II. Camaleón amatista

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Un plato gigante de panqueques fue dejado por las manos del azabache en la mesa, adornado con rodajas de banana y fresas, además de crema pastelera y tanta miel de maple como al albino le encantaba. Aunque no fue la única sorpresa del momento, ya que Atsushi no se quiso quedar atrás y de igual manera sacó un pastel de higos completo y sólo para su mafioso favorito.

— Acordamos que nada de regalos– reprochó el azabache tomándole por los hombros, dejando varios besos en todo su rostro — Pero jamás le diría que no a un pastel de higos hecho por tus manitas

— Lo sé, lo sé, esto es un 1-1, y ni creas que vas a ganarme hoy– dijo poniendo un poco de la crema en la punta de la nariz contraria — Prepárate Ryu

— Vengo listo para lo que sea si se trata de ti– ahí estaba, una de aquellas sonrisas que le derrentían el alma como el sol derrite la nieve al amanecer — Hay que empezar, nuestros desayunos sorpresa se enfriarán

Se la pasaron charlando sobre la noche anterior, un par de cosas que quizás el otro no sabía o de lo que no se había percatado, por lo que se sacaron varias sorpresas y risas mientras comían. Era de esas veces en las que no necesitaban un tema en especial para hablar y alegrarse el día mutuamente, sólo lo hacían porque si y el contrario les entendía a la perfección.

Les costó un poco al principio tomando en cuenta las diferencias que apenas habían podido resolver pacíficamente hace un tiempo, llevaban poco más de 7 meses siendo pareja a pesar de que los dos ya se encontraban en un dilema bastante peculiar. Bueno, las parejas se besan ¿no? Y según Kunikida y Hirotsu, te deberías besar con la persona que amas de verdad.

Aunque Chuuya y Dazai les dieron opciones muy distintas, ya que ellos pues... lo único importante y responsable que les dijeron esa vez fue sobre el uso de métodos anticonceptivos y sabores de... ajá, esa clase de cosas.

Se vieron repletos de bromas sobre la noche y entre una cosa y otra, llegaron a la parte donde ambos se pusieron tan borrachos que no recordaban nada, por lo que finalmente tomaron sus teléfonos del sofá y abrieron la app de mensajes.

Un silencio increíblemente largo los puso nerviosos a más no poder, y lo peor del asunto era que ninguno se atrevia a decir algo de lo ocurrido. Atsushi en el grupo de la Agencia, Ryunosuke en el grupo de la Port Mafia, ni uno ni otro abrió la boca para decir algo, hasta que ambos explotaron a las risas sosteniendo su estomago.

— Tú primero, tú primero– dijo el mayor escondiendo su sonrisa con su mano — Dios, ¿Por qué somos así cuando estamos borrachos?

— No lo sé, pero por lo menos no fuimos como ellos– trató de excusarse, mostrando la foto en su teléfono donde se veía claramente a Dazai durmiendo en la mesa mientras Chuuya jugaba cartas encima de él contra Kouyou — ¿Y se supone que somos los niños a comparación suya?

— No lo entiendo, pero tampoco lo recuerdo– quiso poner un buen motivo para lo que estaba a punto de decir — Pero… nosotros tampoco nos pudimos salvar del hermoso aire navideño

— ¿¡En serio!?– dijo emocionado, a la vez que paniqueado — No sé si quiero verlo o esperar a que los demás nos hagan burla por ello hasta año nuevo y el año siguiente

A los pocos instantes no contuvo su curiosidad y se levantó de su asiento por un par de segundos que le fueron suficientes para ver un vídeo de unos 15 segundos, en el cual se mostraban ambos muy acaramelados bebiendo ponche de frutas a la luz de las velas que incendiaban el mantel de la mesa poco a poco. Por algo no querían recordarlo y por algo quizás lo habían olvidado por completo.

Lo mejor era Hirotsu corriendo a apagar las llamaradas crecientes. Ay, le darían las gracias al abuelito por evitar un llamativo accidente de navidad.

— El fuego del amor nos persigue de maneras muy extrañas, ¿verdad?– preguntó el mafioso sonrojado por la pena — ¿Sabes a qué me recuerda?

Algo mágico // SSKKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora