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Siguiendo el trato con el demonio tuerto -como Luke había empezado a llamar a su tío-, el Velaryon prometió encargarse de los suministros que necesitan para sobrevivir en la isla. No era una tarea fácil, sobre todo cuando Aemond le dijo que había un maldito huerto detrás de la casa, así que podría "entretenerse" jugando al campesino en lo que él salía a buscar una forma de volver a las Tierras de la Corona.

Y por supuesto, no solo era el sirviente de su tío, sino también del bebé que había decidido adoptar por cuenta propia.

—No sirvo para ser sirviente —murmuró con disgusto cuando tuvo que limpiar el pequeño desastre que había hecho el bebé con unas cosas de la cocina.

Solo lo había dejado unos minutos en la encimera, ¿cómo pudo romper tantas cosas?

Un frasco en buen estado había rodado debajo de la encimera vieja de madera, así que tuvo que agacharse para buscarlo.

Estaba en el suelo con sus rodillas sosteniendo su peso y su pelvis elevada, dándole la espalda a la entrada de la cabaña.

—¿Dónde está? —no podía ver nada debajo de esa cosa, así que su mano tardó en encontrar el envase.

Demoró lo suficiente como para que Aemond volviese con una daga ensangrentada y un par de peces muertos en su mano.

Elevó una ceja al ver la posición en la que había encontrado a su sobrino.

Igual de vulgar que los padres —fue lo primero que pensó al verlo y, aún con su ojo puesto en Lucerys, se acercó hasta estar lo suficientemente cerca como para ser lo primero que este viera cuando saque su rostro del suelo.

Un par de quejidos más de Luke y finalmente logró tomar lo que buscaba. Suspiró cansado antes de darse la vuelta y chocar contra el piso cuando notó que estaba siendo observado por Aemond.

—Interesante forma de recibirme —comentó con un ligero tono de burla oculta.

—¡No te estaba recibiendo! —el rostro del castaño se pintó de colores al pensar en la forma en que su tío lo encontró. Pero no estaba haciendo nada malo, ni siquiera deberían de afectarle sus burlas de doble sentido, así que se puso de pie.

—Como digas —Aemond iba a continuar caminando, pero se detuvo y casi empezó a tener arcadas. Se cubrió la nariz y la boca, observando con tirria al pobre niñito—, tu mocoso está podrido, ¿¡no tienes olfato!?

—¡Oh, perdón por no tener la nariz sensible después de estar todo el día en ese apestoso huerto! —se quejó Lucerys, tomando al bebé y notando que el niño sí apestaba, pero no al punto de ponerle la cara verde como a Aemond.

—Ve a lavarlo a la cascada que está detrás de aquí —dijo mientras se alejaba de ambos—, mierda, voy a vomitar.

Lucerys se burló de la reacción de su tío ante el mal olor del bebé, así que se le acercó a propósito, agitando al niño cerca suyo.

—¡Alejalo o lo mato!

—Increíble, el gran Aemond Targaryen está asustado de un bebé sucio —siguió con la burla, pero alejando al niño del espacio de su tío—, ¿sabes lo apestosas que son las guerras, tío? ¡No durarías ni un día en batalla por tu nariz sensible!

—Tienes confianza como para burlarte ¿no?, ahora deja de mover a ese niño y larguense, más te vale hacer que deje de apestar —Aemond le dió una mirada de fastidio al bebé, quien le sonrió con inocencia—, ahora o los mato.

Lucerys suspiró y fue en busca de algo que le ayudará a facilitar la limpieza del niño y la suya propia. De alguna manera agradeció que su tío sea tan delicado con ese mal olor del niño, así logró dejar sus tareas y distraerse un poco afuera.

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⏰ Última actualización: Mar 18 ⏰

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