La derrota de Víper

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[...]
Era inútil, no podría lograrlo. Aquel horrible villano había lanzado al poderoso héroe Víper contra la pared por quinta ocasión. Debajo del traje, Yūdoku Seikai, podía sentir al menos dos costillas rotas. Pero no lo dejaría ir, al menos no tan fácil.

El villano siguió su camino mientras él apenas podía levantarse. Sólo debía darle un toque con los guantes de su traje, un poco de su veneno bastaría para detenerlo, al menos hasta que un héroe más competente llegara.

-Vamos- la voz de Víper era débil, como si usará las pocas fuerzas que le quedaban para hablar -Termina bien conmigo-. Trató de llamar su atención sin lograrlo. El villano ni siquiera lo miró.

Un siseo se escuchó debajo de su máscara de metal, tal vez porque estaba furioso, o tal vez porque Yūdoku sentía miedo. Esta vez no creía poder con esto. Pero aún había una pequeña llama en su pecho, él era un héroe al fin y al cabo.

-¡Mírame infeliz- logró ponerse de pie. Sólo lo necesitaba un poco cerca, solo un toque. -Ni siquiera puedes terminar el trabajo, idiota-. Provocarlo no era la mejor idea, pero era la única en su cabeza.

Esta vez el villano lo escuchó. Giro sobre su hombro, mirándolo con esos ojos sin luz. Un sonido similar a un gruñido se mezclo con el siseó de Víper, quién apenas podía mantenerse de pie.

Se acercó al héroe con pasos pesados y lentos, acercó su mano al cuello de Yūdoku y sin vacilar lo levanto en el aire.
La víbora intentaba atravesar su piel para poder inyectarle veneno, pero era inútil. Apenas podía respirar, ¿cómo podría detenerlo?. Sus manos ya no tenían fuerza para atacar.

Ahora, las manos del poderoso Víper se aferraban a aquel villano intentando detenerlo. Sentía como el aire se escapaba de sus lastimados pulmones y sus brazos apenas podían sostenerlo. No lo logró.

Miró una última vez a los ojos del villano, era el fin. No podía creer que esos asquerosos ojos serían lo último que vería.

-No estorbes, basura-. Gruñó. Y, por última vez, lanzó a Víper hacia la pared detrás de ellos como eso, como basura.

Yūdoku cayó, su cuerpo ya no respondía. Solo pudo escuchar los pasos de aquel villano alejándose, dejándolo ahí a morir. Ni siquiera pudo ver cómo escapaba.

Comenzó a preguntarse si moriría de dolor o de desangramiento. Comenzó a recordar su vida como lo hace la gente que va a morir, porque eso haría: morir.

Pensó en Kuhaku, su hermano mayor. Creía que recordaría algún momento importante y magistral, como su graduación o el día en que le pidió que fuera su padrino de bodas; pero no. En lugar de eso recordó a su hermano más joven, de unos catorce años enseñándole a sumar.

"-No Yūdoku, este número no va ahí-" recordó la voz de su hermano mayor con claridad "-ah, ¿sabes qué? Esta bien, tu ganas, tomaremos un descanso... Pero si padre pregunta, terminaste la tarea a tiempo, ¿De acuerdo Doku?-"

Tirado en el piso Yūdoku logró sonreír un poco. Iba a morir y él solo recordaba lo mucho que odiaba la tarea de matemáticas. No, recordaba un momento feliz con su hermano mayor. Pronto, el recuerdo cambio... Solo un poco.

"-No Colmillos, ese número no va ahí-" Esta vez sonaba su propia voz. A su lado estaba un pequeño castaño de ojos amarillos y sonrisa inocente, que tampoco sabía sumar.

"-Ahí se ve bien Doku-" decía su pequeño sobrino, Kotae Seikai quién apenas comenzaba a aprender las sumas y que prefería que lo llamarán Colmillos. El niño le apunto con la mano, mostrando esas extrañas marcas rojas en las puntas de sus dedos y dijo "-Creo que tú no sabes sumar tío Doku-" solo para reír después.

El recuerdo de su pequeño sobrino sonriendo se desvaneció lentamente, ahora solo podía ver el cielo nublado sobre él, y algunas manchas negras que dudaba estuvieran ahí realmente.

El dolor era tan intenso que su cuerpo casi había dejado de sentirlo. De hecho, sentía mucha paz. Incluso parecía que había olvidado dónde y como estaba. Sonrió una última vez recordando a ese pequeño molesto y ruidoso.

-...Mocoso insolente-. Soltó para sí mismo con una sonrisa que pronto borró. -Tengo que volver con él-. Dijo en voz baja.

Con sus últimas fuerzas intento ponerse de pie una vez más, y lo logró. Solo para caer en un charco de su propia sangre, justo unos segundos después.

Su cuerpo finalmente dejó de responderle. Era todo, este sería el final de "El Gran Víper, el héroe venenoso".
Al menos, fue lo que ella creyó...

La Víbora que se enamoró de una RosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora