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Ana se removió incomoda en su cama al sentir los rayos de sol impactándose directo sobre su cara, trato de darle la espalda a su enorme ventana, poner una almohada sobre su rostro hasta esconderse debajo de sus sábanas pero fue en vano, tenía el sueño tan ligero que el simple brillo que sentía detrás de sus párpados la obligó a salir de la cama tan temprano en un sábado cuando era de los pocos días en los que podía descansar.

Se sentó en su cama y vio todas sus sábanas revueltas contrastando a la impecable y bien organizada habitación que tenía, a regañadientes camino hacia su baño repochándose por no haber puesto las cortinas la noche anterior.

Los sábados normalmente tenía las mañanas libres y en las noches siempre tenía uno que otro compromiso, cenas con socios o fiestas de gala en las que muchas veces se aburría pero estaba en la obligación de asistir por educación.

Su padre había muerto varios años antes y ella había heredado el banco que su padre junto a su abuelo habían fundando con sacrificios y esfuerzos, habían comenzado como un pequeño banco local de ahorros para los que vivían a sus alrededores sin embargo fue creciendo poco a poco y ella se vio en la obligación de tomar las riendas en lugar, desde que Ramón Araújo y el gra amor de su vida la habían abandonado, no tenía más escapatoria que su trabajo, había pasado horas encerradas en su oficina planeando como hacer crecer el banco, había pasado otras más resolviendo conflictos internos en el y tratando de extenderlo y después de mucho había conseguído lograr cada una de sus metas, no solo era la dueña y presidenta de uno de los bancos más rentables de Miami, también había sido nombrada cómo una de las empresarias jóvenes más exitosas del momento, para ella todo marchaba a la perfección en su vida laboral sin embargo muchas veces sentía que le faltaba algo, eso que hace mucho tiempo lo había tenido y por malas decisiones que había tomado se había ido.

Cuando salió de ducharse se colocó unos shorts de correr y una simple camisa, había decidido quedarse todo el día en casa mirando películas mientras comía lo que encontrará en sus anaqueles o ordenaria algo si su hambre era mayor, la verdad no era gran fan de la cocina, de lunes a viernes almorzaba en la oficina y los fines de semana comía algo rápido que encontrará en su refrigerador o en los anaqueles los que Ericka, la señora que iba dos veces a la semana a encargarse de la casa, abasteciera con comida.

Cuando llegó decidió desayunar unos cereales con leche mientras veía un documental de círculos en los cultivos en Discovery channel sintió como el teléfono de su casa sonaba y de mala gana fue a contestarlo sin tener más opción.

Llamada telefónica.

- Señorita Gabriel siento molestar pero un hombre la está buscando - Dijo el portero apenas contesto.

-¿Quién es?- preguntó desconcertada tratando de recordar sí había hecho una cita ese día pero por más que intentaba más se daba cuenta de que no era asi.

- Dice que se llama Alberto Aguilera y necesita hablar con usted de un tema legal - respondió su portero.

- Está bien, déjalo pasar.

- Está bien señorita Gabriel, tenga un buen día.

- Tu también Fran.

Ana corrió a la habitación y se colocó algo más prudente para la ocasión, no sabía de quién se trababa pero si iba a buscarla un sábado a su casa era razón suficiente para saber que era importante, bajo las escaleras al segundo piso de su planta tan rápido como pudo cuando sintió que tocaban a su puerta y miró por el pequeño orificio para ver si recordaba a la otra persona de algún lugar sin embargo no tuvo éxito, para ella aquel hombre era un completo extraño y no tenía idea de cuál era la intención por la que estaba ahí.

La llegada de Líah ( VerAna )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora