-Ya, lo sé. Pero no quiero decírselo a mis padres, no puedo.
-Si no se lo dices tu, se lo diré yo, Luna.- me contestó rotundamente Nadia.
Me limité a resoplar. No quería volver al hospital, joder. Una sensación de impotencia me invadió. No tenía fuerzas para volver a pasar por todo aquello; otra vez no.
Llegamos al final del pasillo y me despedí de mi amiga. No íbamos a la misma clase, pero lo llevábamos bien. De hecho, creo que en aquel momento, Nadia y yo estábamos en una de las mejores temporadas de nuestra relación. Y eso era de agradecer.
Anoche lloré. Lloré muchísimo al comprender que volvía a verme mal. Que no estaba a gusto conmigo misma. ¿Por qué? ¿Por qué yo tengo que ser yo? ¿Por qué me odio a mi misma? ¿Por qué me doy rabia? Al notar un fuerte nudo en la garganta comprendí que debía dejar de pensar en eso. Al menos por ahora; no podía echarme a llorar en medio de la clase de historia.
Por fin terminó la mañana y yo ya había tomado una decisión: no diría nada en casa pero le haría ver a Nadia que se lo había contado a mis padres. Me sabía muy mal mentirle, pero no me quedaba otra.
-Te acompaño a casa. -me sobresalté al oír la que creía que era su voz. Mis sospechas se confirmaron cuando me di la vuelta. Evidentemente, era León.
-De acuerdo, -le sonreí- ¿qué tal con Mía?- añadí intentando aparentar normalidad.
-Genial, esta noche ceno en su casa.
-¡Qué bien! -dije con falsa ilusión. Y pese a mis esfuerzos por encubrir mis verdaderos sentimientos, lo notó.
-Oye, ¿te pasa algo conmigo? -dijo a modo de preocupación.
-No, no. Que va, estoy bien. ¿Por qué iba a pasarme nada contigo? -me estaba poniendo nerviosa y aún quedaba un buen trecho para llegar a mi casa. Decidí inventarme alguna excusa. - Hoy he quedado para comer con mi... Con mis padres. Así que tengo que irme por aquí.- señalé la calle de la derecha sabiendo que él debía seguir recto.
-Ah, vale. Pues hasta mañana, Luna. -sé que se había dado cuenta de lo poco convincente que había sonado mi excusa, pero no dijo nada, y se lo agradecí.
Nos dimos dos besos. Era mucho más alto que yo, y siempre me tenía que poner de puntillas. Me gustaba esa sensación. Era tan agradable tocarle. Espero que no supiera qué estaba pensando. A veces me da miedo que pueda adentrarse en mi cabeza y descubrir todo lo que pienso.
-Adiós. - logré contestar antes de que mi nerviosismo me delatara.
Sin más, di media vuelta y me metí por el callejón. Joder, que mal rato.
Al llegar a casa, me tumbé en mi cama y, siguiendo mi habitual rutina, me puse música. Esta vez opte por I rather be with you. Aunque a los treinta segundos la cambié. Me recordaba demasiado a León.
***
Ya eran más de las tres y media y mis padres aún no habían llegado. Tenía mucho hambre. Abrí la nevera en busca de algo fresco. Pese a estar a mediados de mayo, el calor era insoportable. Opté por el chocolate que había escondido días atrás en un rincón. Dios, qué bueno está. No aguantaba más. "Ya está, ya paro. Bueno, un trocito más. Ahora sí que ya está. Bueno, un último mordisquito." Y así me terminé media tableta. "Joder, joder, ya me vale." Un sentimiento de culpabilidad me invadió. ¿Por qué no pensaba en las consecuencias antes de comer tanto? Mierda. No. Joder. Sabía que no debía, pero por una vez no pasaría nada. Estaba segura de que lo tenía todo bajo control.Decidí meterme los dedos en la garganta y. Ya está. Ya pasó. Debía tranquilizarme. No podía dejar que mis padres me vieran así. Tiré de la cadena y me refresqué la cara, mientras un "¿pero qué he hecho?" no paraba de resonar en mi cabeza.
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Luna
RomanceLuna es una adolescente con una vida demasiado monótona para su gusto. Descubre el sexo y emociones que jamás había experimentado. Por un lado está León, y por el otro un peculiar chico que conoce en el hospital. (Después de leer otras historias he...