Capítulo 3

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¡¿Acostarse con un hombre?!

Los orbes negros miraban fijamente el techo blanco, aquel con algunas manchas de dudosa procedencia y con pedazos del material cayéndose de a poco. KyungSoo tenía miedo de que en cualquier momento ese techo le cayera encima mientras dormía.

Su departamento era muy viejo, con lo poco que generaba no le alcanzaba para vivir en el centro de la ciudad, ni siquiera le alcanzaba para rentar un apartamento decente. En el que estaba actualmente parecía que muy pronto caería por lo viejo y mal cuidado que estaba, ya muchos de sus vecinos se habían mudado. Él había pensado desde hace mucho tiempo hacerlo, pero sus ahorros y la renta de departamentos en Seúl no se ajustaban.

Todavía tenía bastante que ahorrar.

Pero tenía dos proyectos en curso, dos cuadros grandes que estaba a nada de terminar e iba a recibir un buen pago por ellos, quizás con eso ya podría irse de este olvidado lugar. Además, últimamente su popularidad entre los admiradores del arte parecía haber crecido, las personas que recurrían a él habían aumentado el doble en el último mes y las críticas de sus obras que subía a Internet eran muy positivas.

Solo tenía un problema: no podía aceptar muchos pedidos a la vez. Su modesto departamento no le daba el lujo de tener un estudio decente, vivía apretado entre paredes descoloridas y pisos sucios -manchas que había fregado con insistencia y no cedieron-. No tenía un lugar adecuado para meter sus cosas y si empezaba a aceptar muchos pedidos no iba saber dónde poner sus lienzos.

Suspiró inconforme por su situación, una situación que persistía en su vida. Pegado a él como una sanguijuela que drenaba su energía.

Ahora no solo bastaba que tenía sus problemas económicos y laborales, sino que las cosas en su vida personal estaban empezando a empeorar, lo que lo frustraba, porque ese aspecto de su vida la estaba manejando tan bien a base de engaños. Desde hace tiempo, seis días exactamente, su corazón, su cerebro y su cuerpo no habían podido dejar de pensar en cierta persona.

Pensó que con el paso del tiempo la cosa iba a tranquilizarse, pensaba que si no lo veía todo volvería a la normalidad y podría seguir llevando esa vida insípida que tanto le costaba mantener. No fue así, al contrario, era como si estuviera en una clase de abstinencia y el no verlo le causaba sensaciones en su cuerpo que no podía explicar.

En seis días se había masturbado más de lo que hizo en un mes.

Ni hablar de los sueños húmedos que lo habían acosado cada noche, de los escalofríos agradables que le recorrían cada centímetro del cuerpo cuando recordaba su voz, de las constantes erecciones cuando se detenía a pensar en su cuerpo desnudo y en la piel besada por el sol, las mejillas sonrojadas y el latir de su traicionero corazón cuando recordaba esos ojos y sus labios gruesos.

Todo Kim JongIn lo ponía mal.

Sentía que poco a poco se dirigía a la locura, no importaba con cuantas mujeres se acostara, ni las veces que se sumergía en sus sábanas para llorar por el miedo que le producía y el asco de cada sensación, de cada latir de su corazón. No importaba cuanto se ocultará en el sabor amargo de la cerveza, al fin de cuentas, sus pensamientos se dirigirían al modelo.

Se enderezó en su cama cuando se dio cuenta, que una vez más, estaba pensando en él. A estas alturas ya no entraba en desesperación cuando sus pensamientos se desviaban al moreno, ya acostumbrado por la cantidad de veces que pensó en él, lo único que le quedaba era suspirar y seguir con su vida, como si nada estuviera pasando.

•Pies heridos | 🌻 KaiSoo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora