Capítulo 3

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Esa misma tarde...

Mi móvil sonó. Me sobresalté al ver su nombre escrito en la pequeña pantalla.

-¿Si? -dije notablemente sorprendida. Nunca hasta ahora me había llamado, sólo solíamos hablar por Whatsapp.

-Hola, Luna... - suspiró- necesito verte. ¿Puedes esta noche?

-Sí, claro -dije aún sin creerme bien todo lo que me estaba diciendo.

-Genial, ¿quedamos a las nueve y media en mi casa? No me apetece salir.

-Vale, sí, perfecto. Pero, León, ¿estás bien? -contesté preocupada.

-Sí, sí, no te preocupes. Ya te contaré.

Y tras un 'hasta luego', colgó. Me quedé durante lo que me parecieron más de cinco minutos, mirando la pared blanca de mi habitación. Pero, ¿qué? No entendía nada. Tan sólo habíamos quedado cuatro veces, y de eso hacía mucho. Por suerte una de ellas fue en su casa y ahora sabía a dónde ir.

La última vez fue cuando me dijo que estaba enamorado de Mía, y que teníamos que dejar de vernos, pero que quería que conserváramos la amistad. Al principio me costó porque, aunque no pasó nada entre nosotros, era evidente que estaba pillada por él; y quiero creer que él también por mí, aunque sólo fuera un poco.

Era como si sin ser nada, hubiera significado mucho. Al menos para mí. Odiaba pensar que yo no le importaba tanto a él como él a mí.

Y ahora, no sé. Pensaba que lo tenía superado. ¡Llevaba más de medio año con Mía! Pero al escuchar su voz o al tocarle, algo se me removía por dentro. Siempre intentaba ignorar esa sensación y seguir con mi vida como si nada. Todo eso no me llevaba a ninguna parte, sabía que él estaba enamoradísimo de su novia. Era su primer amor, el de su juventud. Con ella perdió la virginidad y todas esas mierdas.

Yo odiaba el término "perder la virginidad". ¡No pierdes nada! Al contrario, inicias tu vida sexual lo cual, a mi parecer, es positivo. Estoy harta de que nos inculquen que al hacer el amor por primera vez tiene que ser con alguien especial y estando enamorada. No, joder. Puedes hacerlo también perfectamente con alguien que simplemente te atraiga sexualmente. Y, evidentemente, eso no quita que, al hacerlo con alguien de quién estés enamorada, sea menos especial.

Yo todavía no había hecho el amor con nadie. Sí que había y me habían masturbado, hasta practiqué sexo oral una vez. Pero ni con esos líos, había olvidado completamente a León.

¡Y ahora había quedado con él! De hecho, debía empezar a prepararme si no quería llegar tarde. Abrí el armario y resoplé. Tampoco me comí demasiado la cabeza y, tras ducharme, me puse algo sencillo. No iba demasiado conmigo eso de arreglarse.

Entre una cosa y otra, ya eran las nueve. Joder, siempre se me hecha el tiempo encima.

Me despedí de mis padres, que ya me habían sometido al típico interrogatorio para saber con quién había quedado, y salí a la calle.

El viento me abofeteó la cara, pero de una manera agradable. Hacia más frío de lo que me pensaba, pero no se estaba mal. Llegué con paso rápido al metro y conseguí entrar en uno justo antes de que saliera. Suerte, sino no hubiera llegado a tiempo.

Con la vista iba analizando a los desconocidos que estaban a mi alrededor. Me gustaba inventarme en mi cabeza sus historias: quién son, qué quieren de la vida y por qué están allí, en ese preciso lugar e instante.

Tres paradas más tarde, bajé. Casi corriendo, subí las escaleras. Por suerte, la casa de León estaba a tan solo dos manzanas de allí.

Me coloqué el pelo detrás de las orejas y pité. Mi corazón se aceleró y noté que las piernas se me debilitaban.

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⏰ Última actualización: Jun 14, 2015 ⏰

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