Capítulo 43

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¿Preparados? Nos vemos mañana y pasado para los capítulos finales.
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2011
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11 de noviembre

Aimara

Estábamos los tres sentados alrededor de la mesa. Increíble no poder tener voz ni voto. Ni siquiera me esforzaba por hablar, ¿qué caso tenía? Al final él haría lo que quisiese y yo acabaría igual.

Me acostumbré. Me acostumbré a su violencia y a sus palabras hirientes. Me acostumbré a su maltrato y asco para conmigo.

Silencio absoluto, hasta que Kiraz, luego de derramar lágrimas en silencio, y a mí partirme el corazón, habló:

-¿Por qué mami?

-Hija, por favor, no lo hagas más difícil, hasta que tu padre vuelva a trabajar, solo es temporal.

-Pero, ma, quiero seguir estudiando.

-¡Cállate, imbécil!

-¡No le digas así!-salté yo.

-¿Para qué quiere estudiar?-la miró con desprecio y volvió a mí-. No lo necesita, es una inservible como todas las mujeres. Aquí se limpia, es tu deber.

-Basta-mascullé.

-Estudiar es para los ricos. Nunca llegarás a ningún lado así que asimílalo de una vez.

El nudo en mi garganta creció. No podía hacer nada. Ya no.

Mi hija se levantó y, literalmente se arrodilló frente a él.

-Puedo ir a la pública, papá, por favor.

-No, Kiraz.

-Ven, hija, vamos.

La ayudé a ponerse de pie llevándola a su habitación.

Cerré la puerta y se tiró a su cama a llorar. Respiré profundo antes de ir con ella y sentarme en la punta. Acaricié su pierna mientras ella no despegaba su cara de la almohada.

-Mi niña...

-Yo quería seguir estudiando. Al fin me hice amigas-volteó a verme-¿Por qué?

-Solucionaré esto, te lo prometo, pero ya no llores. Veré qué puedo hacer, pero tú no dejarás de estudiar.

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Golpeé la puerta dos veces y sequé el sudor de mis manos en mi vestido. Hacía tiempo no lo veía, lo suficiente para dejar que mis impulsos hicieran lo suyo. Porque no los controlaría.

-¿Qué haces aquí?-me tomó del brazo empujándome al interior.

No, primero lo que anhelaba. Me puse de puntitas de pie. Apoyé mis manos en sus mejillas y lo atraje hasta mi boca. Él me tomó de la cintura pegándome a su cuerpo a la vez que aquel tan necesitado beso, se alargaba. Separó mis labios con su lengua para adentrarla hasta tocar la mía, ese acto me hizo gemir y supongo que la cosa fue mutua dado que, sin separarse de mí, me empujó hasta la pared avivando aquel beso.

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