No lo hará está vez. Estoy lista, mi corazón tiene un muro de hierro, y no permitiré que ese malnacido vuelva a engañarme. Meliodas, me las vas a pagar. Hoy vengo vestida de oro deslumbrante, mi labial es más rojo que la sangre, y ya no me importa ocultar en mi mirada las ganas de matar. ¿Creías que podrías disuadir mi venganza sólo con tu bella sonrisa? Aún me duele el cuerpo por el castigo de mi madre, pero más que lo que me hizo, fueron sus palabras las que metieron de nuevo el sentido común en mi cabeza. La malversación de fondos, la campaña de desprestigio... la seducción a mi padre. Felicia Demon no es inocente. Tampoco su hijo, y hoy los haré pagar.
El escenario de esta batalla parece más interesante que los anteriores, pues se ha colocado una tarima para la competencia de baile. ¿De qué va? No sé ni me importa. Lo único que me interesa es encontrar a mi presa de una buena vez, llevarlo a un cuarto distante de esta casa maldita, y clavarle en el cuello la aguja destinada a él desde que comencé esta misión. Ahí está. Debo admitirlo, su apariencia de hoy es completamente deliciosa. Camisa roja, chaleco negro, pantalón ajustado. Y sus ojos, sus malditos ojos verde esmeralda.
¿Qué le pasa esta noche? Parece una persona completamente diferente al día de ayer. Ahora sí que puedo ver al demonio de la fotografía. Sus labios están apretados en una línea, su ceño fruncido escruta a la gente como si estuviera buscando algo, y sus iris oscuros por un sentimiento que reconozco muy bien destellan como cuchillos afilados. Está furioso. Y eso lo hace ver jodidamente sexy. Ya me ha visto, nuestras miradas se cruzan solo un instante... y al momento siguiente, me da la espalda. ¡¿Qué carajo?! ¡¿A dónde crees que vas?!
—¡Meliodas! —grito tratando de llamar su atención, pero él hace una mueca amarga y se va por el corredor.
¿Qué le pasa a este imbécil? ¿Cómo se atreve a desdeñar la pieza más sensual de mi ajuar? Lo sigo pisándole los talones hasta perdernos en uno de los corredores de la casa, y sonrío para mis adentros, feliz porque ya haya comenzado la cacería. Ahí estás. Se ha recargado en el marco de una ventana con la respiración agitada, y traga copos de nieve al inhalar con fuerza. Sería tan fácil empujarlo desde donde está, pero no. Quiero ver sus ojos cuando muera, quiero que la luz los deje y estar ahí para verlo. Coloco mi mano sobre su hombro y, con más fuerza de la que me hubiera gustado evidenciar, lo hago girar para que me encare.
—Meliodas, ¿qué te ocurre? ¿Estás bien? —Por fin, la reacción que esperaba. Se me eriza la piel con la mirada tan ardiente que me dedica. Desliza las pupilas por mi cuerpo, desnudándome con ellas. No está ocultando nada, se embebe en mí descaradamente, y yo se lo permito, pues quiero que piense en todo lo que este vestido tan delgado oculta. Me desea. Y eso me excita tanto que al final decido no sacar la aguja.
—Liz —dice por fin. Carajo. Como desearía que por una vez dijera mi nombre real. Tal vez se lo revele cuando lo tenga agonizando en mis brazos—. Yo... lo siento. No estoy bien. Mi hermano...
—¿Zeldris? —le pregunto auténticamente alarmada—. ¿Qué pasa con él? —Levanta la cara hacia el techo metiendo los dedos entre sus cabellos, y se ve desesperado, parece estar buscando inspiración divina en los techos de molduras doradas. Luego su expresión cambia, y mi muro de hierro se tambalea un poco al verlo. Pareciera que está a punto de llorar. Exhala lentamente, a todas luces conteniendo sus lágrimas, y cuando por fin logra recuperar el control de sí mismo, por fin me mira y sonríe.
—Nada. Lo siento, problemas familiares, eso es todo. Te ofrezco una disculpa, pero al parecer esta noche se ha tornado interesante para mi de una forma que no esperaba. —¿Qué querrá decir exactamente con eso? No puedo terminar de pensarlo, pues justo elige este momento para tomar mi mano entre las suyas y besarme como sólo lo haría con una amante. Te odio. Pero por favor, no pares.
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La Danza de Invierno
FanfictionUn, dos, tres. Un, dos, tres. Esos son los pasos que debe seguir si quiere cumplir su misión antes de que sea demasiado tarde. Elizabeth tiene siete días para matar al heredero de los Demon, y así, detener de una vez por todas a los monstruos que de...