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[Narrador omnisciente]

Los copos de nieve escarchada caían lentamente desde el cielo helado rodeado por el sol y nubes claras. Los copos se juntaban y acumulaban de a poco sobre la superficie del suelo a medida que el tiempo pasaba, dejando el césped y a los árboles secos de un liso color blanco.

El frío de la helada Moscú en invierno hacía que ni el abrigo más cálido resultara suficiente para el estadounidense de nariz y mejillas sonrojadas por la temperatura; no importaba cuantos años hubieran pasado desde que comenzó a vivir en Rusia, jamás lograría acostumbrarse al helado clima.

Sus pasos siguieron lentamente a través del terreno pastoso mientras veía la nube de calor que se formaba con cada uno de sus suspiros, abrazando su propio cuerpo tratando de regular su temperatura.

De pronto, sus ojos se iluminaros y le resultó imposible no sonreír cuando vio la pequeña colina y la banca de madera donde ya lo esperaba su prometido. Sus pasos se apresuraron, quitándose los guantes en el camino para que sus manos desnudas mostraran el anillo que usaba, llegando así hasta a aquella banca en donde se sentó con una sonrisa dirigida al país a su lado.

- Mi amor.. perdóname por tardar tanto; hacía mucho que tenía ganas de verte, en serio, mi gobierno a penas me deja tiempo libre.. - Comenzó hablando como si su acompañante le hubiera pedido una explicación - Pero tranquilo, prometo que de ahora en adelante me escaparé más seguido para poder verte

╭─────╯•╰─────╮

[Pov. USA]

Aún recuerdo la primera vez que escuché hablar de ti..

Yo no sabía más que un par de cosas sobre la descendencia que dejó el imperio ruso, pero a mi parecer, tú no eras más que un niño que ahora se veía obligado a actuar como un adulto.

Tras la victoria de la revolución rusa tú empezaste a cargar con todos los problemas que el gran Imperio Ruso dejó con su partida; tu gente moría de hambre, y tenías enemigos que ni siquiera conocías, incluyendo a mi propio gobierno.. Se te dio un país entero al cual dirigir, y futuras naciones a las cuales guiar, no parecías preparado para algo, sin embargo, ahí estabas.. aparentando ser fuerte, como si nada de esto te afectara, siendo la nación imponente y poderosa que el resto esperaba.

A veces sentía que yo era el único capaz de ver a través de tu mirada.. o quizás tú fuiste quien me regaló el poder de ver lo que había verdaderamente en tu interior, no importa cómo haya sido, yo notaba el pánico en tu mirada... Te veías inseguro de tus decisiones, a cada paso, y con cada palabra, tenías miedo de fracasar. Sin embargo, ahí estabas, la gran y poderosa Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, la URSS.. o como yo prefería llamarte, Soviet, mi Soviet, mi amor.

Eran finales de diciembre de 1922. El invierno era frío y había pasado innumerables noches sin dormir a causa del trabajo de mi gobierno; sin embargo, después de tanto tiempo en una guerra constante sin garantías de nada, poder estar tranquilo en mi hogar, y bebiendo café en la comodidad de mi oficina era todo un regalo que agradecer .

Todo parecía mejorar para mi país. Mi economía empezaba a crecer, el territorio estaba volviéndose cada vez más próspero, y eso era algo que sin duda me hacía feliz, aún cuando temía que eso durara poco.. En ese momento cualquier plan o idea que tuviera para la tarde fue interrumpida con la llegada de uno de mis asistentes, quien tocó a la puerta una y otra vez hasta que lo hice entrar.

No sé si cometí un error al escucharlo, pero en ese momento la noticia que me dio casi me hizo perder la cabeza entre su impulso de miedo y enojo.

Finalmente se habían firmado los tratados de integración de las repúblicas socialistas soviéticas de Rusia, Ucrania, Bielorrusia y Transcaucasia; un evento que ya esperábamos, pero que igual resultó impactante, pues todo eso sólo podía significar una cosa.. el surgimiento de una nueva nación.

- Mi guerra por ti - URSSAME Countryhumans -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora