Capítulo Uno

934 68 79
                                    

Mi jersey favorito quedó empapado con el torrente de suciedad que un carro me aventó cuando pasó por encima del agua acumulada en la cuneta de la calle

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Mi jersey favorito quedó empapado con el torrente de suciedad que un carro me aventó cuando pasó por encima del agua acumulada en la cuneta de la calle.

Como si ya no hubiera sido suficiente escuchar a mis padres discutir acerca del fracaso que soy esta misma mañana, ahora parezco un jugador de rugby irlandés al final del partido.

Y apenas estoy comenzando mi día.

Pensé en regresar a mi casa y cambiarme de ropa y tal vez si fuera más valiente, incluso me daría un baño, pero la indecisión me tenía con los pies clavados en el suelo.

No sabía si le tenía más miedo a mi jefe o a mis padres, pero ya obtuve la cuota suficiente de insultos de parte de mis progenitores, así que opté por aceptar la gritadera de mi jefe; el señor Arthur.

Llevaba cerca de cinco años trabajando en esa empresa que se dedicaba a la venta de inmuebles. Bueno, decirlo así sería como bajarle el perfil al imperio de bienes raíces que era Davenport Estates.

Bajo su mando y propiedad estaban casi todas las villas, y edificios que podías ver en esta cuidad si levantabas la cabeza lo suficientemente alto, sobre todo los más exclusivos y elegantes. Esa clase de edificios que si pudieran hablar, no le hablarían a alguien como yo, se bajarían las gafas de sol para repasarme y luego me harían una mueca de desprecio como todo el mundo lo hacía, y de seguro me dirían <<ni siquiera lo pienses Rachel, no eres bienvenida aquí>>.

En fin, si alguien me mirara con detención, jamás se imaginarían que soy la mano derecha del dueño de esta cuidad. En cambio, dirían que parezco una profesora de arte o filosofía, con un muy mal sentido de la moda. Pero es que yo estaba más bien detrás del telón, y estaba cómoda con eso.

Bueno, todo lo cómoda que se pueda estar soportando de lunes a viernes y de ocho a seis al mayor de los Davenport.

Al principio era todo más sencillo. Luego de graduarme de la escuela de negocios con honores, el señor Davenport padre, que era la persona más amable y atenta que había conocido, me contrató como su mano derecha luego de que su antigua asistente se hubiera jubilado por una enfermedad degenerativa, sin importarle que no tuviera la experiencia necesaria o que no me viera como una ejecutiva decente.

Dijo que vio algo especial en mí.

Él me trataba como a una hija, pensarás que cariñosamente, pero no, él siempre me exigía estar a la altura y yo cumplía a diestra y siniestra, y siempre me hacía saber cuando estaba contento con mi desempeño, y eso era más de lo que alguna vez había recibido de cualquier persona.

A veces cuando lo recuerdo estallo en lágrimas, su repentina partida rompió mi alma en mil pedazos, y eso no debería ser así, trabajaba en ese lugar por una razón, una razón que olvidé por un tiempo, por la humanidad con la que él me trataba. Pero es algo de lo que no quiero hablar por el momento.

Algo Después De Nosotros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora