Sexto: propuestas y promesas

83 20 0
                                    

Swing Lynn
By: Twin Cabins
─〇─────
⇄   ◃◃   ⅠⅠ   ▹▹   ↻

Sus miedos y susurros habían ganado a toda voluntad en su corazón, ya no quería intentarlo, ni estar más allí. Siempre soñó con una granja, unos tres niños con cabellos dorados corriendo por allí y poder aprender a montar a caballo.

Eso era lo único que deseaba.

Pero el problema era que ambos eran tercos, los dos eran igual de feroces al defender lo que creían que era correcto y convencer a su amor no era fácil, había pasado un mes desde que se lo había propuesto y le prometió olvidar el tema, pero se le hacía demasiado difícil y a veces se lo mencionaba en algunas conversaciones y ella siempre le decía que no hablarán de eso, y como buen novio entrenado, obedecía.

Pero no podía soportar más él deje de frustración en los ojos de Rhaenyra cuando lo volteaba a ver, o la súplica mezclada con molestia de su madre, o las peleas con su hermano menor por dos años sobre su comportamiento y aquél afán de ignorar lo que por palabra se le había cedido.

Solía comer con su familia una vez a la semana porque su madre le extrañaba a veces y esa era la primera semana que se saltaba la cena familiar.

Cuando ingresó las llaves en la cerradura para abrir la puerta del apartamento notó que había bastante silencio, abrió la puerta y se sorprendió al también notar las luces apagadas, con su mano empujó el pequeño interruptor de la luz y prendió los focos, dejó su abrigo en el perchero, quitó su mochila de sobre sus hombros y la dejó en el suelo. Caminó hasta entrar en la pequeña Sala y la encontró a ella, dormida sobre el sillón, acurrucada, casi como ver un ovillo, con los lentes que generalmente usaba para leer, y un periódico apoyado en la mesita.

Se acercó para verla, dejando vagamente la vista en la mesa hasta que notó en qué página ella se encontraba, rodeó el sillón hasta poder tomar el periódico. Estaba en la página de anuncios de trabajo, vió algunos marcados con resaltador y otros tachados, sospechaba que eran aquellos en los que ya había sido entrevistada. Aegon dibujó una mueca en su rostro de completo disgusto, desconocía que ella estuviera desempleada y eso ponía más peso sobre sus hombros.

Bajó el papel con cuidado de no hacer demasiado ruido y ahora se permitió fijar su vista detallando a la mujer sobre el sofá, ahora ambos con veinticuatro años, sonrió cuando la vió en ese estado de completa paz y caminó de regreso a traer su mochila.

Cuando tuvo esta entre sus manos, la abrió mientras caminaba de nuevo hacia la habitación en la que anteriormente estaba sacando de esta una pequeña caja color azul de pana, la abrió, volviendo a dejar sobre el suelo su mochila, y cuando alzó la tapa vió el anillo en su interior.

Había tratado de planificar lo mejor que podía aquello, pero nunca encontraba la manera, quería que fuera hermoso pero muy en sus adentros sabía que había tomado ya una decisión importante, lo que significaba que debía darle el anillo lo más pronto que pudiera.

Recordó el amor de Elois por los postres, lo bonito que sería para ella una propuesta donde nadie los viera, algo íntimo que pudiera atesorar, y creyó tener una idea.

Dos días después él la había llevado a un parque que solían frecuentar, la llevó por un vereda llena de árboles y cuando dieron con una mesa algo más alejada del resto de presencia de los demás él soltó su mano. La mesa estaba decorada con un bonito mantel de color verde oscuro; su favorito, había un poco de fruta y un pie en el centro de la mesa.

Ella había volteado hacia él, dando un fuerte abrazo y depositando un pequeño beso en sus labios, algo que hizo que el corazón de Aegon se acelerará como el día en el que la vió por primera vez. Comieron y bebieron disfrutando de sus alrededores, de los bellos árboles que cubrían el sol, él había llevado su guitarra para poder cantar un poco para ella y, cuando él sol comenzaban a ocultarse, decidió que era el momento de hacerlo.

Allí, donde solamente los árboles podían apreciar el bello momento, se arrodilló frente a ella y abrió la pequeña caja, pronunciando después de un pequeño discurso sobre las mil y un maneras que tenía de amarle un "¿Quieres casarte conmigo?".

Propuesta que claramente no podría haber sido rechazada por ella nunca.

En ese momento no había nada más que ella, no había familia con un lazo que arreglar, legado, apellido, empresa, nada, solamente su amada con sus brazos en su cuello mientras se balanceada débilmente, como si estuvieran bailando, con felicidad y alegría escritas en su bello rostro.

Uno de los mejores momentos que pudo haber vivido.

Remember - Aegon II TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora