Capítulo 2: Ocho de mil

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Los hombres de blanco nos tomaron varias muestras de sangre al llegar. Querían encontrar una cura para el virus, y nuestra reciente infección los ayudaría. O eso dijeron. En mi cabeza, me pregunté cuántas veces le habían dicho lo mismo a otros infectados.

No vi a Wooyoung ni a mis amigos durante todo ese tiempo, pues habíamos sido llevados a ocho cuartos distintos para que el proceso fuera más rápido. Luego de todo el procedimiento, me dieron un bolso con siete pares de ropa y artículos de aseo. Los trajes no eran de mi talla, pero ellos me dijeron que tenía que conformarme con lo que me habían dado. Finalmente me llevaron al área de aislamiento. Cuando un hombre de blanco me llevó hasta allí, mis amigos ya estaban en el lugar. Tenían bolsos iguales al mío, y supongo que nuestra tristeza también era similar.

Están en el área de las visitas ahora mismo. ‐ Nos notificó el hombre de blanco. No sé si fue la primera frase que dijo desde que entré a ese lugar, pero fue la primera que escuché. - Obviamente quien los venga a visitar no entrará acá, sino que estará del otro lado del vidrio. - Y señaló una pared de cristal a mi derecha que no había notado. - Tras esa puerta. - Agregó mientras nos indicaba la puerta de hierro a nuestras espaldas. - Encontrarán el salón y sus dormitorios.

¿Visitas? ¿Dormitorios? - Preguntó Jongho bastante extrañado.

Comúnmente, no te daban dormitorios. Cuando mi padre y mi hermano menor enfermaron, los llevaron a una sala en dónde no habían más que cientos de camillas de hospital. El baño era compartido y no tenían privacidad. A mi madre y a mí no se nos permitió visitarlos.

Por supuesto. - Asintió el hombre de blanco. No sé si estaba sonriendo, pues su rostro estaba cubierto por una máscara enorme que evitaba su contagio, pero creo que sí. - El señor Kang lo ha pedido. Quiere que su sobrino y sus amigos tengan el mejor trato.

Tu tío es el mejor, Yeo. - Le sonrió Seonghwa mientras lo abrazaba. Realmente no sé por qué estaba tan feliz. Aquel trato privilegiado solo nos lo estaban dando porque íbamos a morir.

Supongo. - Dijo el mencionando, simplemente alzando sus hombros para suspirar.

Eso es todo. - Habló el hombre de blanco. - Tengan una buena estadía, chicos.

Y se retiró por la puerta por la cual habíamos entrado antes, para luego sellarla. Yo reí bajo en cuanto se fue. No podía creer que nos deseara una buena estadía cuando íbamos a morir en menos de treinta días.

Hora de conocer nuestro nuevo hogar. - Dijo Yunho con una sonrisa un tanto burlona. Lo amaba, pero juro que en ese mismo momento deseé pegarle una bofetada.

El sitio un lugar algo amplio, demasiado, y absolutamente todo era completamente blanco. Estaba separado en dos ambientes. En el primero, al entrar, habían tres sofás y tres cajas de juegos de mesa. El otro, tras subir dos pequeños escalones, era el salón principal. Allí habían cuatro puertas enfentadas a otras cuatro, supe que eran las habitaciones en dónde dormiríamos. Había una gran mesa rectangular, también blanca, justo en en el centro del salón, y al fondo de todo se distinguían dos ranuras en la pared. En ellas podía leerse "Comida" y "Platos". Bien, al menos iban a alimentarnos.

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