Luego de salir del consultorio del doctor Christopher Bang, se encaminó directamente al restaurante dónde Hyunjin lo esperaba para cenar y pasar una velada tranquila disfrutando de la compañía, y cariño mutuo que destilaban.
Seguro beberían unas cuantas copas de vino, teniendo conversaciones profundas o bobas como lo hacen cada que se emborrachan, y en esa oportunidad, el pelinegro estaba decidido a confirmar las teorías que él y el doctor se habían planteado en el consultorio.
Pero, en momentos como esos, Jeongin sólo se preguntaba cómo Hyunjin y él llegaron hasta esas circunstancias tan críticas.
Desde el inicio de la relación fueron bastante abiertos con sus necesidades y gustos, prometiendo siempre hablar en cuanto desearan probar cosas nuevas y si ambos estaban de acuerdo lo realizarían. Sólo quería saber porque —si las teorías llegaban ciertas— Hyunjin no le dijo que deseaba probar ser el activo.
En realidad no era como si Jeongin se fuera a negar rotundamente a la idea.
Primeramente, ya una vez había probado ser el que recibía, y debido a esto, cada que se pasaba de copas se imaginaba a sí mismo siendo doblegado por el de hebras rojizas, actuando sumiso ante sus toques y llamándose por apodos sucios y lascivos.
Hyunjin tampoco ayudaba mucho, si cuando estaba en igual estado de embriaguez, tomaba las riendas de todos los besos y toques. Aunque minutos después, le cedía el mando a Jeongin al no poder continuar el ritmo debido a su estado.
Aceptaba, en silencio, pero con orgullo, que esa es su mayor fantasía sexual.
Camino un poco más entre las mesas de aquel lugar, divisando esa inconfundible cabellera rojiza entre la multitud. Acercándose con rapidez ante la creciente y misteriosa ansiedad que se generó dentro suyo por estar cerca de él lo antes posible.
— Innie... — dijo Hyunjin, inmediatamente vió a su esposo acercarse a la mesa, levantándose para dejar un corto y tierno beso sobre sus labios.
— ¡Jinnie! — exclamó Jeongin, con una sonrisa enternecedora hacía el contrario al verlo tan feliz con su llegada.
El doctor Christopher tenía razón. Debía confiar en Hyunjin, y si este lo amaba tanto como se lo demostraba con esa simple pero hermosa sonrisa brillante ante su presencia, jamás lo iba a engañar.
Después de mirarse amorosamente, probablemente como tontos ya que estuvieron de pie todo ese tiempo por un largo rato, ambos decidieron sentarse en la mesa frente a frente.
— Llegué hace unos diez minutos, y pensé que cuando llegarás tendrías hambre — dijo Hyunjin, haciendo una pequeña pausa para entrelazar sus manos sobre la mesa — Así que, me tome el tiempo para pedir tu favorito — dijo, mientras tomaba de su copa de vino y luego servía hasta la mitad en la del mayor — Brochetas de cordero en salsa de soja. Para mi bonito esposo.
— Joder Hyunjin. No sé cómo te las arreglas para que cada día me enamore mas de ti. Mocoso, ¿Siquiera eso ya es posible? — dijo Jeongin, batiendo su pelo negro mientras le daba una mordida gustosa a su cordero.
Escuchó lo melodiosa risa de Hyunjin y su pecho se sintió cálido.
— Es mi encanto personal, dulzura — dijo Hyunjin, farfullando con altanería, causando que Jeongin rodara los ojos cansino — Y el hecho de que tú tengas veinticuatro y yo veintitres no significa que sea un mocoso, Jeongin. Supera eso — dijo, peinando sus hebras rojizas hacia atrás mientras abultaba su labio inferior en un inconsciente puchero.
— Siempre serás mi mocoso — dijo Jeongin, haciendo énfasis en la última frase mientras se inclinaba para estar más cerca del rostro de Hyunjin. Brindándole una sonrisa de superioridad mientras tomaba de su vino.
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Fanfiction꒰ ser el pasivo había sido la mejor idea que pudieron haberles dado en años... ꒱ jeongin al ver que hyunjin ya no está mostrando el mismo interés que unos meses atrás en el ámbito s*xual, decide visitar un s*xólogo, y este le recomienda un cambio. ꗃ...