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Minji se encontraba totalmente ruborizada en el mismo sitio y es que en verdad tenía la esperanza de no ver a nadie durante todo su turno o por lo menos cuando no estuviera haciendo alguna tonta locura. La canción continuó hasta que se terminó y una nueva empezó a reproducirse.

Cerró sus ojos y presionó con fuerza mientras relamía sus labios pues todavía debía cobrar lo que sea que esa chica algodón de azúcar fuera a comprar.

— Yo me encargo de esto. —apareció Taehyun mirando el desastre de cajas y la pequeña libreta de inventario que la chica alta usaba. — Tú atiende a la niña bonita de allá.

— Bien. —resopló sin ganas. Esperaba que fuera Taehyun el que se encargara de atender.

Suspiró y caminó por el pasillo, mirando por lo alto como la cabellera pelirrosa se deslizaba de un lado a otro entre los pasillos de dulces y frituras. Por último, cuando ya estuvo en la caja, la chica se acercó dando algunos pasos tímidos.

— Hola. —dijieron al unísono, riendo después por la sincronía inesperada.

Minji por una parte se sentía nerviosa, no sólo por ser descubierta haciendo el ridículo, sino que también por su mala actitud del pasado. Sullyoon tenía razón, había sido una completa mierda y un dolor de cabeza para la chica en un momento de crisis por toda la situación, pudo haber perjudicado su salud sólo por su mal humor. Y Hanni, simplemente sentía que en cualquier momento desfallecería, no creyó que la chica de casi dos metros (según su perspectiva) tuviera ese lado tonto que la haría parecer tierna y hermosa a la vez.

La más alta escaneó los productos y dijo el precio.

Hanni quería decir algo, normalmente era lo que hacía,  sacar alguna platica ridícula a extraños que se encontraba por el día, cosas como el clima, el exagerado aumento de impuestos o alguna otra barbaridad, sin embargo, ahora no podía sentirse más que una ser diminuta y nerviosa que bajaba la mirada y evitaba a toda costa el contacto visual con la maleducada chica.

Sus mejillas ardían y un calor abrumaba su cuerpo entero.

Muchas veces imaginó cómo sería volver a ver a la chica rascacielos, su cabeza creó las mejores discusiones y una manera mas eficaz para enfrentarla, ya que según ella, no se quedaría callada y mucho menos dejaría pasar por alto un gran reclamo al gerente de la tienda después de aquella vez que intentó comprar un cubrebocas y la chica básicamente la ignoró.

Pero ahora estaba totalmente fuera de sí.

— Tu cambio. —extendió los billetes y contuvo la respiración cuando sus manos hicieron un breve tacto.

— Sí. —titubeó Hanni luego de reaccionar, dándole una última mirada.

Estaba tan decepcionada de ella misma, quería hacer algo más, pero los nervios le impidieron actuar de la manera que mas quería.

— Gracias. —dijo por último sonriendo, y a pesar de que Minji no podía ver esa linda sonrisa, le pareció lindo el hecho de que sus ojos brillantes se hicieran pequeños y sus mejillas sobresalieran de el cubrebocas.

Hanni se resignó a que sus interacciones serían simplemente así, pues no creía que la otra chica tuviera algún interés por conocerla o siquiera hablarle de más. Quizás la próxima vez podría pensar en algo mejor. Minji se lo planteó cuando vio a la chica encaminarse a la salida.

Por alguna razón no quería que se fuera, no sin antes pedir alguna disculpa.

— ¡Oye! —gritó, rodeando el mostrador para caminar hasta donde estaba ella.

— Uh? —volteó y sus piernas temblaron por la cercanía que había entre las dos, incluso pudo percibir el rico aroma de su perfume. — ¿Qué ocurre?

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