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Nota Inicial: Esto no es un fanfic serio, así que voy a bendecir a Lucerys y a Aemond (en realidad esto será para asegurar el bienestar del bebé.)

En poco tiempo, Aemond había limpiado y cerrado sus heridas, cosiendo irregularmente el corte, pero en general había funcionado.

Lucerys había logrado calmar nuevamente al bebé, logrando que duerma en sus brazos, así que decidió ir a dejarlo nuevamente en la cuna.

El Velaryon se acercó a su tío, sin miedo de que lo vaya a atacar ya que ahora era imposible que Aemond se movilizara a su antojo.

—Sé que tenemos nuestras diferencias —empezó a decir—, y que somos de bandos contrarios.

—Que bien que lo tienes claro.

—... —Lucerys tenía que hacer a un lado el saber que estaría haciendo equipo con un traidor que lo intentó matar con Vhagar—, pero estamos atrapados en este horrible lugar, así que propongo hacer una tregua temporal.

—¿Tregua temporal? —en realidad Aemond se estaba burlando—, ¿y si me niego?

—Puedo atacarte si quisiera en estos momentos —comentó con un tono casual que logró activar el odio en Aemond.

—Maldito bastardo —maldijo a su sobrino por su comentario y a la quimera por haberlo dejado herido—, ¿te atreves a amenazarme?

—¿Te atreves a no recordar cómo acabó la última persona que me llamó bastardo? —Lucerys se acercó a Aemond—, tío, eres listo, ayudemonos mutuamente hasta que salgamos de aquí.

Aemond pareció pensarlo unos segundos.

—¿Qué te asegura que cuando me recupere, no te ataque?

Los ojos de Lucerys temblaron un poco.

—Bueno, tal vez para ese entonces ya no quieras hacerlo —respondió—, además, no creo que sepas cuidar de un bebé ajeno.

—¿Y yo por qué dejaría con vida al mocoso?

Lucerys se desesperó un poco.

—¡No puedes matarlo! ¿Y sí el bebé es algo especial en este lugar?

—Ese será problema mío —Aemond se levantó con un horrible dolor, pero lo toleró.

Luke no quería que Aemond atente contra ese inocente bebé y tampoco quería morirse, porque en definitiva no era oponente para su tío, así que decidió tragarse cualquier comentario extra que pueda descolocar a Aemond y ser más complaciente.

—¡Déjame ayudarte! —Lucerys supuso que su tío buscaba algo para untar en sus heridas, así que se apresuró a llegar a los estantes.

Pero en su camino chocó con Aemond, específicamente, aplastó su pie.

—... —Aemond ahogó un quejido, pero no limitó su mirada hacia su sobrino.

Si las miradas mataran, Lucerys estaría despedazado.

—... —Lucerys lo vió y de inmediato le sonrió nervioso—, perdón.

—Eres un…

—Siéntate, te buscaré un ungüento —empujó el abdomen de Aemond, siendo suficiente para obligarlo a sentarse. Ignoró el suspiro ahogado de dolor que su tío emitió—, perdón otra vez.

—... —Aemond aplaudía su paciencia en estos momentos.

Lucerys no tardó en encontrar un pequeño frasco con pasta de un color amarillento y de buen olor. Sus estudios con el maestre Gerardys no fueron en vano, sabía que ese contenido ayudaría a su tío.

Padres falsosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora