno recordando cosas. ―Dijo simplemente, volviendo su vista a la mía―. Tienes que intentarlo, Cally. Lo necesitamos.
Cally... no recordaba la última vez que me había dicho de esa manera con ese tono de voz, pasivo, tranquilo, hipnotizador.

Begin Again (Félix, Peter Pan OUAT)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora