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Evitaba salir en las noches cómo estás, donde lo único que iluminaba las calles era la luz de la luna y las estrellas; pero, mirando a retrospectiva no me arrepiento de haberlo hecho porque fue la primera vez que lo vi.
A él.
Saltando de azotea en azotea con una agilidad impresionante, siendo cómplice de la noche y las sombras.
La curiosidad de verle el rostro me ganó, así que sin pensarlo mucho intenté seguirlo desde la comodidad del suelo, una..., dos..., tres cuadras. Hasta que se detuvo, y como si de una película se tratase, un rayo iluminó su figura una fracción de segundo revelando al vigilante que había estado siguiendo: Robin.
[🌩️🌩️]
Los siguientes días me había descubierto a mí misma saliendo con la mirada hacia arriba cada vez que la batiseñal se iluminaba por todo Gotham, solo con la intención de poder verlo desde lo lejos.
Los días se convirtieron en semanas, las semanas en meses y los meses en años.
Y los años se convirtieron en nada.
De un momento a otro se dejó de oír sobre él. Como por más de una semana solo contábamos con la presencia de Batman.
Luego una noche cualquiera se volvió a ver al dúo patrullando por toda la ciudad.
Aunque había algo raro, podía jurar que no era el mismo Robin. Su comportamiento durante el patrullaje era mucho más agresivo.
Después de un encuentro donde me salvó de un asalto y que me coqueteara tan descaradamente me di cuenta que no me gustaba el nuevo Robin.
[🌩️🌩️]
Unos días después dejé Gotham con la intención de seguir con mis estudios en Detroit, gracias a una obra benéfica de Empresas Wayne.
Me instalé bien, durante los siguientes meses, hice amigos, identifiqué mis lugares favoritos y por fin di por terminada mi obsesión con el chico maravilla, justamente en el momento que conocí a Dick Grayson.
¿Casualidad o destino? No lo sé, pero agradezco al universo por habérmelo puesto en mi camino.
A lo que me llevaba a la actualidad. Donde el amor floreció y nos mudamos a un mismo apartamento.
[🌩️🌩️]
El día casi terminaba, pero no podía cerrar los ojos hasta que Dick estuviera en casa sano y salvo. Acostumbraba a esperarlo en el sillón más cercano a la ventana y así verificar que su trabajo con la policía no le costara su vida.
Hoy no era la excepción. Pues entre penumbras daba pequeños sorbos a mi té recién preparado permitiéndome relajarme viendo como de poco a poco las luces de la ciudad se iban apagando.
Mi paz se terminó al ser interrumpida por el cambio de ambiente a uno más iluminado.
—¿Qué haces a oscuras? —preguntó el dueño de mis pensamientos.
—Te estaba esperando —dije con la taza en los labios—. ¿Qué tal el trabajo, detective?
—Movido —suspiró—. Hoy llegó una niña —habló con cautela sentándose a mi lado—. Su nombre es Rachel... Está esperando abajo; necesita mi ayuda. Pero primero tengo que decirte algo.
Asentí de manera distraída sintiendo el calor de la taza empezar a quemar levemente mis labios.
—¿Rory? —preguntó acariciando mi mejilla—. ¿En qué piensas?
Su tacto fue... inexistente, lo que hizo que cerrara lo ojos y soltara un suspiro de derrota.
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