Capítulo 58

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¡Feliz cumpleaños!
Parte 2

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Evangeline:

—¿De verdad no piensas compartirme tus chocolates? — insistió con perseverancia Benjamín, volviendo a hacer el intento de extender su mano hacía la caja sobre mi regazo. Pero antes de que sus dedos pudieran tal solo rozar uno, le di un manotazo poco amigable —¡Oye!

—Son míos.

—¿Es que nunca te enseñaron a compartir? — masculla, sobando su mano.

—Benjamín, ya déjala. — me defienden Taddeo al volante —Si querías chocolates te los hubieras comprado.

—Le pedí uno solo, no es para que quiera cortarme la mano. — expresa indignado y asombrado por mi falta de disposición a la hora compartir.

No me avergüenzo, tal como dijo Taddeo, esta caja de bombones es mía. Porque es mi cumpleaños. La sonrisa que se dibujó en mis labios esta mañana sigue intacta, no han conseguido borrarla de mi rostro. Acaricio con mis dedos el collar que cuelga de mi cuello, la inicial de un nombre que me pertenece solo a mí, es mi historia, con mis dolencias y alegrías, es mía.

Cargar con tanto pesar sobre tu origen es destructivo para el alma, porque por mucho tiempo llegué a odiarme. Aborrecía todo lo que el espejo me mostraba, el paisaje de mis cicatrices y las cosas horrendas que había hecho por ellas. Me avergonzaba mostrarme, recordar quien soy.

Por mucho tiempo no lo sabía, he cargado toda mi vida con un nombre sin apellido, sin registro. No sabía realmente quién era, a donde iba o donde debía estar. Mis pies se hallaban cansados de caminar y mis rodillas de caer, era un alma vacía y desconocida. Era un fantasma, consumida por la ausencia de otro.

Mi cumpleaños era la fecha para recordar que sigo siendo Evangeline, la niña que se perdió en un camino de espina y hasta hoy no ha dejado de sangrar. La niña huérfana, a la que nadie extrañaría o amaría. La débil. La sombra de Omar. Tome mucho rencor sobre mi historia, porque desconocía gran parte de ella y eso me dolía. Antes mis únicos recuerdos eran la mansión Meyer, las torturas y las pesadillas que surgían de las sombras y en las noches cobrarán vida para colarse en mi habitación.

Yo era eso. Antes de conocerlos.

Aunque Benjamín y Taddeo no trajeron el pasado que cubría una ausencia en mi vida, formaron un presente que me daba algo más que esos sentimientos de vergüenza y pena sobre mí. Supieron traer a Evangeline de nuevo, hacerme reencontrar con una identidad que muchas veces quise olvidar y por eso inventaba nuevas todo el tiempo.

Volvía a ser yo, y no sentía vergüenza de mí. Porque hay personas que me aman, que me escuchan y comprenden. Me hacen sentir a salvo, y eso que nunca supe lo que era sentirse a salvo. Tener un sitio donde puedas descansar, sabiendo que al entregarte no te dañara.

El día había sido especial, creo que nunca sentí una felicidad más rebosante. Era extraño, casi mágico. Ahora comprendo porque a muchos les gusta sentirse queridos, es bonito saber que hay alguien en el mundo que te ama. Que te lleva en su corazón y te recuerda a diario.

Taddeo y Benjamín lo hacían, porque plenaron un día pensando solamente en hacerme feliz. Llevándome a mis sitios favoritos, comiendo mi comida preferida, recordándome lo brillante que puede verse la vida cuando lo haces a través de los ojos correctos. Limpios, puros, esperanzadores, llenos de amor.

—¿Volveremos a casa? — aún teníamos una mudanza que nos espera y veo el atardecer comenzar a caer con delicadeza sobre el firmamento. No podíamos perder más tiempo.

Lazos EntrelazadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora