[Narrador omnisciente]
Todo era tranquilo durante aquella mañana en Moscú. Los cristales estaban escarchados y la nieve caía lentamente sólo para demostrar cuan helado era el clima fuera de la habitación de América en la casa rusa. Se oía el ruido de la leña tronar y consumirse entre las llamas de la chimenea que daba calor, volviendo el material cenizas mientras las pieles que cubrían la cama resultaban suficientes para hacer que el frío del invierno se perdiera.
Los ojos de América permanecían cerrados y su respiración profunda mientras se mantenía recostado sobre el pecho desnudo de aquel soviético con el que compartía la cama, aquel que rodeaba su cintura y lo mantenía a su lado mientras ninguno se atrevía a decir una sola palabra que le diera fin al silencio que se había formado entre ellos, sintiéndose felices y seguros con su mera presencia.
Aquel anillo de esmeralda brillante permanecía aún en la mano del estadounidense, quien llevaba años usándolo en espera a que la promesa de su matrimonio al fin se hiciera realidad. Pues aún cuando su relación sólo crecía y se consolidaba con el paso del tiempo, la realidad era que aún habían muchos factores que no les habían permitido casarse aún.. Habían conflictos y problemas difíciles de lidiar, siendo sus propios gobiernos aquello que los afectaba tanto al punto de llevarlos a la decisión de posponer la fecha de su matrimonio una y otra vez.
Carrera espacial. Guerra fría. En eso se había convertido su relación..
Jamás quisieron que las cosas llegaran a tal grado en el que sus naciones ahora se consideraran enemigas, y que a penas les perimieran verse a los dos tan sólo un par de veces al año. El panorama era bastante difícil, pues no encontraban aún un final a todas las problemáticas que los envolvían.
Sin embargo, ahora que América al fin había logrado escaparse unos días de su país para reencontrarse con su prometido, aquel ruso sólo quería aprovechar cada segundo que tuvieran y pasarlo juntos.
URSS había extrañado como nunca a aquel estadounidense con estrellas en su rostro y con aroma a galaxia.. lo abrazaba ahora y se preguntaba cómo había logrado pasar tanto tiempo sin tocarlo si quiera mirar aquellos ojos color verde y azul. Era tanto el egoísmo por tenerlo ahora, que ni siquiera le había dado oportunidad a América de salir a patio junto a los niños, pues por unas horas al menos, quería tenerlo sólo para él.
Las manos del soviético pasaban entre los mechones de cabello del norteamericano, aquellos color blanco y con algunos toques que iban del azul al rojo, notando que ya habían crecido bastante desde la última que se vieron, llegando incluso por debajo de sus hombros.
La mirada de América se levantó lentamente para encontrarse con la de URSS, quien sonrió al mirarlo a los ojos antes de dar un corto beso en sus labios, rodando un poco sus cuerpos para que América se acostara por completo sobre su torso, poniendo así más atención en el rostro exhausto de aquel soviético que notó perfectamente el cambio de expresiones en USA.
- ¿Quieres que durmamos un poco? Luces cansado.. - Mencionó poniendo su mano en la mejilla de URSS, quien sólo la tomó para dar un pequeño beso y despreocuparlo
- Estaré bien. Sólo he tenido mucho trabajo, es todo
La mirada del estadounidense bajó mientras un corto suspiro se escapaba de sus labios, siendo una señal para el ruso de que algo no estaba bien.
- ¿Qué es lo que ocurre?
- Nada..
- Conozco ese gesto, no mientas y digas que no es nada, quiero saber porqué te preocupas
- Bueno, creo que es un poco evidente - Los ojos de USA volvieron a mirar al eslavo, aquel que siguió esperando una explicación - Todos sabemos que tarde o temprano el estado de nuestro país se refleja en nosotros..
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- Mi guerra por ti - URSSAME Countryhumans -
Hayran KurguNos conocimos tras la guerra. Fuimos aliados, y también enemigos, o al menos eso es lo que nuestras naciones afirman; ¿Pero sabes? Lo curioso es que yo jamás vi odio en tu mirada.. al contrario, cada vez que tus ojos chocaban con los míos, lo único...