Like dying in the moon

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Warning:

Este capitulo contiene temas que pueden causar un poco de incomodidad porque hablan de ansiedad, depresión e intentos de suicidio. Por favor personas sensibles favor de contemplar las alertas antes de todo.



Días del presente pasado.

Despertó sobresaltado, desorientado y dolorido. Su mano instintivamente fue a su frente, sintiendo la cálida y pegajosa sangre ya ligeramente pegada a su piel, denotado que llevaba más tiempo de lo usual ahí. Aún estaba en la húmeda y oscura habitación aquella, esa que giraba a su alrededor mientras luchaba por darle sentido a su entorno. El único sonido era su propia respiración entrecortada, agitada tanto por el dolor físico como por la confusión del despertar abrupto. Lentamente, se incorporó, su cabeza palpitaba con cada movimiento. Buscó recuerdos, tratando de reconstruir los momentos fragmentados antes de perder el conocimiento. ¿Cómo terminaron así? Recordó la rabia que lo había consumido cuando su padre le tiró la comida, cuando le dio aquella bofetada que lo hizo entrar en un momento de ira, de odio y de sentimientos llenos de rencor y desesperanza, eso que hizo que desatara en un torrente de palabras hirientes dirigidas a Pete, la única persona que en ese maldito hueco donde lo tenía prisionero, le había comprendido más que todas las personas a lo largo de los años.

—Pete... —Vegas habló despacio, débil pero con su voz ronca y llena de desesperación. Salió a trompicones de la habitación, llamando, esperando contra toda esperanza que realmente él no hubiera escapado. —¡PETE! ¡Sal de donde estés, deja de jugar! —La villa parecía inquietantemente silenciosa mientras buscaba frenéticamente, su corazón se hundía con cada habitación vacía y cada llamada sin respuesta. Luego, en uno de los senderos del jardín, vio algo que le heló la sangre: unas esposas ensangrentadas tiradas en el suelo. Se le cortó el aliento en la garganta mientras caía de rodillas, mirándolos con incredulidad.

—Pete... —Su voz se quebró, una mezcla de angustia y negación se apoderó de su corazón. Permaneció allí durante lo que pareció una eternidad, mirando fijamente hacia el río, como si esperara que apareciera Pete, para demostrar que todo aquello no era más que un terrible malentendido. Miró a todos lados, a lo lejos, a muchos kilómetros más allá podía ver a algunos pescadores trabajando, pero no podía arriesgarse a preguntar, no podía arriesgarlo a él tampoco. Se mantuvo en silencio, su cabeza era un mar de confusiones, de sentimientos que no lograba entender del todo. ¿Estaba enojado? ¿asustado? ¿triste? No lo sabía, su mente parecía tener black outs emocionales.

—Volverá. No debe tardar. — murmuró Vegas para sí mismo, sus palabras fueron un frágil intento de tranquilizar su mente destrozada, abrazado a la negación. —Sólo... solo necesita tiempo para respirar... volverá... —Con gran esfuerzo, se obligó a ponerse de pie, balanceándose ligeramente mientras regresaba a la villa en una especie de trance depresivo. —Lo esperaré —susurró Vegas, su voz apenas audible mirando hacia la cocina, ¿debería cocinar de nuevo? Esta vez para la cena, y limpiará la habitación, quitaría los paneles que oscurecían las ventanas para que el pudiera ver el sol. —Haré todo bien cuando regrese...—

***

Eran cerca de las diez de la noche, Vegas estaba sentado solo en su habitación, el aroma de la comida que había preparado cuidadosamente para él y Pete persistía en el aire. La mesa estaba puesta con meticuloso detalle, reflejando su deseo de que, cuando Pete abriera la puerta mirase todo lo que hizo por él, que su sonrisa le quitara todo el peso sobre sus hombros. Poder sanar las heridas que tenía y cenar juntos. Pero las horas pasaban, ¿Por qué tardaba tanto? De repente, la puerta se abrió con un chirrido y Vegas se giró, esperando ver el rostro familiar de Pete. En cambio, fue Nop quien permaneció allí, con expresión solemne.

My Second ChanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora