•Pies heridos | 🌻 KaiSoo.

Capítulo 1

Retrato

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El pelinegro abrió las ventanas de su pequeño estudio dejando que el frío aire de la ciudad le golpeara la cara, recibiendo como recompensa dos mejillas arreboladas de rojo y vellos erizados por la forma que el aire acariciaba su cuerpo, se encongio en su lugar en un intento de protegerse del frío, aunque no fue de mucha ayuda, tampoco es como si su suéter de lana que apenas si lograba darle calor y sus shorts ayudaran mucho. Usualmente cuando se encontraba en su estudio no necesitaba cubrirse mucho, la calefacción hacía lo suficiente para brindarle calidez.

Pero después de pasar horas pintando necesitaba tomar aire fresco y ventilar el lugar si no quería empezar alucinar, amaba el olor de la pintura, era un extraño gusto que la gente solía criticar cuando lo sabían, pero a KyungSoo no le importaba, cuando olía ese peculiar aroma se sentía más conectado en aquel mundo que se sumergía cuando tomaba sus pinceles para acariciar el lienzo en precisos y delicados toques, dejando que sus manos se movieran por sí solas en una mente llena de figuras para traer a la vida.

Dio una fuerte inhalación en busca de llenar sus pulmones de aire limpio y fresco, aunque no tan limpio, haciendo que su garganta y pecho dolieran un poco por el aire frío que se filtró en su organismo. Frunciendo el ceño decidió que era hora de volver adentro, no quería resfriarse, él es un chico de 29 años muy sano a pesar de ya rozar los treinta, enfermarse a estas alturas sólo implicaba pasar horas en la cama perdiendo el tiempo mientras se lamentaba de su existencia y no quería eso.

Do KyungSoo era una hombre muy imperativo a pesar de ya no estar en la cúspide de su juventud, no le gustaba mantenerse muy quieto por un largo periodo de tiempo, disfrutaba danzar de un lugar a otro en busca de nuevas aventuras o actividades para realizar, o experimentar, no le temía a lo desconocido así que a veces le encantaba salirse de su zona de confort.

Después de todo así fue como encontró su amor por la pintura, en ese tiempo era un adolescente rebelde de 17 años que no sabía qué hacer con su vida, estando a nada de entrar a la universidad sus padres siempre lo presionaban para que encontrará algo que le apasionara y así pudiera seguir con sus estudios, siempre tratando de convencerlo de estudiar medicina que, según ellos, era lo mejor y le aseguraría un futuro. Desesperado por encontrar algo a que dedicarse, odiando el sentimiento de vacío que se producía cuando pensaba en el futuro, se metió a miles de cursos navegando en busca de su pasión.

Fue dos meses antes de su graduación que decidió entrar junto con su mejor amigo de aquel entonces a un curso de pintura y fue como amor a primera vista, sentado delante de un lienzo blanco para trazar fue cuando viajó a otro mundo completamente diferente, se sentía como cuando se drogaba junto con sus amigos; su vida se apagaba y se sumergía es una nueva esperando para ser escrita por él, su menta quedaba en blando y un éxtasis de alegría desmedida le llenaba el cerebro, las preocupaciones y el estrés viajaban fuera de su sistema trayendo como consecuencia la relajación y somnolencia. Se sentía libre.

En ese momento su cerebro se apagó y dejó que la imaginación lo consumiera, sus manos se movieron por arte de magia y tomando el pincel cogió un poco de pintura, para después ser esparcida en el lienzo en trazos al azar que al pasar del tiempo iban tomando forma. Cuando volvió en sí se encontró frente a él la pintura de un hermoso mar, no era un mar tranquilo, sino uno tormentoso que producía enormes y peligrosas olas, siendo acompañado de nubes colosales y grisáceas que soltaban gotas de agua, en medio de todo ese desastre se encontraba un barco siendo hundido sin oportunidad de escapar de la furia del mar.