Capítulo II: El domingo blanco

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Es un domingo aburrido sin nada que hacer en la casa, todo ha estado tranquilo y no se escucha merodear al sujeto de la mazamorra por aquí, hoy ni siquiera pasó el señor de los tamales y todo se debe a que hoy viene el camión rojo.

Es un simple camión que lleva mucha mercancía, chucherías para ser más exactos y la gente sale a comprar como locos porque sus productos no se encuentran en el pueblo. La vez pasada compré una Mocca y no supe cómo se utiliza... Miraría videos de YouTube, pero me da pereza y mejor la utilizo como adorno para la cocina, se ve más bonita, aunque dicen que el café sabe mejor en preparado en la Mocca.

Mientras estoy sentado en el parque, veo como doña Jacinta lleva a su hijo el ñerito del pueblo hacia su hogar porque esta es la sexta vez que se escapa de su casa hasta el barrio de los comuneros para comprar drogas... ¿Qué le verán a eso? Un día probaré y experimentaré por mano propia.
El pobre muchacho no sabe que hacer, pues el calor del pavimento le quema los pues y tiene la ropa desgastada, está mechudo y se vé del asco con esa barba mal arreglada. En fin, ellos allá y yo seguiré observando.

¡Mierda! Ahí viene Martina con un pedazo de tela blanco pegado al cuerpo. Seguramente su mamá la envío por algo que le faltó en la cocina. ¡Dios! Creo que estoy emocionado al extremo, ¿Por qué cuando la veo me cosquillea la entrepierna?... ¡Pasará por aquí!

— ¡Hola Miguel!

— Hola Martina.

— ¿Cómo estás?

— Muy bien, ¿y tú qué tal?

— yo muy bien, estoy llendo a la tienda a  comprar una fruta para el jugo

¡Carajo, ahí tiene dos redondas y sabrosas naranjas que me encantaría exprimir!

Miguelito, ¿Todo en orden?

— ¡Oh! Si, por su puesto Martina

— Es que te quedaste viendo mis pechos

— ¿Si? Oye... Lo siento mucho

— No te hagas, mira, más bien ve a casa que ya van a servir la comida.

Martina se va y se mueve tan eróticamente por la calle, me sorprende que no tenga pareja y que la mayoría de tipos que la pretendieron nunca hablaron más de dos veces con ella. ¿Qué tendrá?

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Ya se hizo la tarde de este domingo y aún sigo con aburrimiento, estoy en casa y todo está tan ordenado y limpio que no quiero tocar nada para no dejar la marca de mis dedos sobre los muebles o adornos de la casa. Hoy doña Carolina hizo el aseo y todo le quedó magnífico, como siempre.

Alejandro está en la finca arreglando la jornada de mañana lunes. Me aburro tanto y ni formas de ver programación erótica porque no hay nada en la televisión... ¡Carajo! Cómo quisiera que alguien tocará a mí puerta. Me iré a dormir.

Estoy cepillándome y escucho que la puerta suena, creo que doña Carolina dejó las llaves de su casa otra vez, o es Alejandro que ya llegó de la finca.

— ¡Ya voy!— camino hasta la puerta y giro el pomo rápidamente —¿Qué haces aquí?

— Migue, te extraño mucho.

— Oye, que tenga una toalla sobre mi cuerpo y tú me acaricies el pito, no significa que vamos a coger, ¿Ok?...

¡No! Justo cuando tengo la arrechera más grande, llega Mónica. La historia de Mónica en resumidas cuentas era muy sencilla, una vez le hice un oral en el baño del internado, porque es mixto, y a ella le quedó gustando. Salimos un tiempo pero tuvo novio y luego terminaron porqué él nos vió cogiendo detrás de las gradas de la cancha. Lo único que me encanta de ella es su cabello corto y rojizo tiene una buena anatomía y es estilo kpoper.

— Migue, solo está noche, ¿si?— Se dirije a mi, mientras abre mi cremallera.

— Mónica... Ufff.

Sus labios enroscan mi pene y lo único que puedo hacer es entrecerrar mis ojos y levantar la cabeza. Típico cliché de película porno.

— ¿Te gusta como lo hago Migue?

— Sigue así, ¿Quién te dijo que pararas?

Siento que me succiona el alma, ella sabe perfectamente lo que hace y lo peor del caso es que tiene 17 años, si su papá se entera me podría demandar y le caigo muy mal. Sus labios se sienten suaves y me encanta verla desde aquí arriba, me siento tan poderoso y ella se ve como un simple accesorio que me puedo poner y quitar cuando quiera...

— Bien Miguel, te toca.

— Pero... Pero... Si aún no termino.

— Lo siento por ti. A ver, ¡venga pues!

Ella se recuesta sobre la mesa del comedor y se le nota la ansiedad que tiene por qué me acerque rápido. Pero no le daré lo que quiere. Primero: voy besando sus tobillos con delicadeza. Segundo: subo hasta sus rodillas, ella sabe hasta donde me dirijo... Y justo cuando voy a llevar...

— ¡Mónica, vístete!

—¡Miguel! Puto irresponsable, ¿Qué mierda están haciendo en la casa sagrada que don Mateo y doña Fernanda construyeron con tanto amor

— ¡Alejandro!

— ¡¿Quién más huevon?!

Alejandro nunca avisa cuando llega a la casa y como en teoría se cree mi hermano mayor, no me deja meter muchachas a la casa porque cree que arruino el legado de mis padres e insulto su memoria. Mónica no se había quitado la ropa, así que se va como si nada y me deja en el problema a mí solo.

— Estaba aburrido, Alejandro. Ella llegó y todo se dió. No te tengo que dar explicaciones.

— Mire culicagado, a mí no me venga a salir con huevonadas que no son, yo aquí no soy dueño de nada, pero cuando don Mateo y doña Fernanda, que en paz descanse; me dijeron que cuidara de usted y de sus bienes, lo hicieron para que yo estuviera a cargo hasta que usted fuera un adulto.

— Alejandro, no quiero discutir.

— Mejor váyase a dormir. Mañana vamos a ver los trabajos que están haciendo en la finca.

Mientras el se va a su cuarto, a mí me toca darme unas buenas pajas para calmar mis excitaciones. Puto Alejandro, esta noche era para mí.

Nota del autor: ese Miguel es un pillo, aún no indago en el pasado, solo estoy dando presentación al personaje principal. Bueno, espero les haya encantado y si pueden promocionar la historia bienvenido sea. Gracias por llegar hasta aquí. Espero haya sido de su agrado.

Vuela Hasta que el Viento te OlvideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora