La jueza lagatanegra03 se interna por las oscuras calles de Madrid. La fría y fina lluvia cae sobre la capa negra que lleva, los tacones de sus botas resuenan por el empedrado resbaladizo, pero se aproxima a paso rápido para llegar al viejo cementerio. Tiene que llegar para repartir las tareas del grupo: Diego y Sara dirán los premios de poesía; para los de Aventura se les sumará Plata, al que ha enviado esta mañana cuando se lo encontró en un centro comercial de la periferia bebiendo agua de macetas vacías, y para los de Hombres Lobo, El Gris y Álex porque no están haciendo nada.
Al llegar abre la verja del viejo cementerio que sirve de reunión para estas personitas tan diferentes unidas por sus propios propósitos en este misterioso y tortuoso camino llamado vida. El gato del Gris maulla justo a sus pies, ella frena sus pasos y el pequeño minino roza su escuálido cuerpo en sus piernas. Después de este pequeño gesto de cariño corre en dirección a unos grandes árboles. Ya sabe lo que pasará ahora...
—Estoy hasta los cojones de ese estúpido gato, juro que le voy a retorcer el pescuezo -chilla Diego—. El Gris me va a escuchar, ya hemos tenido suficiente. Podemos buscar otro mensajero más pacífico y menos roñoso que ese feo, flacucho, maloliente y malhumorado gato.
El niño de pelo castaño tiene los ojos llorosos y no sabe qué hacer con sus manos. ¿Palparse el feo arañazo que le ha hecho el gato teniendo los dedos tan sucios por haberse apoyado en el barro del suelo al caerse casi de cara? ¿Y si coge una enfermedad?
—Toma un poco de agua para lavarte esas manos —le ofrece Sara sacando de su pequeña mochila una botellita—. El gato no va a ir a ninguna parte, es fiel a El Gris. Solo no le gustará algo tuyo, olerás a perro —bromea.
—Le voy a estrangular —masculla sentándose en una tumba—. Siempre es a mí a quien ataca, siempre es a mí a quien le toca la parte chunga de las misiones y...¿es que acaso alguien me lo recompensa? ¡No! Ya me echaréis en falta, ya...
—Bueno, puedes presentar los premios y menciones especiales de poesía —sugiere desinteresadamente Sara.
—Odio la poesía —gruñe malhumorado. Su cuerpo se retuerce un poco y él se queja por los repentinos calambres—. Está bien, está bien. Eso no es verdad. A los que sí odio son a los ángeles, cuando vaya al infierno si encuentro la manera de que puedan bajar los arrastro por esas aluchas.
El niño se cruza de brazos esperando una reacción de Sara. Ella solo sonríe dulcemente, sabe que Diego tiene algunos poemas escritos y que el enfado pronto se le pasará. La jueza también sonríe desde la copa de un árbol. No los ha leído pero sí ha podido disfrutar de los que se presentaron al concurso.
—No te veo muy animado como para ponerte a...
—¡Los digo yo, los digo yo! —exclama cambiando su cara de enfado por una pequeña sonrisa. A veces es un poco caprichoso.
—No, no —replica Sara para hacerle de rabiar—. Ahora los digo yo y después tenemos que ir al hospital que un familiar...
—Me niego. Preséntalos tu si quieres... —balbucea Diego—. Te pasas tía.
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SUMMER HEA EDITION AWARDS 2022 (CONCURSO FINALIZADO)
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