En los cuentos el amor es eterno. Tras el punto final, la heroína atesora el amor de su caballero hasta el fin de los tiempos. He crecido en un barrio humilde de Estambul donde esas historias pertenecen a fantasías que se contaban antaño en los muelles y, sin embargo, el destino me ha regalado un príncipe que no sé si me merezco.
Me llamo Sanem Aydin. Mi familia regenta una carnicería en Estambul y mi mayor sueño es ser escritora y vivir en las Galápagos. Por el momento, me las apaño bien. Trabajo como diseñadora en un estudio de cine y mis padres creen que voy a labrarme un futuro prometedor como mi hermana Leyla. Soy afortunada. No se me caen los anillos al reconocerlo, sobre todo porque mi jefe es un hombre de los que aparecen una vez cada mil años: Can Divit, uno de los artistas más prometedores de Turquía cuya anatomía ya es por sí misma una obra de arte, aunque en estas páginas que escribo se le conoce como albatros.
Hace dos semanas que no actualizo mi diario desde aquel beso entre Can y yo que fue una declaración de intenciones. Yo corrí hacia él, dispuesta a dejar atrás los miedos gracias a los consejos de mi amiga Ayhan. Pero la vida no es tan sencilla. En una novela los obstáculos, aunque sean difíciles de superar, no reaparecen una vez los has solventado. Sin embargo, los remordimientos impiden que disfrute de la cálida presencia de Can. Cada sonrisa que me dedica es un recordatorio de que él es un hombre decente y bueno y yo, en cambio, una miserable.
Los sentimientos se desbordan como una taza de té que no se ha sabido medir bien. He pensado que tal vez la escritura me ayude a poner calma a este asunto. Voy a acabar mi novela y darle un cierre a este romance que comenzó en aquella fiesta de empresa donde el albatros me acogió entre sus alas.
En primer lugar, lo que debería es personalizar al villano, uno de los responsables de que mi relación con Can sea dulce y a la vez posea pequeños posos de amargura. Durante semanas, el señor Emre, el hermano de Can, me manipuló para sabotear los negocios del estudio de cine. Aún no le encuentro sentido a todo esto, pero lo cierto es que entre Emre y yo causamos un gran daño a Can. Estuvimos a punto de provocar que se marchara para siempre de Turquía. Desde que nos conocemos, Can se ha preocupado por mí. Ha apostado por mi talento. Cuando las responsabilidades de la empresa me han sobrepasado, él siempre se ha ofrecido como un pañuelo de lágrimas. A pesar de eso, Emre fue capaz de sembrar dudas en mi corazón. Fui una estúpida, pensé que Can era un arrogante, un egoísta capaz de pasar por encima de su familia.
Incluso lo pensaba cuando él me regalaba grandes muestras de afecto en los momentos en los que más lo necesitaba. Gracias a Can, me enfrento mejor a mi sueño de ser escritora.
Las palabras fluyen a través de los latidos de mi corazón enamorado. Sin embargo, debo quitarme las espinas de amargura causadas por el engaño que llevé a cabo con el señor Emre.Son las dos de la tarde. Me encuentro en una pequeña terraza, bajo el cuidado de los árboles. Es primavera. El verano cada vez se acerca más. Escucho el canto de los gorriones mientras espero a mi amiga Ayhan y a su hermano Osman. Si me encontrara en el muelle, oiría los graznidos de las gaviotas y, tal vez, la llamada de un albatros errante. Miro mi reloj de pulsera. Ayhan se retrasa. La he llamado para desahogarme. Desde niñas, hemos sido como uña y carne. Nuestra amistad es un pilar fundamental en nuestras vidas. Nunca hemos hablado mucho de chicos porque nuestra trayectoria romántica ha sido casi inexistente. Es más, mi historial se resumía hasta la aparición de Can en los poemas que mi vecino Misifú me recitaba desde el jardín de infancia.
Doy un pequeño sorbo a mi taza de té. A lo lejos, diviso por fin la figura de mis dos mejores amigos. Ayhan se sienta la primera mientras Osman se acerca a un camarero para pedir un refrigerio para ambos. -¿Ha pasado algo, Sanem? ¿A qué vienen tantas prisas por quedar?
Ayhan se merece un templo. Desde hace dos días la he bombardeado a llamadas y mensajes sin sentido. -Necesito tu consejo. No soy capaz de mirar a Can a la cara. Le esquivo. Él no me dice nada, pero supongo que se acabará cansando de mí. -Madre mía, Sanem. ¿Ya volvemos con el mismo problema de siempre? Osman se sienta con nosotras. En vez de saludarme, me acaricia la mano. Él sabe siempre cómo me siento. Nunca falla a la hora de ofrecerme palabras de consuelo o protegerme con su mera presencia. -Ayhan, te juro que lo he intentado, pero la culpabilidad puede conmigo. Una relación se forja a base de confianza mutua y me siento una miserable después de haber engañado a Can. Él cree que soy la persona más maravillosa del mundo. -A ver, Sanem. Esto ya lo hemos hablado. Tú no obraste de mala fe. Fue Emre quien te manipuló. Ese hombre es más malo que la tiña. -Sanem, deberías hablar con Can -interviene Osman-. Le mentiste, pero ahora podéis afrontar las cosas con sinceridad. Si él te quiere, sabrá perdonarte. -Ojalá fuera así. Me quiere, pero él no soporta las mentiras. Es por una historia personal que le afecta demasiado. Por eso sé que lo que le hecho es una gran traición. Dios mío, si supiera que por mi culpa casi le condenan por plagio...
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El Fénix Y El Albatros (Segunda Parte)
RomanceLa segunda parte de la romántica historia de Can y Sanem.