Cap.4 Gente fina.

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En su lugar, se aclaró la garganta como si fuese decir algo, pero él no le estaba escuchando. Estaba preparándose para lo que iba a ocurrir.

Sabía que sus reservas habría extrañado a otros, pero el no era como los demás. Tenía la cara llena de cicatrices, horrorosa. Era un rostro que no lo representaba, porque él no era así por dentro. No obstante, era lo único que tenía y por eso no quería que ningún extraño lo viese.

Dejar que ella lo hiciese sería un gran pasó. No obstante, iba a hacerlo. Ya era hora de superar aquello. Dejaría que está mujer lo viese y, al hacerlo, la miraría a los ojos para captar todo el horror que hubiese en ellos. Los mejor seria seguir siendo realista.

- Por aquí - le dijo con brusquedad, avanzando deprisa por el pasillo.

Ella casi corrió para no quedarse atrás aferrándose a su mano como si fuese a perderse si la soltaba. Entraron en una habitación con pesadas cortinas de terciopelo y con una enorme chimenea de piedra en la que sólo quedaban brasas.

- Siente sé - le dijo a la mujer, señalando un antiguo sofá -. Mi primo Martín es médico. Quiero que le eche un vistazo.

- No puedo sentarme - dijo ella, sacudiendo la cabeza -.
Estoy sucia, llena de barro y mojada. Voy a estropear la tapicería.

- Eso no importa - replicó él.

María inclinó la vista e intentó ver su rostro el la oscuridad. Se preguntó si le estaba gastando una broma. Aquella era una de la habitaciones mas lujosas que había visto.

- Por supuesto que importa - respondió -. Aunque no lo parezca en estos momentos, tengo modales. Y sé cómo comportarme cuando estoy con gente fina.

- ¿ Gente fina ? - repitió él - ¿ Eso es lo que espera? Intentaré hacer lo posible para no defraudarla.

María lo vio andar de un lado a otro de la habitación. Estaba casi segura de que era el mismo hombre al que había visto tantos años antes en el balneario, sólo necesitaba ver bien su cara para confirmarlo, pero, al parecer, el prefería mantenerse entres las sombras.

- Me está mareando - le dijo ella, apoyándose en el respaldo de un sillón para no perder el equilibrio. El gruñó, pero no dejó de moverse. María se preguntó que estaría planeado hacer con ella.

No creía que fuese a encerrar la en una habitación, pero si podía llamar a la policía.

Esperó. Pensó que le gustaba su manera de moverse. Era un hombre fuerte y muy masculino. Aunque parecía haber algo más, algo oculto. Se dijo que era una presencia ante el cual no sabía cómo reaccionar. Lo vio asomarse al pasillo y murmura algo que no entendió.

-¿ Qué ocurre ? - le preguntó.

El se giro hacia ella como si fuese acercarse, pero no lo hizo.

- Mi primo se lo está tomando con mucha calma - dijo con naturalidad -. Me gustaría terminar con esto cuanto antes.

- A mi también - respondió ella -. Mire. ¿ Porqué no me marcho y ... ?

- No - ordenó el con firmeza -. Vas a quedar sé dónde está.

Sus palabras la molestaban.

- Apreció mucho su hospitalidad - empezó concierto Sarcasmo, dando un paso hacia la puerta -. Pero creo que va siendo hora.

- No.

Avanzó otro vaso y el agarró por la muñeca.

- Va a quedarse aquí hasta que yo permita que se marche.

- Sus normas son un poco medievales. ¿ no cree ? - replicó ella Al ves que no la soltaba -. En la actualidad, uno no acepta órdenes de otras personas Ah no sé qué le paguen por ello.

- ¿ Eso es lo que quiere ? ¿ Dinero ? Entonces, ¿ que ha venido a hacer aquí ? - inquirió el.

María trago saliva. No le pareció buena idea pedirle que le permitiese a ceder a su colina una vez al mes.

- Nada ... - balbuceo.

- Miente.

Era cierto mentira pero a María no le gustó oírlo.

- Usted no ... No lo entendería - comenzó -. Pero no pretendería hacer ningún mal.

El la agarró todavía con más fuerza.

- Mal - repitió. Como si fuese una palabra sin ningún sentido -. Todo el mal se hizo hace años - añadió después con amargura.

María pensó que aquel hombre no le iban bien las cosas. Normalmente no le gustaba la gente negativa, pero allí había algo más sintió como una vibración en el aire y el corazón se le acelero.

El noto tu reacción y supo que hace. Muy despacio, giro la cara hacia ella, dejando al descubierto sus horribles Cicatrices.

No sabía porque se ocultaba de la gente. ¿ Era por miedo, por arrogancia, por egoísmo ? Era muy duro pensar que su rostro, que en el pasado había sido bastante bello, era en esos momentos tan repelente.

No obstante Sabía que si se ocultaba era también porque se sentía culpable. Aquella cicatrices representaban sus pecados, pero, lo que era todavía más doloroso, eran además culpa suya.

Se había pasado año escondiéndolos solo. Y estaba cansado de ello, pero si quería cambiarlo tendría que acostumbrarse a que lo viesen la cara, y no sabía si iba a ser capaz. Ni si lo merecía.

Esa noche sin embargo, no iba a ocultarse. Ya iba siendo hora de que acepte su destino y aprendiese a vivir con él. Iba a mirar aquella mujer a los ojos y a impregnarse de todas las emociones que hubiesen en ellos. Apretó la mandíbula y se preparó.

Entonces, se mostró ante ella.

La vio abrir mucho los ojos sorprendida. Se puso tenso y espero ver, asco ,miedo, qué se lleva hace la mano a la boca que se compadece de él y apartarse la vista como había ocurrido otras veces.

El único misterio era ... ¿ porque permitió que le molesta sé ? Había llegado el momento de aceptarlo.

No obstante, las cosas no fueron tal y como había previsto. No vio repugnancia ni cautela en sus ojos, sino más bien un grillo cálido y curioso. En vez de apartarse se acercó a él y alzó la mano para tocarlo.

Él no se movió Mientras ella le acariciaba la Cicatriz y trazaba su recorrido por la mejilla y hasta la comisura de la boca.

- Oh - dijo, antes, de dejar escapar un largo suspiro.

Pero sin compadecerse de él. Era más bien como si acabase de encontrar una maravillosa obra de arte con una imperfección y necesita examinar la mejor. Y eso era exactamente lo que estaba haciendo.

cuando llegue el amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora