La granja

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Para Maki, el viaje en tren no fue algo pesado, solamente al final, cuando les informaron que ya podían bajar para ir a sus destinos. Odiaba pisar Polonia desde ese momento.

Cuando el auto los llevo a la gran casa en la que se instalarían, no pudo evitar ver con su boca un tanto abierta el espacioso jardín que yacía en el terreno. Era perfecto para plantar su colección de semillas.

Al bajarse del transporte, fue a paso lento, o sea, todo lo contrario a su hermana. La pequeña Ryu corría por todos lados hasta que se topó con la gran puerta, que impacientemente esperaba a que fuera abierta, ya que no podía alcanzar el picaporte.

- ¡Maki, Maki! ¡abre la puertaaaaa! -pidió desesperada por entrar.

- Ya voy.

Iba a pedir las llaves a su padre, quien estaba más cerca de él, pero no fue hasta que vio a un chico un poco mayor que él, hizo lo pedido por la niña.

- Ya está, señorita Hirota.

Portaba uniforme color verde oscuro e insípido, junto con ese gorrito que no parecía portarlo con mucho orgullo.

A la niña no le importó mucho eso, y ya estaba curioseando dentro de la estructura. Pero Maki se le quedó viendo por un pequeño rato.

- Joven Hirota, puede pasar. -extendió su mano a la entrada, como una seña de bienvenida, y seguido de eso, el azabache dio una última mirada seria a este soldado, para después entrar lentamente a la casa.

Divisó un candelabro de cristal en el comedor familiar, seguidos de unos platos bien acomodados y adornados por la cocina. De la sala no era mucho, solo muebles que parecían sacados de una película de ricos, y dando fin al capitulo de el primer piso, dio vuelta a la página para pasar las escaleras y dirigirse al segundo nivel.

En este nivel solo habían habitaciones. Cuatro, para ser más exactos.

- Riki. -retumbó una voz de mujer.

Ay no. Sabía que cuando le llamaban por su nombre real era porque estaba metido en problemas. O simplemente querían hablar con el de un tema serio. Pero al parecer, esta no era la ocasión.

- ¿Qué pasó? -se dio media vuelta, dirigiendo su mirada a su madre.

La mujer se quedó en blanco por unos momentos, sin saber que hacer o decir.

- Tu...los dos pueden elegir sus cuartos.

Y sin más, salió disparada a lo que parecía ser su habitación, cerrando la puerta estrepitosamente.

- Ya lo oíste Ryu.

- ¡Ya sé cual será mi cuarto! -chilló emocionada.

- ¿Cuál será? -fingió interés.

- ¡Ven! ¡Ven! -aunque la niña no estaba completamente desarrollada en altura y fuerza, pudo jalar del brazo a Maki con emoción, haciendo casi tropezar al azabache.

- ¡Aquí!

Miro el cuarto curioso, pasando sus ojos por cada detalle de este.

Era curioso que su hermana eligiera un cuarto con ventanas, porqué, a ella le daba miedo que algún "monstruo" entrara por ella y se la llevara.

Lógica de niños.

- ¿Por qué este cuarto? -se atrevió a preguntar.

- ¡Por las ventanas!

- ¿Ah? -preguntó aún más confundido.

- ¡Si!, ¿ves la escalera que esta ahí?

El contrario asintió, pasando su mirada por el tramo de metal que se apoyaba desde el piso hasta el techo, tal vez la habían puesto por quitar algunos clavos que se veían en la pared.

Entre dos mundos [Takimaki]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora