Draco Malfoy.
[Hace un mes, 01/08]
Hace poco reaparecí en la vida de mis amigos, estuve un tiempo ausente por el caos en el que se terminó de convertir mi familia después de la guerra, una de las miles razones por las que tuve que darle fin a mi relación con Astoria. Desde ella no volví a tener nada serio, y la verdad es que no me arrepiento. Igualmente, estoy eternamente agradecido por la luz que le dió a mi vida cuando lo único que hacía era hundirme en mi propia miseria.
Comencé a trabajar en el ministerio como auror, hace un par de años, junto a Theodore, Blaise y Daphne, que aunque no me gustara admitirlo en voz alta, se habían convertido en personas bastante importantes y presentes en mi vida.
—Ya te dije que no puedo ayudarte.
Llevaba media hora intentando hacerle entender a Theo las razones por las cuales no quería ser profesor en hogwarts. Es decir, ¿no es obvio?, no tengo ganas de pasar tiempo con adolescentes estúpidos que me van a estar recordando que yo era igual, o peor.
—Por favor, sabes que no te lo pediría si no fuera importante
—Ambos sabemos que aunque no lo fuera me lo pedirias, ¿Por qué no envías a Daph?, está claro que ella lo haría mejor que cualquiera de nosotros.
—Ya lo intenté, pero no puede. Tiene un viaje de trabajo a finales de Agosto, no llegaría a tiempo para comenzar el año.
—Ah, soy tu última opción.
—Deja de ser dramático, pero si, lo eres. Porque sabía que te negarías rotundamente, pero ya me quede sin opciones.
—¿Me recuerdas la razón por la que no puedes ir tú a hacer el trabajo que te pidieron?
—Claro, Draco. Será tal vez porque para esa fecha va a estar naciendo mi hijo, ¿no se te había ocurrido?
—¿No te da vergüenza? traer otra persona al mundo siento tan joven. —Bromee, sabiendo lo mucho que le irritaba que le dijeran eso, aunque estaba en una buena edad para ser padre.
—Bueno, ¿me vas a ayudar o no?
—¿Tengo otra opción?
—No.
—¿Entonces para qué me preguntas?
—Me dan ganas de tener ese hijo contigo
—Esta es la parte donde me propones matrimonio. —Susurré.
—Draco Malfoy. —Susurró de la misma forma.
—Theodore Nott.
—¿Me harías el honor de ser mi esposo?
—No, pero te agradeceria si me concedes el honor de traerme un café.
[Actualidad, 01/09]
Estaba finalizando mi primer dia como profesor de defensa contra las artes oscuras, y comienzo a preguntarme en qué puedo inventar para tomarme un par de días libres.
Había hablado con Isabella hace ya varias horas. No sé si fue mi impresión, pero llamó mi atención cuando pasó por esa puerta, creció mucho, no la veía hace tanto y la notaba diferente, era como una especie de campo magnético que me traía más y más, con ganas de conocer mucho más allá de la fachada que siempre supe que tenían los Parkinson.
Iba camino a la torre de astronomía, con la esperanza de que estuviera sin alumnos hormonales intentando esconderse de los prefectos.
Comencé a subir las gradas, luego de recibir múltiples saludos cordiales de estudiantes vigilando que no hubiera nadie fuera de sus salas comúnes, rezando por no encontrar nada desagradable al llegar a mi destino.
Sorprendentemente, la imagen con la que me encontré no era para nada lo que esperaba. No era desagradable, ni tampoco eran adolescentes que no podían controlar sus hormonas.
Era la misma persona en la que venía pensando hace un par de meses atras, que me había arruinado toda la conversación que había planeado tener, que me invitó a una fiesta para ayudarme a arreglar las cosas con mis amigos.
Aclaré mi garganta, para que supiera que estaba ahí, sin la intención de asustarla cuando se enterara, aunque fue completamente en vano.
Se dió la vuelta, quedando estática en el lugar que se encontraba, tirando por la borda el cigarrillo que se había comenzado a consumir entre sus dedos, poniéndose de pie rápidamente, mientras alisaba su falda e intentaba esconder la caja de la que supuse que lo había sacado, junto a un encendedor de color verde esmeralda.
—P-profesor.
—No hace falta que lo escondas, venía a lo mismo de todas formas. —Dije con un poco de gracia al notar como intentaba que no se notara el humo que quería salir de sus pulmones cada vez que abría la boca.
—Lo siento, si quiere lo dejo solo.
—No te preocupes, quien te interrumpió fui yo. De todas formas, ya tienes edad y seguramente razones para hacer lo que sea que hagas. —Intenté tranquilizarla, dándole a entender que claramente no iba a castigarla.
Cerré la puerta y me acerqué al borde, tomando asiento con suficiente espacio de donde estaba ella antes de que yo llegara, para no incomodar de más la situación.
—Uhmm.. sí, claro. —Murmuró mientras se sentaba de nuevo, sacando otro cigarrillo de su caja y poniéndolo en sus labios, mientras me acercaba la cajetilla a mi, ofreciéndome uno, el cual acepté y encendí con un encendedor de color negro que traía en la bolsa de mi chaqueta del mismo color.
Comenzamos a hablar sobre ambos, haciéndonos sentir, o al menos a mi, como si fuéramos dos simples amigos teniendo una conversación agradable, sobre nuestros gustos, que eran muy parecidos y al parecer encajaban muy bien.
Nos quedamos ahí hasta que se hizo bastante tarde, perdiéndonos en las estrellas que si las miramos muy fijamente, solo veíamos los ojos del otro.
La llevé hasta su sala común, para ahorrarle el castigo en caso de que se cruzara con algún prefecto, y después de un;
—Buenas noches, Draco. Te veo mañana, descansa.
Me fui directo a mi habitación, completamente lleno y ansioso de que eso se cumpliera.