Ella es hermosa como una obra de Miguel Ángel, cada detalle en ella es perfecto, pero como cada escultura divina, solo me quedo contemplando a lo lejos.
Cada vez me hago más experto en hacer cruzar nuestros caminos, siempre que la veo pasar la admiro, no encuentro imperfección en su rostro, pero ella ni siquiera me nota.
El poco tiempo libre que tengo lo uso para pensar en ella, en como se veía en la mañana o en recordar su risa me basta para ser feliz, ha estado en mi mente por tanto tiempo, ya no puedo lidiar con esto. ¡Me estoy enamorando! Es mejor que ella no lo sepa, es mejor que se quede lo que siento en mi libreta favorita, no toleraría otro rechazo.
Tengo miedo de que se entere lo que siento por ella y todo termine, espera ... ¿Qué todo termine? Si ni siquiera ha comenzado nada aún, verla todos los días en la escuela no es suficiente.
¿Qué pierdo si comienzo a hablarle? Cuando me pregunto esto es donde comienza todo, de hecho, no he creado un vínculo con ella, así que puedo ganar más de lo que perdería.
Pero este cuestionamiento llega tarde a mi cabeza, ahora la veo a lo lejos acompañada, con alguien tomada de la mano o abrazada, con alguien que pudiera haber sido yo.
Es ahora cuando deseo con más fuerza la existencia de una maquina del tiempo, hasta sé justo a que día ir de mi pasado, quiero ir a aquel evento escolar en donde le hablé por primera vez, y en vez de invitarla a salir solo hablamos de la escuela y no de nosotros.
Solo me queda apelar a mi amor propio, lo mejor que me queda es seguir adelante y aprender a vivir con esto, aunque la deseé con toda mi alma.
La oportunidad de mi vida se ha ido.
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