6.

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Dicho y hecho, Tigre y sus amigos iban ganando la carrera, le llevaban ventaja a los otros corredores que trataban de alcanzarlos pero no les daba.

—¡Eso tigre!—Gritó Sue cuando el auto pasó cerca, pero seguramente él no escuchó ya qué pasó demasiado rápido.

Chad y Lucas estaban mordiéndose las uñas ya que habían apostado mucho dinero, no le quitaban el ojo a la calle.

Después de varias vueltas muy reñidas, Tigre llegó en primer lugar con su grupo, todos les aplaudimos fuertemente por la gran hazaña, ni loca haría eso.

Chad y Lucas casi lloran de la felicidad al ver que habían ganado la apuesta, se fueron corriendo como dos niños a reclamar su dinero.

Sue corrió a saludar a sus amigos y a felicitarlos, le plantó un beso a Tigre en la mejilla porque ella también había ganado.

Me di media vuelta para sentarme en una banca que había visto, me dolían los pies de estar parada viendo autos, me llevé un susto de muerte cuando vi a Dante ahí parado frente a mí.

—¿Tan feo soy?

Claramente no lo era ni un poquito.

—Si.

Esquivé su cuerpo y su mirada siguiéndome como un sabueso y me senté en la banca para relajarme, me crucé de piernas y me metí las manos al bolsillo, hacia mucho frío.

—En la escuela no te parecía feo.—Dijo mientras se paraba al frente, me quedé muda cuando dijo eso, las manos hasta se me pusieron calientes en ese instante.

—Tenía siete años y muy malos gustos.—Lo enfrenté.

El apretó los labios, creo que no se esperaba que le respondiera algo, supongo que pensaba que seguía siendo la misma niña que no era capaz de hablar en la escuela.

—¿Cuáles son tus gustos entonces?—Protestó sin poder quedarse callado, a él que le interesaba saber que me gustaba.

—No te importa eso.—Me paré de la silla, no quería seguir con la conversación.

—Por eso no tenías amigos.—Soltó de repente, me hirvió la sangre, quise darle un puño.

Antes de perder la paciencia, cerré los ojos e inhalé hondo.

—¿Yo te pregunté?—Me crucé de brazos y esperé respuesta de su parte, él también se encontraba mirándome con superioridad y la mandíbula apretada.—Que patético.

—Repítelo.—Me ordenó acercándose mucho, más de lo permitido, más de lo normal, el me miraba como si yo fuera un enano.

Tragué saliva.

—Patético.—Afirmé en voz alta.

Dante me tomó del brazo con fuerza, no me estaba lastimando pero tampoco me podía zafar, su mano rodeaba casi todo mi brazo y él se veía tan imponente frente a mi figura frágil que me atonté.

—Ermitaña.—Espetó.

—Imbecil.—Refuté.

—Gruñona.—Seguía respondiendo.

—Tonto.

Los dos nos mirábamos con los ojos entrecerrados, me solté de su agarre y en ese momento llegó Lucas con un fajo de billetes en la mano.

—¿Pueden estar en el mismo lugar sin intentar matarse?—Pidió, creo que lo poníamos entre la espada y la pared porque era amigo de ambos.

—Claro.—Aceptó Dante sonriente.—De hecho estábamos hablando sobre hacer las paces, ¿no es así?—La pregunta iba para mi.

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