Capitulo 4 Un fin de semana

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Aidan Gallagher

Soledad

¿Cómo podría describir la palabra? Quizás cuando no hay nadie, un lugar desolado o sin personas alrededor. Simplemente vacío. Bueno, fácilmente podría describir mi vida con esa palabra: soledad. Aunque había varias palabras con las que podría describirme, esta me destruía por completo. Una de las palabras que le tenía respeto, no era algo que me agradara, aunque estaba acostumbrado a vivirla.

En este momento estaba en mi habitación, tirado en mi cama, sintiéndome vacío por dentro, al igual que mi casa. Estaba tan sola que podía escuchar mi respiración. Pero, ¿qué podía decir? Esto era mi "hogar".

Siete de la mañana y mis ojos estaban abiertos. Me sentía cansado, pero no podía dormir. Solo observaba el techo de mi habitación, esperando que mis ojos decidieran cerrarse para siempre. O bueno, al menos eso era lo que quería. Mi madre no estaba en casa; había tenido que salir con mi padre a un viaje de negocios por su empresa. Y claro, yo quedaba en segundo plano, en el que podía vivir completamente solo. Así que tendría un fin de semana en soledad.

Estaba bien con eso, o al menos hasta que no me volviera loco.

Me levanto de mi cama, sin esperanzas de seguir durmiendo. Mi insomnio había aumentado bastante y no lo controlaba ni con pastillas para dormir. En realidad, no me las permitían por mi manera de "pensar". Bajo a la cocina para buscar un vaso de agua; tenía la boca bastante seca. En los ratos que había podido dormir, había tenido pesadillas. Anoche no fue una buena noche.

¿Y cuándo lo es para ti?

Cierto, mi conciencia tenía razón. Ningún día o noche era bueno para mí. Pero sería una de las cosas de las que hablaría después. Tomo el vaso de agua con algo de ansiedad. No me gustaba la sensación de tener la boca seca. Trago rápido y me asusto por el sonido del timbre, derramando un poco del líquido en mi pijama. ¿Quién vendría a molestar tan temprano?

Dejo el vaso en el mesón y voy hacia la puerta principal. De verdad, no quería ver a nadie. Abro la puerta con cara de molestia, era muy temprano para molestar a las personas. Veo de quién se trata, y me pongo aún más molesto. ¿De verdad no se cansaba?

Vaya día.

Detrás de los molestos sonidos del timbre estaba la chica que había sido mi dolor de cabeza estos días. Vaya mujer más terca, ni siquiera los fines de semana me dejaba descansar de ella. Solo quería un poco de paz, pero debí haberlo sospechado desde que supe que era, literalmente, mi vecina. Hice una mueca para que hablara, supongo que tenía una excusa para estar parada un sábado demasiado temprano en mi casa.

Ella reacciona después de unos segundos.

—Lo siento si te desperté —se disculpa, empezando a retorcerse los dedos.

—¿Qué quieres? —pregunto, tratando de que ya se largue de mi casa.

No contesta de inmediato, pensando un momento.

—Es fin de semana y mis padres se fueron de viaje. Vi tu casa un poco solitaria, entonces pensé que quizás querías algo de... ¿compañía? —balbuceó, con la mirada baja y aún jugando con sus dedos.

Me tomo un momento para respirar. Vaya, no me dejaría en paz.

—No —contesto seco, viendo su expresión de derrotada—. Ayer te repetí que no quería que me molestaras.

—Te dejaré en paz, lo juro, pero solo por hoy, ¿sí?

Hago como si pensara un poco. En realidad, solo estaba haciendo que perdiera su tiempo y se ilusionara. Mi respuesta siempre iba a ser "no".

Una chica alegre y yo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora