4 de Diciembre

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9:17 AM

Estoy tumbada en el sofá, aburrida y sin saber que hacer. Hoy no tengo compañía ya que Adrien está en el instituto, Theó en casa de una amiga de mi madre jugando con su hijo pequeño y mis padres trabajando. Me siento muy sola. Ojalá tener a alguien con quien pasar el rato en momentos así de muermos.

De tanto aburrimiento, tomo mi teléfono para revisar las nuevas notificaciones que pueda tener. Tengo llamadas perdidas de Anne. De pronto, mi rostro se ilumina y decido llamarla para matar este tiempo muerto. Pero antes de pulsar el botón de llamar mi pantalla se pone en blanco y aparece en mayúsculas el nombre de "Sophie". Al principio no caigo en quién es, pero luego me sorprendo al recordar que es la chica que me encontré ayer en el hospital. Extrañada pero con mucha curiosidad cojo rápidamente el teléfono.

– Emmm. Hola Courtney, ¿estás ocupada? –Me dice con un tono muy apagado.

–La verdad es que no, precisamente ahora no tengo nada que hacer. Me ha sorprendido tu llamada, ¿a qué se debe?

–¿Puedo ir a tú casa ahora mismo, porfavor? Necesito a hablar con alguien, creo que me voy a suicidar.

–¡Ni lo pienses! Claro que puedes venir, estoy para lo que quieras.

–Gracias, eres muy buena persona, a pesar de que me conociste ayer y que hemos intercambiado cuatro palabras en toda nuestra vida.

–Eso es lo de menos. Si necesitas ayuda, te la daré sin problemas.

–Te amo Courtney.

–Ay no digas eso que me pongo roja. Acabo de enviarte mi ubicación, ven ahora mismo si lo necesitas.

–Dame 10 minutos y estaré ahí.

Todo ha sido muy espontáneo pero por lo menos ya no voy a aburrirme.

TOC, TOC.

Sophie llega antes de que pueda darme cuenta, así que corro a abrirle la puerta.

–¡Hola Sophie, puedes pasar!– Ella me mira con ojos de corderito y de repente me abraza y comienza a llorar.– Ohh mi niña, ¿qué te pasa?

–Mi abuela acaba de fallecer.– Me susurra entre sollozos y con el rímel corrido.

– ¡¿De verdad?! Ay no, lo siento mucho. Yo... Perdón no sé qué decir.

–¡No te disculpes, no has hecho nada malo! Al contrario, sólo el haberme aceptado en tu casa y acogerme con un abrazo es digno de oro.– Me mira con ternura y se me saltan las lágrimas.

–Porfavor, no exageres. Es lo menos que puedo hacer. Anda, ven y siéntate.– La hago un gesto con la mano para invitarla al salón y las dos nos sentamos.

–Estaba tomando un café en el bar de enfrente de mi casa y de repente me llaman y me dicen que la han encontrado muerta esta mañana.

–¿Quién te lo contó. Tus padres?

–No, el hospital. Mis padres murieron en un accidente de coche cuando yo tenía como 4 años, por lo que mi abu ha estado ocupándose de mí desde que tengo memoria. Ella era la única persona que quedaba con vida que me quisiera, porque tampoco tengo amigos ni nadie en quién poder confiar.– Estoy realmente dolida. Esas palabras me recuerdan muchísimo a las que mi abuelo me dijo el otro día antes de perder el conocimiento. Así que rompo a llorar y ella también lo hace por mi culpa.

Las dos estamos abrazadas llorando hasta que una llamada interrumpe nuestro momento de tristeza.
Es Adrien. No entiendo por qué me llama, debería estar estudiando. Me disculpo con Sophie y cojo el teléfono.

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