Maths {Kim Namjoon}

IV

— Iseul-ssi, ¡no me hagas esto! — Imploró Hoseok desde la otra línea del telefono.— ¡Me vas a sustituir por el profesor guapo!

Al parecer a Hobi no le hizo demasiada gracia que le cancelara los planes del lunes para poder dar clase con Namjoon, y mis intentos por calmarle y vernos hoy no daban mucho resultado. Aún era domingo por la mañana y hacía un tiempo sorprendentemente bueno para estar aún en septiembre. No salir ahora sería un delito.

— Venga Hobi, te invito a desayunar lo que me pidas.—Traté de convencerlo por última vez, si no podía, tendría que salir yo sola.

—Aish Iseul, no me hagas esto. Sabes que ahora tengo entrenamiento— A pesar de no poder ver su cara, sabía que estaría haciendo un puchero.— ¿Y por qué no sales con Kookie?

En realidad Jungkook fue mi primera opción. Nada más despertarme fui a su habitación a molestarle, pero, aún siendo las 9 de la mañana un domingo, no estaba allí. Entonces recordé la fiesta que llevaba días preparando y que daría esta noche en el local que estaba debajo de nuestro piso, y supuse que estaría comprando las cosas para ella.

— Está preparando la fiesta a la que, por cierto, vas a venir. — Afirmé mientras me incorporaba de la cama. Llevaba dos horas jugando a videojuegos y me iba a explotar la cabeza. Necesitaba salir. A pesar de no tener demasiados amigos me consideraba bastante extrovertida. Me gustaba mucho más salir que quedarme en casa vagueando.

—¿Y si voy a comer a tu casa y ya me quedo allí?— Escuché algo de música de fondo y algunas voces marcando ritmos. De repente me invadió una sensación de culpabilidad por interrumpir su tiempo de practica y me decidí por dejarle en paz.

— Te recojo a las dos en el estudio.

Tras hacerme saber todos los tipos de comida que le apetecían para hoy, se despidió y colgó la llamada, dejándome a mí como estaba. Las diez de la mañana de un domingo y sin nada que hacer. Ya que nadie parecía querer pasar la mañana conmigo, decidí dar un paseo disfrutando de la soledad. Salí de mi habitación y cogí las llaves y los cascos que dejé en la mesa de la cocina. Antes de cerrar la puerta de la casa me despedí del aire, como si hubiera aún alguien dentro, y me dispuse a bajar las escaleras del edificio.

Aún hacía calorcito por el día y sabía que este tiempo no duraría mucho a medida que nos adentrábamos en el invierno. Tenía que aprovechar los pocos días de sol radiante que quedaban antes de sumirse por completo en el invierno frío. No sabía muy bien hacia donde caminar, así que dejé que el leve viento que me acompañaba guiara mi dirección. Estos paseos eran muy agradables. La música golpeaba mis oídos, evadiéndome de las calles que pisaba y haciendo que quedara inmersa en mis pensamientos, cada vez más bizarros y estúpidos; la gente que vagaba por las mismas zonas que yo parecían no percatarse de mi existencia, pero de alguna manera, este hecho no me molestaba ni incomodaba, era más bien tranquilizador. No tenía la sensación de ser observada. Podía tararear las canciones sin que nadie me excrutara con la mirada o mover la cabeza al compás de las canciones sin sentirme juzgada. Se sentía liberador.

No era consciente del tiempo que llevaba caminando hasta que el sentimiento de hambre me llamó la atención, sacándome de la burbuja en la que andaba. Miré el reloj, decepcionándome al ver que solo había pasado una hora y que aún quedaba mucho para recoger a Hoseok. La tripa seguía exigiéndome comida y me arrepentí de no haber desayunado antes de salir de casa. Busqué con la mirada alguna cafetería o tienda de conveniencia en la cercanía. Realmente cualquier sitio donde pudiera comprar algo de desayuno me servía. Seguí caminando por unos diez minutos hasta poder dar con una cafetería pequeña y bien decorada que logró que mis tripas dieran un concierto con solo atravesar el umbral de la puerta. El olor a café y bollería invadió mis sentidos, embriagándome ligeramente y obligando a que retirara mis cascos de mis oídos para poder apreciar mejor el ambiente.