Nostalgic soup for a cold heart.

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2022

Le extendí el café a Porsche una vez que nos vimos fuera de aquella plaza en el centro de la ciudad, acababa de amanecer, no pasaban de las siete de la mañana. Habíamos tomado cuanta medida necesaria pudimos para no ser descubiertos y de cierta forma, creímos que lo logramos, Porsche inclusive se dio el tiempo de ir a dejar a su hermano a quien sabe donde.

En mi cabeza aun pasaba toda la escena de dos días antes, esa que no me dejó dormir del todo, las lágrimas de Pete una vez más, sus manos apuntando a mi cabeza, ese abrazó que me permitió darle una vez más, la corta oportunidad de poder sentir su cuerpo inundando mi corazón de emociones diversas: primero el amor, el amor profundo que no podía negar que tenía por el, que cuando me autorizó tomarlo en mis brazos quise confesarle todo, pero al mismo tiempo estaba esa contraparte, esa que me odiaba a mi mismo por hacerle llorar, por sentirlo temblar, de impotencia, de dolor, no lo se, todo eso me dolía más que los golpes que entre él y Porsche me dieron. Ahí, de rodillas a su lado escuchando sus sollozos y repitiendo una y otra vez que lo sentía solo quería decirle que se fuera a mi lado, que huyéramos juntos de toda esa masacre, suplicarle y yo, jamás había suplicando a nadie en mi vida, a nadie más que a Pete.

—¿A dónde vamos a ir? —preguntó el moreno sacando un cigarrillo acompañado del café, un patético primer desayuno de la mañana para un par de desesperados como lo éramos los dos.

—Lo sabrás cuando estemos ahí, mientras menos hablemos en el camino de esto, mucho mejor. No podemos arriesgarnos. —Me tomó todo un día completo y una madrugada entera reuniendo a mis mejores contactos, el dinero y buscar al tío de Porsche, todo mientras mi padre seguía creyendo que estaba yo en la safe house. Ese era, por así decirlo, el primer grito de rebelión, mi primera manera de sublevarse a las peticiones de mi padre. Seguramente iba a pagar caro por ello.

Bebimos el café en silencio, estaba harto de los suspiros ansiosos de Porsche.

—Para ya, me estás poniendo nervioso. —

—Tal vez debí confiar en Kinn, contarle las cosas, tal vez él se pondría de mi lado, encontraríamos una explicación a esto... —murmuró maldiciendo varias veces dando vueltas como un felino en una jaula, yo, recargado en la motocicleta solo le miraba fijamente.

—Bueno, entonces regresa el dinero y vuelve por donde has venido, si tanto quieres solucionar las cosas debiste entonces decírselo a él. Aunque tú y yo sabemos el resultado de eso, todos nosotros, P'Khun, P'Kinn, Nong Kim, Nong Macao -y aún me atrevo a incluirme en ello a cierto grado- tenemos la cabeza lavada y manipulada por años y años. Nos programaron desde niños con la idea de que la familia es lo más importante y debemos protegerla inclusive con nuestra vida, por ejemplo la segunda familia debe proteger hasta la muerte a la primera familia. Ellos son sumamente valiosos. —Nosotros éramos desechables, padre podía preñar a cualquier mujer y que siga la maldición. Pero Kinn, Kim, Khun eran tesoros a los ojos de todos.

—¿Qué hay de ti? ¿Por qué no tuviste el valor de decirle todo a Pete? —Esa pregunta golpeó mi cabeza dejándome una pequeña migraña, yo también me hice esa puta cuestión todas estas horas. ¿Por qué? ¿porque fui tan cobarde de irme? Mi única respuesta era que tenía miedo, que me llene de valor para buscarlo pero en el momento que lo tuve frente a mí, todo pensamiento intrusivo me dijo que era mala idea, que a mi lado solo correría peligro.

—por idiota. —Atiné a decir ante la ausencia de un buen comentario. Tiré mi café o lo que quedaba de ello en un cesto de basura y apagué el cigarrillo. —Es hora de irnos, vamos a unas horas fuera de la ciudad. Acomoda la mochila con el dinero que llevaba a mi espalda, este día parecía ser de aquellos interminables.

My Second ChanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora