𝐋𝐚 𝐞𝐦𝐩𝐞𝐫𝐚𝐭𝐫𝐢𝐳 𝐫𝐨𝐭𝐚

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TW: ESCENAS DE VI0L3NCI4 $exU4L (se pide discreción)

Me desperté poco a poco, atesorando el sopor que me envolvía las sábanas tibias en las que estaba metida hasta el cuello. Abrí los ojos descubriendo que la habitación ya estaba iluminada por completo. ¿Qué hora era? Me giré para poder mirar el reloj de la pequeña mesita de noche del hotel. Eran las doce y media.

Los demonios no necesitamos dormir pero para mí es de esos placeres que me hacían mantener esa humanidad viva y presente. Al dormir, no era la regente de un ejército de demonios, no era un demonio ni inmortal, casi no tenía que pensar en las almas que recolectaba, mi pasado ni en mi futuro, solo estaba envuelta en la suave nada del silencio.

Cuando dejé de sentir pesadas mis extremidades, me senté en la cama a pensar. Tenía tres días antes de regresar a Londres, aunque pensaba en retrasar mi regreso un poco más yendo a Noruega a ver como iba todo en mi casa. La noche anterior no había mentido del todo al hablar de quién era yo, pues en Noruega tenía una pequeña mansión en la que se hospedaban demonios que conocía y apreciaba. Algunos demonios de muchos siglos de antigüedad encontraban la paz alejados de los humanos, descansando de nuestra interminable y horrible tarea, que con el tiempo se volvía escasa para los viejos como nosotros, porque seríamos pecadores eternos o porque se rehusaban a reencarnar. Así que compré una casa para poder descansar y la convertí en un refugio para mi gente, un lugar en el que pudieran ser ellos mismo sin penas mortales. Pensar en demonios trajo de vuelta a mi mente el apuesto rostro de quien había sido mi compañía anoche...

Abraham

Estuve dandole vueltas a la situación todo el camino regreso al hotel, llamé a Lucifer y le conté sobre Abraham y las sospechas que tenía sobre él, pero le rogué que no tomara acciones hasta que nos encontráramos en persona. Sin embargo, no tuve la fuerza para contarle lo que no podía dejar de pensar desde que salí de aquel club: sus ojos eran los ojos de mis sueños.

Desde que me convertí en inmortal he tenido sueños recurrentes, algunos sobre las almas que recolectaba, a veces sobre mi antecesora, y en muchas ocasiones sobre unos ojos ambarados  que me observaban a la lejanía. Sin un rostro ni alguna voz, aquellos hermosos ojos solo me miraban con calma hasta que despertaba. Hacía tiempo que había conocido a un médico militar cuyos ojos dorados rememoraban mi sueño. Ese médico salvó mi vida y yo confundí la gratitud con amor y desgraciadamente, ahora no podía sacarme de encima "ese amor" por el cual hace años yo habría entregado todo. Así que no quería hacerme ideas sobre los ojos de Abraham, que por supuesto eran hermosos, pero no estaba en mis planes arriesgar todo lo que llevaba décadas logrando solo ojos bonitos. Tampoco es que la conversación con Abraham hubiera sido tan mala; sino todo lo contrario, cada segundo que charlabamos me sentía más intrigada por él. Y parecía que el sentimiento era mutuo, me miraba con una fascinación de un niño entrando por primera vez a una dulcería. De pronto una llamada me sacó de mis cavilaciones.

Edward (15 llamadas perdidas)

Suspiré resignada y pensé en la posibilidad de dejar que siguiera sonando hasta que se cortara.

— ¿Diga?

— ¡¿Se podría saber porqué carajo tomaste un avión a América y no me lo dijiste?! —casi sentí la saliva que escupía al gritarme atravesar el celular.

— Buenos días para ti también, Edward —saludé con ironía—. Estoy bien, me alegra que tu igual estés bien. Vine a América a cumplir asuntos que no te importan en lo más mínimo, ahora... ¡¿Podrías dejar de gritarme cada vez que hablamos?!

— ¡NO ME RESPONDAS ASÍ, LILITH! ¡Estaba preocupado por ti y tu estabas en un maldito bar de quinta en Long Beach!

— ¡Vaya! ¿De verdad te preocupas por alguien que no seas tu? Eso sí que es algo nuevo —respondí mordaz.

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⏰ Última actualización: Sep 03 ⏰

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