Capítulo Único

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Para alguien con su actitud, aceptar estar enamorado sería un proceso complicado, repleto de altas y bajas que lo harían marearse y vomitar todas las emociones que equivalían a un nuevo amor prosperando en su corazón. 

Sin embargo, no estaba enamorado, porque enamorarse era una palabra minúscula comparada a todo lo que en realidad sentía. Enamorarse era un proceso lento, no como gustar o una simple atracción, enamorarse era tierno, dulce, aquella calidez que se dejaba a fuego bajo para que se cocinara con el mejor sabor. 

Así que él no podía estar enamorado. No sentía un tibio arropo de sus sentidos, nublados por la dopamina que le generaba ese latir descontrolado de su corazón, esa tierna calidez. Por una mierda que no. Carajo, Katsuki no sentía ninguna de esas cosas, él se sentía en un incendio, que su cuerpo ardía en una hoguera incontrolable, consumiéndolo de a poco. 

Su mano aumentó la velocidad al mismo tiempo que sus caderas buscaron más contacto con ella. Inhaló profundamente, soltando un gruñido que fue desde su garganta hasta dar un choque eléctrico en su pelvis al sentir que esas malditas feromonas entraron en sus fosas nasales. La excitación era demasiada, la combinación del refrescante aroma a melocotón con el suyo que solo detonaba a un enigma calenturiento le harían acabar muy pronto. 

«Estúpido Deku y sus estúpidos abrazos eternos». 

Enigmas, una especie única en su tipo. Se decía que en cada generación nacía un enigma, una casta que puede llevar al mundo a prosperar o a hundirse en un mar de desesperación. No podían haber en el mundo dos al mismo tiempo, haciéndolos aún más únicos. Poderosos, con una actitud volátil, fuerza sobrehumana, inteligencia superior y apariencia semejante al de un dios griego. Esta raza dominaba sin mucho esfuerzo por sobre todas las demás castas. 

Pero allí estaba él, deshonrando a su especie al masturbarse en el baño de la preparatoria con su propio uniforme. 

Tal vez podría no sentirse tan mal consigo mismo si esta fuese la primera vez, pero no, ya varias veces realizó estas mismas acciones, pero no podía evitarlo, esas sonrisas de idiota se habían adueñado de su cabeza. 

Katsuki Bakugō no era tonto, nunca lo había sido y nunca dejaría que alguien lo considerara así. Desde que tenía uso de razón y la suficiente capacidad como para saber que dos más dos eran cuatro, sabía que estaba loco, obsesionado, cegado de amor por su hermano tres años mayor que él. 

Sí, su hermano de sangre, con el que compartía ADN y que estuvo en el mismo vientre que él, ese hermano. 

Decir que entró en un dilema existencial al percatarse de él sintiendo esas cosas por un familiar, que se repudió a sí mismo e intentó recapacitar con un poco de racionalidad, lógica y una buena dosis de negación sería una inmensa mentira. Aunque lo de la negación era cierto, intentó mentalizarse de que lo que sentía por Izuku era solo algo que su cerebro creó al pasar tanto tiempo con él, que era falso, pero mientras más lo pensó, se dio cuenta de que eso era una estupidez. Lo que sentía por ese nerd era lo más real que había experimentado en su vida. 

Amaba a su hermano, lo adoraba, lo añoraba. Deseaba comerle la boca cada vez que parloteaba de más, tomarlo entre sus brazos, acurrucarse en su cuello y dormir abrazado a él como cuando era un mocoso, que le hiciera piojitos en la cabeza para que ambos durmieran, lo abrazara por la cintura y le susurrara antes de dormir un: «Yo también te amo, Kacchan». 

Claro, todo ese escenario fantasioso se lo idealizó mientras estaba empuñando su pene como una espada. Apuntó su semilla estratégicamente al retrete para que nadie sospechara de la peculiar mancha blanca en la puertilla de metal..., otra vez. Soltó un último suspiro ahogado antes de subirse los pantalones, bajar la palanca y con toda la dignidad que le quedaba ir a lavarse las manos. Muy a su pesar, aprendió a tener su uniforme intacto luego de sus "sesiones de acicalamiento", a pesar de usar su propia camisa para activar la calentura, prenda que siempre tenía un poco del olor de Izuku. Podría parecer un puberto al no poder controlar su necesidad de meterla (o que se la metan, estaba dispuesto a todo mientras fuera con Deku) pero jamás daría esa imagen ante los inútiles que tenía por compañeros. Jamás. 

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