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Jihyo frotó sus ojos, igualmente cerrándolos un poco al sentir el sol calándole los ojos. Estaban a -3 grados, y aún así el sol seguía molestándola. Su mano derecha sostenía la correa de su mochila.

Necesitaba un café para despertar y finalizar un proyecto que tenía que entregar para pasado mañana temprano. Si bien, tenía tiempo, el proyecto era largo y necesitaba añadirle cosas adicionales para conseguir una nota de cien.

Miró fijamente al otro lado de la calle, viendo una cafetería.

¿Esa cosa estaba ahí ayer? Jamás la había visto, o tal vez jamás se dio cuenta que ya tenía ahí casi un mes.

Igual, como sea, necesitaba un café, y esa cosa parecía ser su salvación.

Se acomodó la otra correa de su mochila, comenzando a cruzar la calle cuando el semáforo finalmente cambió a su favor.

Cuando finalmente entró al lugar, tenía un aspecto muy hogareño. Con mesas de madera y muchas plantas lindas, además de algunos mapas y fotos en grande de distintas partes del mundo. El menú estaba en una pizarra de gises. Parecía un lindo lugar para pasar el rato.

Tenía todo tipo de cafés y panes, pero ella solo buscaba un americano cargado.

Se acercó a la caja, viendo a una chica de espaldas que tenía un delantal color negro. Parecía estar escribiendo algo en una libreta.

Carraspeó. — Buenos días.

La chica se volteó, y Jihyo por un momento se quedó embobada viéndola.

Era morena, con un pelo castaño y hasta los hombros. Ojos cafés, un poco pequeños y levemente rasgados, unos labios pintados con un rosa muy bajito que parecía natural. Era más alta que ella, la chica parecía de medir más de un metro con setenta. El delantal colgado de su cuello y amarrado por la cintura hacía notar su buena figura. Se veía tan delicada. El uniforme era muy sencillo, un pantalón negro y una camisa blanca que tenía arremangada hasta los codos y el delantal negro. En la camisa parecía tener bordado su nombre.

Zhou Tzuyu.

No se percato de que la chica le estaba viendo raro, ante su largo tiempo de silencio y mirada perdida.

— Disculpa, ¿qué vas a ordenar? — Dijo, en sus manos teniendo una libreta y una pluma negra.

— Un americano, por favor. Para tomar aquí. — Respondió, haciéndose para atrás cuando la chica asintió.

— Okey, en un momento le llevó su orden. Puedes tomar asiento en alguna de las mesas. — Tzuyu se dio media vuelta, igual que Jihyo.

Su acento no parecía de ninguna parte de Corea, ni su nombre parecía del todo coreano. Incluso se percató que algunas veces se trababa un poco con las palabras.

Era jodidamente atractiva.

Tomó asiento en una mesa que tenía vista hacia la calle. Aprovecho para sacar su laptop y continuar con el proyecto, no podía permitirse entregarlo tarde ni presionarse más de lo que ya estaba.

Sin embargo, sus ojos empezaron a pesar y a cerrarse por sí solos. Tenía casi dos días sin dormir, lo único que pensaba era ir a acurrucarse en su cama después de haberse dado una ducha con agua calentita.

Despertó abruptamente cuando cabeceó y casi se daba con la pantalla del aparato frente a ella.

Se frotó los ojos con fuerza y sacudió su cabeza. No debía dormirse, no tenía que quedarse dormida en un lugar público.

Agradeció cuando la chica que le atendió se acercó con una bandeja en sus manos en la cual antes venían varios pedidos. Pero, al ser su mesa la más lejana, solo quedaba el de Jihyo.

— Aquí tienes tú pedido, puedo agregarle más azúcar si gustas.

— No, muchas gracias. Así estoy bien. — Le agradeció a Tzuyu con una sonrisa, antes de que esta se diera media vuelta y empezara a andar hacia su puesto.

Le dio una probada al café, sintiendo el líquido caliente llegar a su paladar. Estaba delicioso, pero, le faltaba algo.

Necesitaba más cargas para mantenerse despierta. Necesitaba algo más fuerte.

Afortunadamente, la chica aún no estaba muy lejos. — Eh... ¡oye! ¿Tzuyu? — Llamó a la muchacha, que volvió hacia la mesa de Jihyo. Le hizo una seña para que le dijera que necesitaba. — ¿Puedes hacerlo más fuerte? Eso... recargarlo.

Tzuyu asintió, tomando entre sus manos el café. — ¿Cuánto gustas que le agregue?

— ¿Cinco cargas? — Pidió, sonriéndole a la Zhou, que se quedó mirándole de forma entre sorprendida y confundida. — ¿Costaría más?

Después de unos segundos en silencio, Tzuyu finalmente habló.

— No te lo voy a vender.

coffee shop » jitzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora