Bukowski de cuneta

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El corazón latía a cien por hora, acompañado de mareos y lágrimas. Maldita pandemia, pensaba para si mismo, ya que volvió temeroso y tenebroso, incluso culposo, por qué no es normal pensar que vas a romper el toque de queda cuando en realidad existe libertad (no sé si para amar del todo sin que te miren con asco, pero al menos volvi a correr por las tardes - noches, peor es nada pensé)

Llegó el momento: estoy en el metro, sudando frío, caminando en círculos si doy el primer paso siendo las diez o si no huyo como vil rata a mi casa, total no sería la primera vez que reculo a última hora.

Diez con una de la noche
Llegó el momento de caminar
El galpón estaba a tres minutos, pero fueron angustiantes. Sentí que cruzaría un cuchillo sobre mi cuerpo o me gritarían la vida por andar de negro con turquesa pero no fue así.

Tensa calma invadió mi sien hasta ver el galpón, en el cual habían tres personas, perfectos desconocidos que estaban en la misma que yo, desafiando la soledad para empezar a gozar o al menos aislarse en el celular si te iba fatal.

Se abre la puerta y el Edén se iba imponiendo al Hades: luces de muchos colores, elixir de sensaciones y vibraciones para desafiar la mente, papas chorreantes y humeantes, acompañados de romance te puedo dar.

Empezó la noche: el hielo se empezó a derretir con torero

Aparecieron estrambóticos disfraces, pelos color caramelo y cuernos gritando rojo carmesí

Si tu lo deseas puedes volar, el mundo he de cambiar y sálvame del abismo, sálvame de la soledad empezó a sonar, alarmas que permitieron a los excluidos por los normies unirse a cantar y por qué no llorar y gritar. Claramente no era un Argentina versus Inglaterra, pero si empecé a tomar palco y a vacilar.

Sin embargo una puerta oscura empezó a gritar ven y salva mi dolor, por lo que decidí acercarme a ver qué pasaba.
Dos damiselas decidieron abrir la pista, llena de sillones, televisores, grafittis y almanaques abandonados, objetos que fueron testigo de una hermosa bacanal, en la que me miraron, me agarraron y me lanzaron a bailar.

Doy gracias a que no me fui, pensaba, por qué estaba volviendo a dar la vida. Dos años de encierro empezaron a desaparecer en diez minutos y me empecé a sentir guapo otra vez, sentimiento acrecentado por la llegada de un cuarteto que me bailo y me tocó, incluso beso de a tres me correspondió.

La noche empezó a girar de su canto piola a clones de Zeus y Atenas exponiendo su mejor mercancía: girls and boys, boys and boys, girls and girls. Ramazotti, cannabis, cold beer y fierros de night club.

Todos compartiendo con todos a partir del grado uno, grado dos, grado tres, o si te dio la timidez te facilitaban el vaso o el caño, para sumergirse en la acción

Maids sobre tu cara cumpliendo tus fantasías, chicos lanzándose latas para luego pedirte perdón de manera exagerada, metaleros bailando Vogue y post punk vacilando la cumbia no asumida, hasta llegar cenicienta a anunciar la calabaza a las ocho, momento terrorifico en que los vampiros excitantes se convirtieron en zombies que odian el sol, situación que no fue excusa para compartir los instagram, acompañarse al vuelo intergaláctico a casa, dormir en un rincón, o cómo lo fue en mi caso acompañe a las damiselas de retorno a su comarca dejándolas sanas y salvas, para luego engañar el vacío estomacal con un café a la vena, el cual directo a la yugular amenazaba con matarme, pero si correspondía dejar el infierno, sería con felicidad.

Delirios RealesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora