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🦇
Jueves, 29 de Octubre.
Corría en el bosque junto con mi hermana unos normis no habían visto. Mis piernas estaban adoloridas y mi cabeza parecía que iba a explotar en cualquier momento. Tener sed de sangre no era nada agradable y menos si no la podías mantener, al menos que seas yo llevo 5 años rehusándome a hacer mi primera muerte, quitarle la sangre a alguien hasta morir no era algo que yo disfrutaría hacer pero para mi hermana Cassie era fascinante según sus palabras pero volviendo a el tema de la sangre, no podía soportar una noche mas sin sangre pero la idea de hacerlo me aterraba usualmente era mi hermana la que la conseguía y me la daba para beber.
He sobrevivido todos esos años haciendo eso, si esa idea jamás hubiera pasado por la cabeza de mi hermana yo ahora mismo estaría en un ataúd bajo tierra, no era una mentira que un vampiro no podía sobrevivir sin sangre este podría terminar padeciendo una extraña enfermedad y conducirlo a la muerte.
—¡Lexi! ¡Necesitamos llegar rápido a la academia! —grito mientras corría.
—Cassie…no me siento…bien…
La vista se núblala cada vez más, sentía como iba caer en el suelo, pero unos brazos me tomaron antes de que lo hiciera.
—¿Estas bien? —un chico me había tomado. —Mierda estas ardiendo.
Su cara era similar a la de uno de mis mejores amigos, lo podía notar aun que mi vista no estuviera sirviendo en este momento.
—¿Xavier? —pronuncie.
—No…soy algo mucho mejor que él. —dijo orgulloso. —¿Te cargare para llevarte a la academia sí? Parece que eres estudiante de aquí.
—Cassie…mi hermana… ¿Dónde está? —susurre, estaba demasiado cansada como para hablar.
—No se dio cuenta que te quedaste atrás, linda. Te llevare adentro para que puedas descansar te vez muy mal como para estar aquí fuera.
Me tomo delicadamente para después subirme a su espalda y llevarme a dentro de la academia. No supe que sucedió después de eso, tome una larga siesta mientras el me llevaba en su cómoda espalda.
—Despierta, ya estás en la academia. —mi hermana acariciaba mi cabello.
—¿Cassie? —abrí mis ojos.
—¿Por qué no me dijiste que te quedaste atrás? —tomo un vaso y me lo ofreció. — Me tenías muy preocupada.
Me senté en la cama en la que me encontraba y tome el vaso que me ofrecía mi hermana, tome un sorbo y me sentí más viva.
