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Estaban en clases de matemáticas, Haerin suspiraba de vez en cuando aburrida, esperando volver lo antes posible a su hogar para poder ver a su mascota.

Danielle prestaba atención, pero no exactamente al profesor frente suyo; sus ojos estaban pegados al rostro de la chica de cabellos oscuros. Se veía como un adorable gatito mal humorado, frunciendo las cejas y bufando de vez en cuando.

—¡Marsh, mi clase está enfrente! —le gritó el señor Lee.

Viejo amargo, siempre andaba regañándola sólo a ella. ¡Danielle estaba segura que ese calvo tenía algún problema con su presencia!

El timbre sonó luego de media hora, y con eso, dio fin a la jornada escolar. Haerin salió casi corriendo hasta la salida, ansiosa por ver a su pequeño.

Danielle le siguió el paso y, una vez a su lado, preguntó:

—¿Quieres ir a mi casa? Mi mamá no estará y podremos hacer karaoke con la música hasta el máximo —invitó, entusiasmada.

Triste quedó cuando la de ojos gatunos rechazó su oferta, diciendo que ahora era madre y no tenía tiempo para esas cosas.

—Pero tú ven conmigo, Dani —ofreció, con una sonrisa.

Danielle aceptó y caminaron hasta la casa de la menor. Quedaba a unas cuantas cuadras, nada lejos.

Al llegar y adentrarse a la habitación de Haerin, lo primer que ésta hizo, fue pasar al menos unos veinte minutos acariciando a su gato regalón, por lo que no notó esa mirada de celos que le estaba dando Danielle.

Ella también quería atención.

—¡Haerin! —gritó, ya molesta—. Deja ese maldito gato y mírame a mí.

—Maldita será tu madre, desubicada —le lanzó una mirada fría y después le sonrió al animal, volviendo a ignorarla.

—¡Uhg! Al menos si no me prestarás atención, déjame tener yo a tu gato.

Se acercó a la coreana, quedando a su lado. Acarició al lindo gatito negro, quien la miraba curioso. Comenzó a pasar su mentón por la mano de Danielle, con los ojos cerrados.

—¡Mira! Me ama —casi se pone a llorar cuando el felino empezó a ronronear totalmente a gusto—. Dios... Nunca lo había visto tan de cerca, es hermoso.

—Lo es —respondió Haerin, ella miraba al animal feliz en los brazos de Danielle y sintió algo estallar dentro suyo.

—¡Ya sé! Como no le pondrás Danielle, al menos déjame ser yo su padre —habló, feliz—. Tú eres la mamá y yo el papá. ¡¿No es lindo?!

—¡No! Cookie no necesita un padre, yo soy suficiente —reclamó, arrugando la nariz suavemente, luciendo igual a Cookie cuando estaba enojado.

Que manía tenía Danielle con comprarla con gatitos.

—Entonces seré su otra madre... —dijo—... Eso te convertiría a ti, en mi novia, Haerin —volvió a hablar con una sonrisa, la cual aumentó al ver los cachetitos de su amiga adoptar un lindo rosa otra vez.

—¡Idiota!

marsh kang kitty | daerinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora