Uno de los detalles que más me agradan de la mansión de Can es su amplio jardín. Hay árboles plantados estratégicamente para que los pájaros se posen en sus ramas y alegren la velada con sus cantos. En este barrio de pedigrí, hasta las aves parecen tener caché. Aunque ahora tengo que conformarme con el batiburrillo de la reunión. Deren está nerviosa porque Emre ha traído a una antigua empleada con la que siempre ha habido problemas y que es la archienemiga de mi jefa. Se llama Aylin y, por lo que he escuchado, fue la antigua novia de Emre hasta que se separaron. No le he preguntado a Can los detalles porque deseo mantenerme alejada de la vida de su hermano. Sin embargo, Deren sí debe conocer la historia porque la mira como si fuera una lagarta impresentable. @
No sé que pensar de Aylin. Al llegar a la reunión, he sido de las primeras personas en las que se ha fijado y me ha sonreído, provocándome un escalofrío. Ahora mismo, no me presta atención porque está enzarzada en una discusión con Deren. —No comprendo por qué ella debe formar parte del equipo, Can. —Porque su compañía trabajó antes con la empresa que nos ha encargado el anuncio y quieren que colabore en el proyecto. Explícaselo tú también, Emre —le pide a su hermano mientras se pasa la mano por la frente.
—Lo que dice Can es cierto. Ella conoce todos los datos mercantiles y por eso quieren que participe en la grabación y producción del anuncio para poder satisfacer a su público objetivo. Será una colaboración puntual.
—Así es —añade Aylin—. Después de esta colaboración, seguiré con mis proyectos personales. —Pues te deseo suerte —dice Deren entrecerrando los ojos—. Según creo recordar, la empresa que montaste por tu cuenta ha quebrado.
—Los inicios son duros para la gente emprendedora. Supongo que alguien que prefiere vivir bajo la sombra de gente con éxito no lo entiende, cariño. Estoy deseando ver el momento en el que se arranquen los ojos la una a la otra. El resto de comensales está o jugueteando con la comida, o contemplando con mucho interés el jardín de Can.
—Por favor, el objetivo de esta reunión es relajarnos con el trabajo en un ambiente más distendido —interviene Can para mantener la paz—. Ahora habrá que firmar el contrato para la colaboración y hablaremos de temas más relevantes. —Me he dejado mi maletín en el salón, Can —dice su abogado, que es uno de sus amigos de la infancia.
—Por favor, el objetivo de esta reunión es relajarnos con el trabajo en un ambiente más distendido —interviene Can para mantener la paz—. Ahora habrá que firmar el contrato para la colaboración y hablaremos de temas más relevantes. —Me he dejado mi maletín en el salón, Can —dice su abogado, que es uno de sus amigos de la infancia.
—No se preocupe, ya iré yo —se ofrece Ceycey muy servicial. Aunque creo que es porque quiere alejarse de Deren y Aylin, que siguen matándose con la mirada. —Muchas gracias. Es un maletín marrón que se encuentra en a la izquierda del sillón de comedor —le explica el abogado. Mi amigo anota mentalmente las indicaciones. Se nota que está un poco nervioso por ser el centro de atención.
—Si no es mucha molestia, Ceycey, ¿podrías traerme también mi maletín? Lo necesito para firmar el contrato. También es marrón y se encuentra en la silla que preside la mesa del comedor. —No será molestia —asegura Ceycey, pero le conozco demasiado para saber que ahora es un manojo de nervios por si confunde las carteras.Cuando se marcha, el ambiente se torna un poco más distendido a pesar de las circunstancias. Mi amigo regresa pocos minutos después sin dejar de murmurar. Supongo que lo está pasando muy mal porque los dos maletines son exactamente iguales. —Aquí tiene su maletín —le dice al abogado tendiéndole uno—. Y este es el suyo, señorita Aydin.
El abogado habla con Can y no se apresura a abrir su maleta, al contrario que Aylin que enseguida abre la suya y lee los papeles.
—Este no es mi maletín —dice—. Tome. Aquí tiene el suyo —dice entregando por un lado la cartera y por otro, los papeles. Can alza la mano para pasar los papeles. El abogado trata de evitarlo. Está nervioso y, confuso, Can mira los papeles y su semblante se ensombrece. —¿Qué es esto? —exige saber a su amigo.
—Can, pensaba contártelo. —¡¿Qué tenías que contarme?! —exclama agitando los papeles. Nunca le había visto tan enfadado—. ¿No dejé muy claro que no quería que nadie le pasara información a mi madre sobre la empresa? —Can, ella es accionista…
—¡Eso no es relevante! ¡Ella recibe su parte de los ingresos y ya está! ¡No quiero que se entrometa en nuestros negocios! Can se ha levantado. La única persona más pálida que el abogado es Ceycey. Emre y Deren evitan contemplar la escena. Ellos conocen el transfondo de esta pelea y, ahora que me doy cuenta, de todas las veces que Can me ha hablado de su familia, nunca ha mencionado a su madre directamente. —Can, déjame explicarte… —¡No quiero explicaciones! ¡Fui muy claro en mis indicaciones y, si no eres capaz de seguirlas, no eres digno de confianza! —Can, esto es ridículo. Nos conocemos desde…
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El Fénix Y El Albatros (Segunda Parte)
RomanceLa segunda parte de la romántica historia de Can y Sanem.